Personajes de la Ciudad de Los Reyes Valle Dupar

jueves, 17 de marzo de 2016

Biografìa-Marìa Concepción Loperena Ustariz de Fernandez de Castro


MARIA CONCEPCIÒN LOPERENA USTARIZ DE FERNANDEZ DE CASTRO


Sin lugar a dudas, María Concepción Loperena es el personaje femenino más importante en la historia de la región, sin embargo algunos críticos han pretendido manchar o desteñir sus méritos en la participación de la guerra de Independencia de España, alegando que su papel sólo se redujo a contribuir con la donación de 300 caballos al Libertador Simón Bolívar, gesto importante más decisivo en la guerra magna.

Que era una mujer acaudalada y podía contribuir ampliamente (como en efecto lo hizo) con dineros, joyas, caballos y ganados a la revolución, lo aceptamos.  Pero sus méritos no se quedan ahí, sino que van mucho más allá, como veremos en seguida.

Nació María Concepción Loperena en la ciudad de Valledupar a mediados del siglo XVIII.  Fueron sus padres el Sargento Mayor Don Pelayo Loperena y Doña María Josefa Ustàriz, nació el primero en España y la segunda en la Ciudad de los Reyes, pero de ascendencia venezolana.  Según documentos dignos de crédito e investigaciones de la inquieta intelectual Rut Ariza Cotes, se atestigua el parentesco con la familia del Libertador Simón Bolívar.

María Concepción Loperena contrajo matrimonio con el Teniente Gobernador José Manuel Fernández de Castro y Aguilera, nacido en Santa Marta y quien vino a esta ciudad con el encargo del Gobernador Astigàrraga de atender a las ventas de realengos, organizar las encomiendas a hacer efectivos en esta parte de la provincia de Santa Marta.

Del matrimonio en mención nacieron siete hijos: José Antonio, Pedro Norberto, Rosalía, José Manuel, Pedro José, María Concepción y José María.

Formó la heroína el primer ambiente revolucionario en 1812 y envió a su primogénito, Subteniente Pedro Fernández de Castro a Cartagena con facultades precisas de tratar con el Doctor Rodríguez Torices, Presidente del Gobierno provisional de esa ciudad, y llevarle instrucciones sobre el movimiento revolucionario de la ciudad de Valledupar.

Con el Libertador Simón Bolívar tuvo una entrevista en Chiriguanà, donde recibió órdenes precisas para hacer el pronunciamiento, declarando a la ciudad de Valle de Upar libre del Gobierno Español.  En efecto, el día 4 de febrero de 1813, a las diez de la mañana, después en un bando público, reunió al Cabildo de Justicia y Regimiento en sesión pública y en uno de los salones de su casa particular, ubicada al costado de la Iglesia concepción, leyó con voz arrogante y sin miedo alguno las instrucciones recibidas del Libertador Simón Bolívar.  Se levantó el Acta de Independencia de la ciudad, en casa del escribano Céspedes (hoy propiedad de Hernando Molina).

Es importante señalar que el día en que se proclamó la independencia de la ciudad, María Concepción Loperena liberó cientos de esclavos de sus haciendas de La Jagua y Becerril, gesto que fue aplaudido en toda la comarca.  Un hijo de un esclavo de la Loperena, José Antonio Ramírez, también fue héroe de la independencia; fue edecán del Libertador Simón Bolívar y participó en la Batalla del Lago de Maracaibo bajo órdenes del Almirante José Prudencio Padilla y en el Alto Magdalena se distinguió en la lucha al lado del General José María Córdoba.

En 1818 el Gobernador de Santa Marta, Pedro Ruiz Porras, ordenó apresar a la señor Loperena y enviarla a Santa Marta a fin de aplicarle las sanciones por traición al Gobierno de su Majestad, pero la heroína fue informada oportunamente por sus amigos de la causa y logró ponerse a salvo refugiándose en una de sus fincas lejanas, llamada “El Limonal”, inmediata a la población de la Jagua del Pedregal.  No obstante, sus bienes fueron confiscados y recibió grandes perjuicios materiales y perdidas de ganados.  De haberse llevado a cabo la orden del Gobernador, nuestra heroína habría sufrido la misma suerte de la heroína María Granados, fusilada en Santa Marta, y la de Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, Manuela Beltrán, Mercedes Abrego y Carlota Armero en el interior del país.

Al triunfar la Revolución, el Gobierno de la República por medio del Decreto del 19 de octubre de 1821 expedido en la Villa del Rosario Cúcuta ordenó le fueran devuelto todos sus bienes confiscados a los patriotas, y así pudo recuperar los suyos nuestra heroína.

Igualmente vale la pena recordar que María Concepción Loperena fue precursora de la educación pública en Valledupar.  Su preocupación permanente en este campo fue considerada y valorada al más alto nivel, y obtuvo del General Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de la República, la autorización y la asignación de los recursos por parte del estado para crear el primer colegio público regido por el método Lancasteriano, que funcionó en esta ciudad en el antiguo Convento de Santo Domingo (hoy Catedral de Nuestra Señora del Rosario).

El 18 de junio de 1824 Simón Bolívar escribió a Luis de Rieux:  “Los triunfos alcanzados por las fuerzas libertadoras en Valledupar, Riohacha y Chiriguanà pertenecen exclusivamente a María Concepción Loperena, quien fue el eje de diamante sobre el cual giraban los destinos de la Provincia de Santa Marta, en los momentos más difíciles de su historia”.


El 21 de diciembre de 1835 murió en Valledupar la heroína de la Independencia María Concepción Loperena Ustàriz de Fernández de Castro; su cadáver, envuelto en el tricolor nacional, recibió los honores militares en el grado de coronel, fue sepultada en la Iglesia Concepción, pero lamentablemente sus restos desaparecieron.



Alvaro Castro Socarràs
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Autor de la Biografía.


César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.

sábado, 12 de marzo de 2016

Biografìa- Manuel Germàn Cuello Gutièrrez




MANUEL GERMÁN CUELLO GUTIÉRREZ
1915-2006

SINOPSIS BIOGRÁFICA 

A manera de preámbulo 

Fué la vida de don Manuel Germán Cuello una vida bien vivida. 

Hace algo más de una década resolví grabar sus memorias que bajo la técnica del diálogo plasmé en un libro titulado “Mis Recuerdos”. Nuestro común amigo el doctor Alfonso López Michelsen gentilmente escribió el prólogo de la obra. 

Para iniciar esta sinopsis biográfica creo oportuno, transcribir el párrafo inicial del prólogo elaborado por el expresidente porque, con exactitud, precisa el contexto general del proceso existencial de don Manuel: 

“Decía el doctor Alfredo García Cadena, un inmortal acuñador de opiniones, que la desgracia de los colombianos consistía en que quienes tenían sentido común no sabían hablar, en público y quienes hablaban en público no tenían sentido común. Es algo que me ha venido a la memoria leyendo la autobiografía de don Manuel Germán Cuello, y que llega hasta nuestros días, porque consiste, precisamente, en la excepción al adagio del doctor García Cadena: un hombre práctico que hizo una brillantísima carrera de administrador, tanto en el sector público como en la vida privada. Y, ¡oh, sorpresa!, un escritor de una claridad incomparable, dueño de una sorprendente familiaridad con la lengua castellana”. 

Su vida fue una vida bien vivida porque fue exitosa. La superación acompañó sus actividades públicas y privadas: comerciante, agricultor, ganadero, dirigente cívico, conductor político. Además, desde su talante, la probidad condicionó sus ejecutorias haciéndolas indefectiblemente coherentes con el bien común. 

Formó parte de un grupo significativo de individuos contemporáneos, que por las precarias posibilidades culturales y económicas de la región y la época no pudieron acceder a niveles superiores de educación formal. Partiendo de humilde condición se constituyeron en clase dirigente práctica y pragmática, en el noble sentido de la expresión, que estructuró, en el curso de pocos años, en una provincia lejana, aislada y percibida exótica, una comunidad pujante que mereció el aprecio, la admiración y el reconocimiento del país. Muchos de ellos tuvieron una personalidad polifacética. Generalmente, cuando una de esas facetas es la actividad política, ella prima en el recuerdo histórico, como el elemento definitorio del personaje y en ese contexto, en el de la política, se tiende a enmarcar y a visualizar, de manera excluyente, su ser moral, doctrinal, e ideológico, en fin, su trayectoria espiritual y existencial. Este es el caso de don Manuel. 

Él y sus coetáneos, en su generalidad y en lo pertinente, desarrollaban su vida privada y sus actividades públicas, incluida la dirección política, sobre los mismos preceptos éticos. Primaba el interés público sobre el interés individual y el pragmatismo egoísta, se privilegiaba el bien común y por eso la opinión pública honesta era su objetivo. Ella, la opinión pública finalmente, se expresaba mayoritariamente, a través del sufragio transparente. Todo ello a pesar del partidismo pasional y sectario que limitaba, en parte, el libre ejercicio del sufragio. 

En sus últimos años fue testigo de los inicios del abatimiento de la política y de la actividad electoral. Yo creo que hoy don Manuel no tendría espacio en la política y mucho menos en su expresión electoral. Creo que carecería de las condiciones necesarias para tener cabida. 

Por estos días en que se cumple el centenario de su nacimiento, el país está inmerso en un debate electoral particularizado por: la pérdida de la identidad partidista, el oportunismo electoral, la automigración de los partidos, la negación ideológica, la vorágine de los avales, los multimillonarios costos de las campañas, el complot de intereses particulares y personales y la expectativa por quiénes serán los nuevos alcaldes y gobernadores, concejales y diputados, que deberán cumplir con los compromisos adquiridos para llegar al poder local o regional. 

La narración histórica del siglo XX cesarense es disciplina intelectual que ha comprometido a varios estudiosos del tema. En mi parecer los géneros de la biografía y el de la autobiografía o memorias han sido poco cultivados entre nosotros. El primero es responsabilidad de los historiadores y el segundo de los protagonistas de la historia. El uno y el otro son fuentes autorizadas e invaluables para conocer el pasado y comprender el presente. Sobre este tema, aludiendo al caso vallenato, el presidente López Michelsen dejó el siguiente testimonio escrito: 

“Resumiendo, yo diría que entre tantas plumas comprometidas con la crónica del Cesar en el siglo XX, la de Manuel Germán Cuello es la más rigurosa en el recuento del desarrollo de la provincia y la más útil para quienes quieran familiarizarse con todo lo relacionado con Valledupar. Claro está que la que se podría llamar la historia íntima, revelando anécdotas y genealogías, está muy bien servida por la pluma de Pepe Castro, que es de una amenidad incomparable, pero son dos campos tan disímiles que, así como las memorias de Manuel Germán Cuello no pierden actualidad y seguirán siendo una fuente para los historiadores del futuro, las crónicas de Castro Castro, para ser debidamente estimadas, han de leerse en vida de los protagonistas y de quienes conocimos el Valledupar clásico” (Mis Recuerdos – Prólogo). 

Al expresar lo transcrito el expresidente advierte que toda comparación es odiosa. No creo que esta observación sea aplicable al caso pues el símil es pertinente, amable y agradable. 

Tres hechos han sido definitivamente determinantes en la historia y el desarrollo de Valledupar: la apertura de las carreteras, la actividad algodonera y la creación del departamento. La vida de don Manuel, como lo veremos, fue condicionada por estos acontecimientos que son como tres puntos de quiebre en el ascenso social, económico y político de la provincia de Valledupar y de sus habitantes. 

Luego de las anteriores anotaciones es procedente el intento de presentar una sinopsis biográfica de don Manuel teniendo como referencia los hechos relevantes en su vida que acontecieron en La Junta, Villanueva, San Juan del Cesar, Valledupar y Bogotá. 

1. La Junta, Villanueva, San Juan del Cesar 

Nació don Manuel el 7 de septiembre de 1915 en el corregimiento de La Junta, municipio de San Juan del Cesar, en ese entonces departamento del Magdalena, hoy jurisdicción de La Guajira. 

Fueron sus padres Esteban Cuello Maestre y doña Margarita Gutiérrez de Cuello. Él de carácter notoriamente severo. Ella apacible siempre. 

Tuvo 12 hermanos: Rosa Elvira, Margot y Sara; Julio Alberto, Óscar, Bernardo, Delio, Moisés, Luis, Joaquín, Armando y Esteban. 

Su madre, doña Margot, le enseñó a leer y escribir. Asistió a la escuela pública primaria. Fue don Juan Félix Gutiérrez Lacouture su maestro. 

Vivió en La Junta hasta los quince años, o sea, hasta 1.930. Su niñez y adolescencia fueron determinadas por la ubicación geográfica de La Junta y por las carencias culturales, sociales y económicas de una comunidad elemental, pastoril y aislada. 

En las condiciones dichas la agricultura y la ganadería eran las actividades económicas principales y de subsistencia. Se explotaban la curtiembre y por caminos de herradura, una incipiente relación comercial con Villanueva, San Juan del Cesar y el puerto de Riohacha. 

Don Esteban tenía una curtiembre y una pequeña finca. Don Manuel y sus hermanos alternaban la escuela con la ayuda a su padre en las labores ganaderas, agrícolas y comerciales como parte y mandato de férrea disciplina. 

Por el aislamiento la vida transcurría apacible y monótona, sin influencias extrañas. La comunicación con los pueblos vecinos: Patillal, Corral de Piedras, La Sierrita, La Peña, Lagunita y Los Haticos se hacía a pie o en bestias. Para esa época en La Junta existían dos o tres radios, alrededor de ellos se reunía la gente para oír las noticias de un mundo que se percibía lejano. Los periódicos se leían cuando alguien los llevaba. Un solo ejemplar y un lector en voz alta al que todos los presentes escuchaban. Los que ocasionalmente llegaban eran La Prensa y el Diario del Comercio editados en Barranquilla. 

Don Esteban, su padre, fue dirigente conservador y participó en la Guerra de los Mil Días. Como en esa época los “pronunciamientos” armados de los partidos eran recurrentes, cuando las hostilidades cesaban él, don Esteban, guardaba las armas y municiones de las huestes conservadoras regionales. 

De esos años de infancia en La Junta data su amistad con Pacho y Sinforiano Restrepo; Elías, José Amador y Darío Lacouture; Kim, Lucas, Alberto y Gregorio Gutiérrez; Raúl Sierra, Manuel Felipe Maestre y Gonzalo Gutiérrez. 

Se forma, desde entonces, su personalidad inalterable de hombre de provincia y de carácter recio pero humilde y sensible; temperamental pero que, curiosamente, tomaba siempre sus decisiones finales luego de serena reflexión buscando, razonablemente, en el tiempo, su aliado e invariablemente en la rectitud el fundamento de sus determinaciones. 

Rafael Antonio Amaya, famoso educador, fundó el Colegio Santo Tomás de Villanueva que funcionó durante muchos años al servicio de la educación regional. De su equipo de profesores hizo parte el también reconocido maestro Rafael Antonio Celedón versado en matemáticas y castellano y muy buen ajedrecista. 

En el Santo Tomás cursaron estudios jóvenes de Valledupar, San Diego, La Paz, Urumita, Fonseca, Barrancas, El Molino y obviamente Villanueva. Esto le permitió hacer amigos que luego se ubicarían en sus pueblos de origen. Cultivó especial amistad con sus condiscípulos: Elías Lacouture Acosta, Lucas Gutiérrez Acosta, José Francisco – Chico – Daza, Chema Daza, Julio Orozco, Andrés Medina, Raúl Lafourie, El Mono Daza y Jorge Dangond Daza. 

Durante tres años cursó estudios en Villanueva que sumados a los cinco de escuela pública en La Junta fueron su educación formal. Dotado de perspicaz inteligencia suplió esta deficiencia académica con la experiencia, con innata propensión a informarse e ilustrarse por la lectura. Fue un exponente consumado de aquellos a los que la cultura inglesa define como “self made man”, es decir, hombre hecho a sí mismo, fruto de su libre y tenaz voluntad de superación y consecuentemente dueño de una personalidad fuerte y autónoma. 

Luego de los tres años de estudio en Villanueva, don Manuel se traslada a San Juan del Cesar en donde permanecerá hasta 1939. 

Doña Máxima Acosta, su prima hermana, estaba casada con don Rafael Lacouture Mendoza. Ellos tenían en San Juan un almacén llamado Las Flores en el que empezó a laborar como dependiente y luego como administrador. Atendía la clientela, llevaba la contabilidad, hacía los pedidos y recibía las mercancías. Fue su primera experiencia comercial. 

En “Mis Recuerdos” se expresa así sobre las actividades y aficiones juveniles en San Juan: 

“El parque Simón Bolívar era el punto de referencia en San Juan. Montábamos comedias con las jóvenes que se prestaban para ello, se cobraban las entradas y el producido se invertía en el mejoramiento de las bancas, zonas verdes y vías peatonales del parque…” “Hoy, el centro de la actividad se concentra en la Plaza Santander como lo fue ayer en la Simón Bolívar. Siendo concejal, en unión de Tino Daza propicié mediante acuerdo municipal la construcción de la Plaza Santander. En fin, el recuerdo de ese San Juan me infunde en el ánimo, si es dable decirlo, un sentimiento de feliz nostalgia. Sus tradiciones, el profundo sentimiento y práctica de la religión católica, el respeto a los mayores y todos sus valores fueron invaluable acervo cultural y espiritual. Muchos jóvenes y niñas eran aficionados a la lectura, especialmente de novelas. Los muchachos teníamos pretensiones poéticas y a las enamoradas les expresábamos nuestros sentimientos mediante acrósticos. La juventud era romántica. Yo aunque no me lo crean fui muy romántico y sigo siéndolo porque a Rosita, aunque físicamente ausente le hablo aún con sentidas y amorosas palabras”. 

Con Mercedes Romero Brugés, con su hermano, de ella, Rafael Ramón y con el amigo Miguel Vega fundaron un semanario que nombraron el Renacimiento en el que se ocupaban de inquietudes de interés para las comunidades de San Juan y las poblaciones bajo su influencia: La Junta, Corral de Piedras, Los Haticos, La Peña, La Boca del Monte y El Totumo. 

En esta época comienzan sus inquietudes políticas bajo la dirección de don Rafael Lacouture Celedón jefe del Partido Conservador en el sur de La Guajira. Fue elegido concejal en dos períodos consecutivos llegando a ocupar la presidencia de la corporación. 

Así se inicia el desarrollo de su vocación cívica y de su actividad política. Pero lo más importante y trascendental es que conoce a la bella joven Rosita Dávila Celedón de quien se enamora, la corteja insistente, la cautiva y se hacen novios. 

La sociedad sanjuanera de aquella época y de años posteriores vivió bajo el liderazgo moral y religioso de monseñor Manuel Antonio Dávila, el legendario padre Dávila. Fue párroco de San Juan durante 79 años consecutivos. Creo que es un caso único. Su lema fue: “soy y he sido un cura de aldea” ese lema lo definió con exactitud, pues, honrando la humildad, nunca quiso dejar de ser el pastor de su pueblo. 

Otro referente moral y religioso era el recuerdo del obispo- poeta, monseñor Rafael Celedón Ariza, el más ilustre y el más ilustrado de los hijos de las provincias de Valledupar y Padilla. 

2. Valledupar – Bogotá 

El inveterado aislamiento de Valledupar y de la provincia de Padilla comienza a superarse con la construcción de las carreteras que hoy cruzan la región y la comunican con el resto del país. 

La carretera Riohacha – Valledupar se inició en 1922 siendo presidente el general Pedro Nel Ospina y ministro de obras públicas Laureano Gómez. Cuando en 1934 llegó Alfonso López a la presidencia la carretera se encontraba paralizada en Fonseca. López reactiva la obra y traslada las oficinas del ministerio de obras (Zona de Carreteras) a Valledupar. 

El doctor Silvestre Dangond Daza es designado como ingeniero jefe de la Zona e invita a don Manuel a trabajar con él, designándolo como su secretario. 

De esa manera en 1939, a los veintiséis años de edad se establece en Valledupar cancelando su candidatura a la asamblea departamental para la que había sido postulado. 

Dos años permanece soltero en Valledupar. El 2 de mayo de 1942 contrae matrimonio, en presencia del padre Dávila, en San Juan y se instala con doña Rosita en casa ubicada cerca de la plaza Alfonso López sobre la calle San Francisco, hoy carrera sexta de Valledupar. 

En Valledupar nacen sus cinco hijos: Alfredo, Gloria, Leonor, María Cecilia y Ligia. Ellos contraen, en su oportunidad, matrimonio con Marta Baute Uhía, Armando Maestre Pavajeau, Jaime Calderón Brugés, Rodolfo Campo Soto y Jaime García Chadid, respectivamente. En 19 nietos y 35 biznietos, hasta hoy, prolonga su descendencia el matrimonio Cuello Dávila. 

Así a partir de 1939, Valledupar se convierte en el punto de partida y eje central de sus actividades públicas y privadas. Lo fue por un lapso de 67 años hasta su fallecimiento en 2006. 

La Zona de Carreteras marcó un hito en el desarrollo de Valledupar como que sus principales realizaciones fueron: terminación de las carreteras Riohacha-Valledupar; La Paz- Chiriguaná; Valledupar-Fundación, Fundación-Ciénaga; Fundación-Pivijay-Salamina; Chimichagua-El Banco y, Cuestecitas-Carraipía; además aquí en Valledupar la construcción de la Escuela de Artes y Oficios, el Hospital Rosario Pumarejo de López y el Colegio Loperena. 

La proyección y edificación del barrio Loperena, a partir de la década del 40, significó importante avance en el desarrollo urbanístico de Valledupar. Para la construcción del Colegio Loperena, de la Escuela de Artes y Oficios y del hospital, el municipio cedió a la nación un número considerable de hectáreas. La cesión inicialmente fue informal sin la debida legalización. El doctor Enrique Aarón Hayen, ingeniero asistente de la Zona, asesoraba, ad honorem, profesional- mente al municipio y como los terrenos cedidos eran en su extensión excesivos para los fines propuestos, previos los estudios técnicos pertinentes recomendó la delimitación razonable que fue oficializada mediante acuerdo municipal. El excedente de los terrenos fue loteado y puesto en venta a razón de veinticinco centavos el metro. 

Los primeros adquirentes fueron Leonardo Maya Brugés, Carlos Vidal Brugés y don Manuel. El y don Carlos, en los años 50, construyeron sendas casas que serían sus residencias familiares. 

Entonces, nació el barrio Loperena que se sumó, a los históricos Cañaguate, El Cerezo, La Garita y El Centro. 

El equipo inicial de funcionarios constituyó una cofradía de amigos. Posteriormente, sus integrantes, llegaron a tener en Valledupar, en el viejo Magdalena y en el futuro Cesar posiciones directivas. De Riohacha vinieron: Alberto Richulli, Ulises Sánchez Barliz, Carlos Vidal Brugés, Pedro Gómez Ríos, Enrique Aarón Hayen, Carlos Soto Uricoechea, Ramón Vidal Cotes, Miguel Gnecco, Humberto Henao y Juanchito Romero. Aquí, en Valledupar, ingresaron: Joselina Fernández Chapel, Ciro Pupo Martínez, Joaquín Campo Maya, Guillermo Baute Pavajeau, Leónidas Acuña, Miguel Enrique Villazón y Elio Zuleta. 

Don Manuel comienza como secretario del ingeniero jefe, luego ayudante del pagador y finalmente asciende a almacenista general. Permaneció en esas labores once años. Se retira en 1950, a la edad de 35 años, para dedicarse al comercio y a la ganadería; a partir de entonces se involucra más en las actividades sociales cívicas, gremiales y políticas. 

Superado el aislamiento regional la cultura pastoril vallenata comienza a evolucionar. En ella dormitaban las probabilidades y se frustraban los esfuerzos de superación. Como consecuencia de las primeras manifestaciones de la civilización de las comunicaciones se inicia una evolución cultural, social y económica de trascendencia que induce un progreso creciente e irreversible. El cambio es propicio para la creatividad y la determinación de ascenso personal. 

Su hermano Luis Sierra Cuello fue determinante en la decisión de abandonar la burocracia para dedicarse a las actividades comercial y ganadera. Así, proyecta su independencia. 

Luis era comerciante propietario del almacén-miscelánea La Favorita. Era también ganadero, propietario de la finca La Alquería. A instancias de su hermano Joaquín, establecido en el Valle del Cauca, resuelve trasladar su domicilio a Cali y propone a don Manuel que asuma la administración del almacén y de la finca con una participación del cincuenta por ciento en las utilidades de cada uno de los negocios. Hicieron un contrato por tres años. ALuis no le fue bien económicamente en el Valle del Cauca; regresó a Valledupar y de común acuerdo liquidaron el contrato. 

Don Manuel recibe la participación correspondiente de la ganadería y compra el almacén para cancelarlo en un plazo de tres años. Se inicia como ganadero y comerciante independiente. 

La actividad comercial era incipiente. A los establecimientos comerciales se les llamaba tiendas, eran del tipo de misceláneas y cacharrerías; se expendían víveres, abarrotes, artículos de ferretería, medicinas, telas, etc., etc. 

En esos tiempos de los años cincuenta había comerciantes de la región, foráneos y unos pocos extranjeros. Algunos de los nativos eran: Oscar Pupo Martínez, Gabriel Aguancha, Juan Arregocés, Chema Gutiérrez, Margarita Ovalle, Rosa Urbina, Paulina Maestre de Socarrás, Jacob y José María Luque, la talabartería de Sebastián Daza, Carlos Pérez, las farmacias de Rigoberto Benavides, Joaquín Campo, Juan José –El Mono – Calderón y la de Gilberto Socarrás; pionero de la hotelería fue Víctor Cohen Salazar y Roberto J. Silvera, fue librero. Entre los foráneos: Avelino y Chepe Romero, Gabriel y Orlando López Santiago, los hermanos Jesús, Justo y Juan José García Gómez, Manuel Pineda Bastidas, Carlos Vidal Brugés, Valentín Quintero Rengifo. Posteriormente estableció su negocio de ferretería don Daniel Tapias Rico. 

Paco Cuesta, español, estableció el Hotel Central; Ariel Cohen Shejter, palestino; Simón Ackerman Kusnier, rumano; el matrimonio Newmann; Pantelis Lasarides Sofronius – El Paisanito – era chipriota; Nicolás de Caro, italiano, estableció una estación de gasolina en Cinco Esquinas. 

La actividad industrial no existía. Algunos esfuerzos encomiables y tal vez únicos fueron los de Avelino Romero, procedente de Soacha, Cundinamarca, que montó una fábrica de mantequilla, otra de gaseosas que llamó Guatapurí y también una de hielo. 

El tráfico, preferentemente, se hacia con Barranquilla. Partiendo de Valledupar por carretera hasta Fundación, de aquí a Ciénaga en el ferrocarril y luego a Barranquilla en pequeños barcos por el caño El Clarín en una travesía de varias horas agobiantes. 

Posteriormente cuando en Salamina se puso en funcionamiento el ferry para atravesar el río Magdalena se hizo posible la vía Valledupar-Fundación-Pivijay-Salamina- Barranquilla. 

La empresa que, en esos años, sirvió las comunicaciones aéreas fue Líneas Aéreas Nacionales S.A. (Lansa) con servicio directo a Fundación y Barranquilla. Los aviones eran de lona gruesa. Después hicieron presencia Taxader, Transportes Aéreos del Cesar (TAC), Satena y Avianca. 

Los desarrollos sociales se entrecruzan. La ejecutoria gubernamental y la labor de Silvestre Dangond y sus colaboradores, que nada tenían que ver en ese momento con la gestión comercial, fue determinante para la actividad mercantil de Valledupar y de toda la región. 

Hoy Valledupar es un centro comercial importante por el monto económico y la significación social de sus negocios. En la medida en que fue superando su aislamiento, su incomunica- ción, se estimularon las transacciones en su diversidad y valores. Los proyectos industriales no han tenido, en su generalidad, éxito; son contadas las excepciones. 

Hoy la ciudad se conecta por carreteras con todo el país y cuenta con los servicios aéreos de Avianca, Lan y Easy Fly con sus conexiones nacionales e internacionales. 

En 1971 don Manuel vende a su sobrino Libardo Cuello Monsalvo el almacén La Favorita. Fue comerciante por veintiún años. 

Desde las primeras exploraciones de las regiones que serían la provincia de Valledupar, los conquistadores se percataron de que la fertilidad de los suelos y la exuberancia de las praderas mostraban una gran vocación y aptitud para la explotación ganadera. 

Algunos historiadores, entre ellos Tomás Darío Gutiérrez, sostienen que objetivo principal de la fundación de Valledupar y de los pueblos circunvecinos era establecer una fuente de abastecimiento de reses para los territorios conquistados cuya colonización se iniciaba. Tesis perfectamente lógica respaldada por la realidad. 

En sus inicios la ganadería regional fue cimarrona. Las reses originales evolucionaron en un proceso espontáneo, natural. Así surgió un ganado o raza criollo conocido como cabungo o costeño con cuernos. Era un ganado lechero, pequeño y de pobre producción de carne. Por mucho tiempo, esa raza no se pudo mejorar porque los animales permanecían sueltos en terrenos comunitarios, pro-indivisos. 

Creo que en el proceso de la ganadería regional pueden identificarse cuatro etapas: la primera antes del alambre de púa a la cual me he referido someramente. La segunda, a partir del alambre de púa que permitió la precisión de la propiedad privada en extensiones de terrenos alinderados. Nacen las fincas. En ellas los ganaderos comenzaron a mejorar los pastos, a hacer divisiones y a tecnificar la ganadería. Se comienzan a hacer los cruces para mejorar la producción de leche y carne. Con ese propósito se trajo el holstein rojo, luego el negro; posteriormente el cebú blanco y el pardo suizo. 

Durante esta segunda etapa se fundó la subestación pecuaria conocida como Granja Ganadera siendo presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938) y gobernador del Magdalena el médico vallenato Ciro Pupo Martínez. Durante la presidencia de Ospina Pérez el ministro de agricultura Pedro Castro Monsalvo consiguió para La Granja un lote de terneros de raza holstein, que luego de aclimatados se remataron entre los ganaderos. 

La tercera etapa es concomitante con el cultivo del algodón. Sus rendimientos facilitaron el mejoramiento de la ganadería. Don Manuel, por ejemplo, compró con sus utilidades varias fincas para establecer en ellas su explotación pecuaria. 

Pero la crisis algodonera debilitó el desarrollo ganadero tanto en la calidad de los animales como en su cantidad. La depresión económica de la agricultura incidió en la ganadería. Igualmente, la situación de orden público afectó la actividad. 

En una cuarta etapa se ha dado el resurgir ganadero. Ha sido un proceso lento. La persistencia de los ganaderos tradicionales y el regreso a la actividad de los algodoneros que, oportunamente, se alejaron del cultivo del algodón luego de los desastres de las cosechas 75/76 y 76/77 fueron determinantes. Igualmente otros factores favorables como el estímulo a la producción lechera por la presencia, en el mercado de Cicolac, como comprador de la leche y vendedor de reproductores. 

La experiencia de siglos ha demostrado la evidente vocación ganadera de la región. 

El sabio y explorador francés Luis Striffler visitó en la década de 1870 esta provincia dejando plasmadas sus experiencias en su obra El Río Cesar. En ella para ponderar la riqueza y vocación ganadera de la comarca afirma que la vaca “es la representación del capital”. 

A finales de la década de 1940 don Manuel se inicia como ganadero. Compró por novecientos pesos a Nicolás Córdoba una pequeña finca llamada La Alegría, cercana a Valledupar colindante con el balneario Hurtado. Comenzó con un ganado que trajo de La Junta, regalo de su papá, más unas cabezas obsequiadas por su padrino don Jacobo Daza y los que le correspondieron al liquidar el negocio en participación con su hermano Luis Sierra. 

Al poco tiempo vendió La Alegría y el ganado para dedicarse a la siembra del algodón. 

En la década de 1950 se fundaron en Valledupar dos entidades de carácter cívico y social en cuya gestión participó activamente y siguió haciéndolo por muchos años. 

La idea de organizar un centro social para festividades fue del doctor Juan Bautista Castro Monsalvo. El Club Social Valledupar se inauguró el 11 de noviembre de 1952. Don Manuel formó parte del equipo de socios fundadores y fue su presidente y como tal presidió el baile que se celebró el 21 de diciembre de 1967 con motivo de la inauguración del departamento y con la asistencia del presidente de la república Carlos Lleras Restrepo, de Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen, ministros, parlamentarios y personalidades como Hernán Jaramillo Ocampo y Rodrigo Uribe Echavarría, entre muchos. 

Desde su fundación el Club Valledupar a más de centro social ha sido sede en la cual se han gestado y desarrollado propósitos y programas de interés local y regional. 

Igualmente fue socio fundador del Club de Leones Monarca que se organizó en octubre de 1954. Clemente Quintero Araujo fue su primer presidente y Manuel Pineda Bastidas el primer secretario. 

La actividad algodonera significó un cambio radical en la sociedad valduparense y en la región. Una ruptura con el pasado que determinó el destino y las posibilidades económicas, culturales y políticas de sus habitantes. 

Estudios de la Universidad del Norte de Barranquilla dicen que la variedad de algodón perenne fue introducida a San Andrés y Providencia en el siglo XVII por los puritanos ingleses. 

El investigador Eduardo Posada Carbó (El Caribe Colombiano) analiza el recorrido de la industria algodonera en la Costa que, resumo así: 

Durante el siglo XIX y las cuatro primeras décadas del XX el algodón cultivado en la Costa era del tipo perenne. La finalidad era la exportación. Los cultivos se ubicaban en los alrededores de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. 

A partir de 1920 hubo demanda interna del algodón por el establecimiento de hilanderías y fábricas de telas en Medellín, Cartagena y Barranquilla. El cultivo surgió, entonces, en los departamentos del interior, especialmente en Valle y Tolima. 

A finales de la década de 1940 se introdujeron y cultivaron variedades transitorias en el Sinú. El cultivo se desplazó, también, al este del río Magdalena, llegando a las provincias de Valledupar y Padilla en las que a partir de 1950 se hace baluarte económico y motor de progreso. Se extiende a todo el departamento del Cesar. 

Los historiadores Tomás Darío Gutiérrez Hinojoza (Valledupar: música de una historia) y Rodolfo Ortega Montero (Temario Cultural Hispanoamericano) basados en investigaciones arqueológicas deducen la existencia, en tiempos prehispáni- cos, de una variedad de algodón perenne y nativo. 

Antes de ser algodonero, don Manuel fue arrocero. En Valledupar y en el sur de La Guajira el cultivo del arroz llegó primero que el del algodón. Para la época en que decide sembrar arroz, año 1950, el cultivo más próximo al Valle lo hacían unos alemanes en Distracción, al sur de La Guajira. Allí se dirige para enterarse de los pormenores técnicos del cultivo. Hace dos cultivos en la finca La Alegría. El segundo cultivo no tuvo resultados satisfactorios. Resuelve sembrar de pasto la finca para iniciarse con una pequeña ganadería. 

Los primeros cultivadores de algodón llegados a la región procedían del Huila, Valle del Cauca y Tolima, departamentos en los que el algodón tenía tradición de varios años. La mayoría se estableció en Agustín Codazzi. 

Los nativos se incorporaron al proyecto algodonero. Clemente Quintero Araújo y José Calixto Mejía fueron los primeros. Muchos más lo hicieron después, entre ellos, Manuel Germán Cuello cuyo primer cultivo fue en 1952 en la finca La Alquería de su hermano Luis Sierra, la que, según lo referido, él administraba. 

Don Manuel vende La Alegría y el ganado y adquiere un pequeño predio al que denominó Mariligia ubicado en la región de Callao (Valledupar). Allí, en 1953, hace su segunda cosecha. Permanecerá en esa actividad principal por más de 30 años hasta la cosecha 88/89. 

En 1948 se había fundado el Instituto de Fomento Algodonero 

–IFA- siendo presidente Mariano Ospina Pérez y ministro de agricultura Pedro Castro Monsalvo. En 1950 se organizó Diagonal y en 1953 La Federación Nacional de Algodoneros, a la que se afiliaron los productores vallenatos. 

El centralismo administrativo y discriminatorio de la Federación indujo la crisis en las relaciones de los agricultores de la Costa y la agremiación. Con el liderazgo de los dirigentes José María Riveira Daza y Franklin Dávila se celebró en Valledupar una asamblea de algodoneros costeños en la que se decidió la organización de la Corporación Algodonera del Litoral – Coral – a la que se afiliaron la mayoría de los cultivadores de la Costa. 

Coral lideró la creación de Algodones Costeños con el objeto de comercializar insumos y semillas. Algodones Costeños impulsó la organización de Sala para prestar el servicio de fumigación. 

Con los años Valledupar y su zona de influencia se convirtieron en la región de la Costa con mayor significación en la producción algodonera. Surgieron, entonces, inquietudes independentistas para el manejo autónomo de la actividad, estimuladas por las diferencias crecientes que se fueron presentando, con la gestión y la administración de Coral. 

La ruptura se precipitó en una asamblea extraordinaria de Coral reunida en Valledupar los días 24, 25 y 26 de octubre de 1969. Fue don Manuel el vocero de los algodoneros vallenatos y de la región, en cuyo nombre expuso, a manera de “memorial de agravios”, sus quejas y sus demandas. Todo culminó en el retiro de los directivos representantes de la comarca: Jorge Dangond Daza, Armando Maestre Pavajeau, Nelson Escalona y Clemente Quintero que fueron respaldados en su actitud por los agremiados de la zona que se declararon en asamblea permanente. 

El 29 de octubre, en los salones del Club Valledupar, el gobernador Alfonso Araújo Cotes instaló la asamblea que tomó la determinación de fundar la Asociación de Algodoneros del Cesar (ASOCESAR). 

Jorge Dangond Daza analizó los motivos de la separación y Manuel Germán Cuello examinó la situación financiera de Coral encontrando injustificadas la intención de aumentar los gravámenes por tonelada producida y las supuestas dificultades económicas de Coral. 

La primera junta directiva quedó integrada por José María Riveira Daza, Miguel Ávila Quintero, Manuel Germán Cuello, Jorge Dangond Daza, Crispín Villazón de Armas, Armando Maestre Pavajeau, Clemente Quintero, como principales y como suplentes: Lázaro Díazgranados, Gustavo Cotes, Pompilio Daza, Nelson Escalona, Dagoberto Poveda, Álvaro Muñoz Vélez y Luis Martínez Polo. Como secretario de la junta se designó a Rodolfo Campo Soto y como primer gerente a Álvaro Araújo Noguera. 

Con la crisis algodonera desaparecieron la Federación, Coral, Asocesar, Algodones Costeños, Sala y t odas las agremiaciones de alcance municipal o familiar. 

El esplendor de la actividad, así como su decadencia, corresponde a la época de Asocesar. 

En un artículo elaborado por Rodolfo Campo Soto se resume la incidencia social del cultivo algodonero así: “En los veinticinco años de auge algodonero y los doce de declinación se dio un vuelco pleno en la región. El progreso fue integral y favoreció la educación, la cultura, la población, la calidad de vida, las costumbres, la infraestructura vial y de servicios, la política, la riqueza, la tierra, la economía y el transporte. No hubo actividad que no tuviera cambios intensos”. 

Don Manuel partió de cero. Su primer cultivo fue de 66 hectáreas y llegó a cultivar más de mil en la zona de Callao y en el corregimiento de Aguas Blancas. Las utilidades las fue invirtiendo en fincas y en ganado, logrando formar un hato de cría, levante y ceba, coordinando el ciclo productivo entre las zonas de Callao, Aguas Blancas y la Sierra de Mariangola. Proyectó extender su ganadería comprando una finca extensa llamada Punto Nuevo, ubicada en El Difícil, departamento del Magdalena. Varios intentos de secuestro, de los cuales se salvó milagrosamente, lo obligaron a vender Punto Nuevo frustrando sus proyectos pecuarios. 

Sus inversiones fueron acertadas. Sus manejo prudente. Supo retirarse oportunamente del cultivo algodonero preservando así, su patrimonio. 

El adagio popular dice que “todo lo que sube es susceptible de caer”. Así sucedió con el algodón. El esplendor se trocó en oscuridad. El éxito y el progreso en fracaso y estancamiento cuando no en retroceso. El colapso algodonero tuvo incluso, consecuencias trágicas. 

Año tras año se sumaron diferentes factores que condujeron al colapso final, siendo el primero en el tiempo, la pésima calidad de los insecticidas nacionales que se impusieron gracias al proteccionismo oficial, en detrimento de la competencia y de la calidad del producto. Otras causas: los costos crecientes, la apertura económica, la baja productividad, los intensos veranos, la falta de riego artificial, y la creciente infestación. Un verdadero complot de múltiples adversidades. 

Hace algunos años, bajo el título “El crimen algodonero”, escribí un artículo sobre este tema en el que expresé: “por incondicional, la apertura le dio el golpe de gracia a la actividad algodonera. El golpe de gracia porque la masacre proviene de la inveterada incuria y displicencia oficial frente al campo y particularmente frente al algodonero. La relación precios- costos no fue el factor más determinante del fracaso, pero sí lo fue la muy baja productividad, eslabón del círculo vicioso ocasionado por la ausencia de tecnología de riego y de crédito de verdadero fomento para su instalación”. 

La actividad algodonera tuvo efectos irreversibles de progreso, entre ellos: la transformación urbana de Valledupar y la creación del departamento del Cesar. En ambos procesos participó activamente don Manuel. 

Los hechos que voy a referir fueron liderados por Tulio Villa, Vicente Martínez, Ana de Martínez, Carlos Peña, Armando Ariza Cotes, Isaías Rosado, Gonzalo Daza, José Ángel Betancourt, Jacinto Camacho y Clara Alvarado. En ellos subyacen implicaciones sociales derivadas de la actividad algodonera. 

Tulio Villa sostiene que no se trató de una invasión sino de una “ocupación” de terrenos de propiedad oficial, que no privada, abandonados desde el gobierno de la Junta Militar en el que declinó la Granja Ganadera y que buscó solucionar el problema habitacional de numerosas familias, en su mayoría recolectoras de algodón, venidas de otras regiones. 

Invasión u ocupación fue un hecho acertadamente manejado por las autoridades municipales y los líderes de la ocupación. Era alcalde el doctor Manuel Moscote Mejía y concejales, entre otros: Armando Maestre Pavajeau, Edgardo Pupo, Gustavo Cotes, José Manuel Cadavid, Francisco Molina Sánchez y Manuel Germán Cuello. 

El 1 de mayo de 1960 se inició la invasión de los terrenos. Así se fundaron los barrios: Las Tablitas (hoy Primero de Mayo), Siete de Agosto, San Martín, 12 de Octubre, Simón Bolívar, La Granja, Judas Tadeo, Guatapurí y Los Fundadores. 

El hecho es histórico por su trascendencia urbanística y social. Nueve barrios se sumaron al esquema urbano integrado por los tradicionales Cañaguate, El Cerezo, La Garita, La Guajira, El Centro y el moderno Loperena. 

La dimensión social era protuberante. Con admirable pragmatismo el alcalde y el concejo municipal resolvieron legalizar la situación convirtiendo a los ocupantes en propietarios con el compromiso previo, de ellos, de respetar y acatar las intenciones, decisiones y programas pertinentes de la autoridad municipal. 

Manuel Carrerá fue un arquitecto cubano que se exilió en Colombia huyendo de la dictadura de Fulgencio Batista. Se estableció en Barranquilla en donde ejecutó varias obras, lo mismo que en Santa Marta y Cartagena. Fue un connotado urbanista. 

Informado don Manuel de sus cualidades profesionales y de su estadía en Barranquilla propuso al concejo y al alcalde, la posibilidad de contactarlo para explorar una eventual asesoría urbanística en la solución de los inconvenientes planteados por las invasiones. Una vez en Valledupar el arquitecto efectuó el trabajo de campo, presentó su propuesta profesional y levantó los planos. Así nació el primer plan de desarrollo urbano de Valledupar. 

Dado el entendimiento con los ocupantes, sobre las soluciones técnicas formuladas por Carrerá se tomaron las medidas legales que implementaron el programa. 

El desarrollo y éxito de la agricultura algodonera fortaleció la formación de una conciencia ciudadana que vislumbró como destino lógico una condición política y administrativa de autonomía. 

Valledupar fue en el pasado: cabecera de cantón, capital de la provincia del Valle de Upar, capital del departamento del Guatapurí y capital efímera del estado soberano del Magdalena. 

A finales de los años 50 y los siguientes años 60, la voluntad y decisión de acceder a la categoría de departamento fue la prevalente inquietud cívica de los vallenatos. 

Aspiración elaborada a través de los años. No fue propósito pasajero de circunstancias coyunturales o fines políticos individuales. El país y en primer lugar los valduparenses eran conscientes de que se trataba del reconocimiento jurídico y político de unas realidades sociales, económicas, históricas y culturales de naturaleza estructural. 

Por lo anterior la campaña pro – departamento se hizo con cariño, grandeza, dignidad y simpatía popular. 

Cuando en 1942, en actividades proselitistas de su segunda campaña presidencial Alfonso López Pumarejo visita Valledupar, recuerda que en 1.864 existió el departamento del Cesar y lanza la idea de revivirlo para ser consciente con el sentido geográfico y social del país. 

En 1.952, el presidente (e) Roberto Urdaneta Arbeláez, visitó la ciudad. El orador oficial en el homenaje al presidente de la república, don José Eugenio Martínez se expresó así: 

“Dentro de cuatro lustros se aspira a que Valledupar sea la capital del futuro departamento del Cesar, desde donde se conducirá la cultura del departamento. Será un hecho histórico impostergable”. 

A partir de esa visita presidencial y de lo que en ella se habló sobre el pretendido departamento del Cesar, la inquietud creciente e inveterada por su creación se hizo vehemente en los años 50 y subsiguientes. 

A partir de 1.960 se pueden establecer dos etapas en el proceso, determinados por los dos proyectos de ley presentados y sucesivos. Uno, en 1.962 por el doctor Alfonso Araújo Cotes y el otro, en 1.964, por el doctor José A. Murgas. El primero no prosperó pues curiosamente “desapareció”, con todos los documentos que lo sustentaban, de la secretaría de la comisión primera de la Cámara de Representantes. Pocos días después se inició el trámite para la creación del departamento de La Guajira. 

A partir de 1.964 se reactiva la campaña pro – departamento. 

Por iniciativa de Manuel Pineda Bastidas, director – propietario de radio Guatapurí, se llevó a cabo el 5 de septiembre de 1.966 en el teatro de la emisora, en vista de que al día siguiente se presentaría el proyecto de la ley, una asamblea popular con el fin de unificar criterios y darle mayor formalidad, dinámica e impulso a la campaña. 

Se creó un comité de trabajo cuya mesa directiva quedó integrada por: Crispín Villazón de Armas, presidente; Jorge Dangond, vicepresidente; Aníbal Martínez Zuleta, Josefina Castro de Castro, Manuel Pineda, vocales; Manuel Germán Cuello, tesorero; José Eugenio Martínez, secretario. Se organizaron varios subcomités a los que se les asignaron diversas funciones. El 6 de septiembre de 1.966 el representante José A. Murgas presentó el nuevo proyecto de ley por el cual se creó el departamento. 

Previamente al Cesar se habían creado los departamentos de Risaralda, Quindío, Sucre, Córdoba y La Guajira. El país reaccionó contra lo que se llamó “departamentalitis”. No obstante, el Cesar fue la excepción. Gozó de amplia simpatía y aceptación de todos los estamentos nacionales y de los medios de comunicación. 

Para entonces, la cultura vallenata había seducido al país. Su música, el vallenato, ya ejercía arrolladora fascinación. Rafael Escalona Martínez era el mito que personificaba esa cultura. Por eso su aporte fue imponderable y definitivo. La del Cesar fue, notoriamente, una campaña musical. 

En el trámite reglamentario del proyecto todas las inquietudes y objeciones fueron oportuna y eficazmente explicadas o rebatidas por el doctor Murgas. En la cámara fue ponente el representante Luis Eduardo Alava, presidente de la corporación; en el senado Germán Bula Hoyos. Nace el departamento integrado por 13 municipios: Aguachica, Agustín Codazzi, Curumaní, Chimichagua, Chiriguaná, Gamarra, González, La Gloria, Pailitas, Río de Oro, Robles, Tamalameque y Valledupar. 

La ley 25 del 21 de junio de 1.967 fue sancionada por el presidente Carlos Lleras Restrepo y por los ministros: Misael Pastrana Borrero de gobierno, Darío Echandía de justicia y de hacienda Abdón Espinosa Valderrama. 

La ley fue reglamentada por el decreto 1340 de 1.967 que creó una junta organizadora integrada, por decreto 1419 del mismo año, de la siguiente manera: 

Alfonso López Michelsen, José Francisco Socarrás, Manuel Germán Cuello, Luis Rodríguez Valera, Crispín Villazón de Armas, Jorge Dangond Daza, Amador Ovalle, Luis Carlos Murgas, Clemente Quintero, Jorge Posada, Aníbal Martínez Zuleta, Jaime Dangond Ovalle, Alfonso Araújo Cotes, José Guillermo Castro, Jorge Torrado, Adelaida de Castro, Jorge Eliécer Rincón, Cerveleón Padilla, Jaime Araújo Noguera, Luis Roberto García, Calixto Oyaga, Tomás Rodolfo Mejía, Jesús Alejo Durán y Josefina Mendoza de Aguirre. 

La junta, numerosa, se autoredujo a un comité ejecutivo de seis miembros, entre ellos, don Manuel. 

El 21 de diciembre de 1.967, en las horas de la tarde, en la plaza Alfonso López Pumarejo, el presidente Carlos Lleras Restrepo proclamó la iniciación de la vida jurídica, administrativa y política del nuevo departamento. Igualmente tomó posesión, de su cargo, el primer gobernador, doctor Alfonso López Michelsen. 

Hicieron uso de la palabra en el acto de inauguración y posesión: el presidente Lleras, el gobernador López y el doctor Jaime Dangond Ovalle presidente de la junta organizadora. 

Luego de posesionado, el gobernador nombró el gabinete departamental integrado por los señores: Luis Roberto García, Álvaro Pupo Pupo, Álvaro Araújo Noguera, Hernán Quiñonez, José Horlandy, Emiro Alfonso López, Jorge Child, César Escobar Ortega. El padre José Agustín Mackenzie fue designado capellán de la gobernación. 

Don Manuel Germán Cuello fue nombrado alcalde mayor de Valledupar. 

Don Manuel fue un profesional de la política. Pero, jamás en el sentido peyorativo de la expresión. Lo fue como exponente de quienes actúan de manera permanente e invariable, en un contexto ético, por lograr las que consideran las opciones más favorables a la comunidad. 

Su padre, don Esteban Cuello Maestre fue activo dirigente del Partido Conservador en San Juan del Cesar y los pueblos vecinos como la Junta y demás caseríos aledaños. 

La influencia paterna fue definitiva. Se complementó con la atracción de las ideas y la oratoria de los dirigentes conservadores de la época cuyas intervenciones, desde el Congreso, eran transmitidas en vivo y en directo. Fue la época en que brillaban desde el parlamento los conservadores Laureano Gómez, José de La Vega, Luis Ignacio Andrade, Juan Uribe Cualla, Augusto Ramírez Moreno, Silvio Villegas, Alfonso Fidalgo, José Camacho Carreño, Gilberto Álzate, Manuel Serrano Blanco, Fernando Londoño y Londoño. 

Al establecerse en San Juan, luego de su estadía como estudiante en Villanueva, se involucra en la política local y es elegido concejal en dos oportunidades. Rafael Lacouture Celedón era el jefe del conservatismo en el sur de La Guajira. 

Había sido convenido como candidato a la asamblea cuando en 1939 se traslada a Valledupar para laborar en la Zona de Carreteras. San Juan era de amplia mayoría conservadora, en tanto, Valledupar ha sido liberal. Hizo el tránsito de un pueblo conservador a uno liberal. En ellos no existían discriminaciones político-partidistas. Primaban la amistad, la familiaridad y la convivencia. El sectarismo político no pasaba de expresiones verbales apasionadas, eran conductas individuales estimadas socialmente como desagradables. 

La fuerza electoral del conservatismo era precaria y limitaba cualquier aspiración de los nativos conservadores. La del liberalismo local y de su zona de influencia era significativa y favoreció la presencia departamental y también nacional de exponentes del liberalismo vallenato. Fue, también, determinante la voluntad política de ayuda del presidente Alfonso López Pumarejo. 

Cuando don Manuel Germán se instala en Valledupar, el Partido Conservador era conducido por: Antonio Ustariz, Florentino González, Sebastián Daza, Sebastián Martínez, Teresa Pacheco, Luis Sierra, Carlos Murgas Puche, Néstor Mindiola, Roberto Pavajeau Monsalvo, José Calixto Mejía, Concha Ustariz y Camilo Apolo Baute. 

Al partido liberal lo dirigían, entre otros: Eloy Quintero Baute, Santander Araújo Maestre, Casimiro Raúl Maestre, Noé Martínez, Amador Ovalle, Aquilino Castro Pertuz, Pedro Castro Monsalvo, Ciro Pupo Martínez, Juvenal Palmera, Pedro Castro Trespalacios, José María Castro Monsalvo, Miguel María Villazón, Francisco Villazón Quintero, Buenaventura de Armas, Guillermo Castro Trespalacios y José Antonio Maya Pumarejo. Posteriormente asumen posición jerárquica los hermanos Villazón Baquero y Quintero Araújo. 

Jefes departamentales del conservatismo magdalenense eran don Nicolás Dávila, Joaquín Campo Serrano y Anacreonte González. Luego surgió Antonio Escobar Camargo quien sedujo a la juventud conservadora de las provincias de Padilla y Valledupar, entre ellos, a Manuel Germán Cuello. 

Mientras estuvo laboralmente vinculado a la Zona de Carretera no fue indiferente a la actividad del conservatismo, pero sí, prudente y distante. Al dejar la condición de funcionario público su activismo político se incrementa y asume mayor presencia. 

Esto sucedió a partir de 1.951. Para entonces la dirigencia conservadora valduparense, además de alguno de los mencionados, contaba con el concurso renovador de José Manuel Daza, Jorge Dangond Daza, Juan Daniel Calderón, Luis González Urbina, Oscar Cuello, Ángel Cabas, Joaquín Campo Maya, José Antonio Rodríguez, Gabi Villar, José Eugenio Martínez, Mario Murgas, los hermanos Cadavid, los hermanos Arregocés, Eustorgio López, Nicolás Córdoba y el doctor Hernando Molina Maestre. 

A principio de los años 50 la división conservadora se precipita a nivel nacional, regional y local en torno a los intentos reeleccionistas en favor del expresidente Mariano Ospina Pérez. 

Hugo Escobar Sierra asume la conducción departamental del conservatismo laureanista y Antonio Escobar Camargo orienta al ospinismo. Lamentablemente fallecido de manera prematura, el doctor Escobar es relevado por Alfonso Campo Murcia y Miguel Ávila Quintero a quienes don Manuel acompañó siempre en sus campañas y aspiraciones electorales. 

En el gobierno de la Junta Militar, siendo gobernador del Magdalena el coronel Luis Fernando Millán Vargas y secretario de gobierno el doctor Manuel Cuello Urueta, don Manuel es designado alcalde de Valledupar. No acepta la designación. Es elegido por tres períodos consecutivos como concejal. Fue presidente de la corporación. 

La creación del departamento, la alcaldía mayor y la gobernación dieron nuevo y distinto rumbo a la actividad política de don Manuel. Nace su amistad y admiración por Alfonso López Michelsen. Surge la amistad personal y política con Misael Pastrana Borrero. Ambas fueron indeclinables en el tiempo. 

Al establecerse el departamento, fue, en la actividad política, en la que se dieron las consecuencias más inmediatas. La más importante, de ellas, fue el ascenso, a la jefatura departamental de los partidos tradicionales de algunos dirigentes que venían ejerciendo como jefes locales: Manuel Germán Cuello, José Guillermo Castro, José Antonio Murgas, Crispín Villazón de Armas, José Manuel Daza, Aníbal Martínez Zuleta, Jorge Dangond Daza, Luis Rodríguez Valera, Alfonso Araújo Cotes, Olga Riaño de Valle, Clemente y Efraín Quintero Araújo, Álvaro Araújo Noguera, Adalberto Ovalle Muñoz, Ernesto Palencia Carat y Edgardo Pupo Pupo, entre otros. 

Designado alcalde de Valledupar dudó en aceptar pues tenía una incipiente aspiración a la cámara de representantes para las elecciones que se celebrarían en 1.968 en la nueva jurisdicción electoral. Tomó posesión del cargo y permaneció en él los ocho meses que duró la administración departamental López Michelsen. 

La brevedad del tiempo y la situación financiera del municipio limitaron la gestión oficial. Para abaratar costos buscó la colaboración directa de las comunidades, tanto urbanas como rurales. El aporte de ellas fue, básicamente, en mano de obra. 

En la cabecera municipal, con la colaboración de la Zona de Carreteras en maquinaria, adelantó la apertura de las calles en los barrios marginales o de invasión. En el sector antiguo y central de la ciudad impulsó la pavimentación de las vías. 

Dos obras rurales le proporcionaron especial satisfacción por su impacto social: los acueductos de Patillal y de Atánquez, ambos construidos con el aporte de la mano de obra comunitaria. 

El ingeniero civil Rafael “El Mono” Montero Castro, sobrino político del alcalde prestó su asesoría profesional gratuitamente. Las dos obras se hicieron por administración directa. 

En 1.968 se efectúan las primeras elecciones en la circunscripción departamental. Fueron de las, entonces, llamadas “elecciones de mitaca” en las que, para un período de dos años, se elegían representantes, diputaos y concejales. 

Los primeros representantes electos por el partido liberal fueron: José Antonio Murgas y Aníbal Martínez Zuleta con las suplencias de Jaime Araújo Noguera y Jesús Alejo Durán, respectivamente. 

Por el conservatismo, alianza anapo-laureanista: Jorge Dangond Daza y Cerveleón Padilla Lascarro con las suplencias de Enrique Montañés y doña Olga Riaño de Valle, respectivamente. 

En estas elecciones se perfila la división, para el futuro inmediato, del conservatismo departamental, así: laureanismo liderado por José Manuel Daza; anapismo por Jorge Dangond y Enrique Montañés y ospino – pastranismo, cuya organización y conducción asumiría Manuel Germán Cuello al retirarse de la alcaldía. 

Luis Rodríguez Valera, para la época que nos ocupa, se había desempeñado como secretario de educación del Magdalena en representación del conservatismo valduparense. Adscrito al ospinismo, después de la creación del departamento, comienza a proyectarse como dirigente regional. Lo hace exitosamente. Organiza el Conservatismo Federado del Cesar acompañado, entre otros, por: José Eugenio Martínez, Alfonso Ávila Quintero, José Vicente Lafourie, Nelson Paba García, Alfredo Martínez Mejía, Tomás Rodolfo Mejía Castro y doña Trini Riveira de Monsalvo. 

En agosto de 1.968 el gobernador López Michelsen es nombrado ministro de relaciones exteriores y termina así su etapa como gobernador y la de don Manuel como alcalde mayor. 

Luego de ser alcalde inicia de manera más firme y decidida su proyección departamental, acompañado de su fiel amigo de siempre Marcos Orozco García. 

Va presentando su candidatura al congreso y enarbola la bandera de la candidatura presidencial de Misael Pastrana. 

Poco a poco se fue estableciendo la organización que sería el sustento del movimiento político que orientó por muchos años respaldando, siempre, al expresidente Pastrana Borrero y al Directorio Nacional Conservador. 

En su significativa generalidad los amigos iniciales permanecieron fieles a través de los años y de las vicisitudes de la actividad política y el proselitismo electoral. Procedente de otros sectores, muy valiosos dirigentes con sus seguidores fueron proyectando, cada vez más, al movimiento. Por eso su fuerza política, en su dirigencia y en su base popular, fue siempre en aumento, dándose paulatinamente, en especial, después de su administración departamental. 

La etapa inicial de la proyección electoral de don Manuel culmina en las elecciones celebradas el 19 de abril de 1.970. 

Las candidaturas presidenciales (Pastrana, Sourdis, Belisario, Rojas) condicionaban las candidaturas departamentales para senado y cámara. 

Los escrutinios dieron los siguientes resultados: 

Para senado fueron electos: Crispín Villazón de Armas (liberal pastranista) con suplencia de Álvaro Araújo Noguera; Raúl López Araújo (liberal sourdista) con suplencia de Gil Agüancha; Luis Rodríguez Valera (conservador sourdista) con suplencia de José Vicente Lafourie y Manuel Bayona Carrascal (rojista) con suplencia de Julio César Torrente. 

Para la cámara fueron electos por el liberalismo: Aníbal Martínez Zuleta (pastranista) teniendo como suplente a Rómulo Vargas Ortiz; José Guillermo Castro (sourdista) acompañado por Tobías Murgas Cotes. Por el conservatismo rojista a Leonel Aroca Martínez con José Domingo Uhía como suplente. Por el sourdismo conservador a Ernesto Palencia Carat, siendo suplente Nelson Paba García. 

El conservatismo pastranista había presentado a Jorge Dangond Daza al senado y a Manuel Germán Cuello a la cámara con resultados adversos. 

La campaña pastranista, la liberal y la conservadora, tuvo dos factores adversos en la Costa: el hondo calado e intenso arrastre del populismo rojista y el regionalismo costeño estimulado por la candidatura nacional de un candidato respetable y digno de la presidencia. 

En el departamento la campaña pastranista fue apoyada con gran empeño por el sector liberal orientado por Crispín Villazón y José Antonio Murgas. 

Misael Pastrana es declarado presidente electo por la Corte Electoral. Al tomar posesión designa como ministro del trabajo a Crispín Villazón y a José Antonio Murgas como gobernador. Posteriormente designaría a Murgas como ministro del trabajo al retirarse Villazón de Armas. 

El 19 de junio de 1.971 don Manuel Germán se posesiona como gobernador del departamento. Le toma el juramento el magistrado Joaquín Calderón Oñate, presidente del tribunal. 

Pronunció un discurso ejemplo de humildad, compromiso moral y honradez cuyo sencillo y corto texto es el siguiente: 

“La gran responsabilidad que me asigna el Presidente de la república, doctor Misael Pastrana Borrero, compromete mi total dedicación. Estoy colocado ante expectantes que tienen fé en mis actitudes y acompañan con afectos y esperanzas, pero en el ámbito también hay temerarios que imagino desde ahora tras mi sombra, y aspiro que tras el telón, al final de mi gestión de gobernante, quede en el vacío escenario la estela de mi conciencia sin mancha y el recuerdo de una acción emprendedora, que es lo que demanda el séquito que me acompaña en momento emocional que yo valoro y mido en sus proporciones. Éste es mi propósito para no defraudar al pueblo cesarense, que ávido de mayores servicios aplaude al mandatario de turno cuando llega, y, especialmente para corresponder al señor Presidente de la República, doctor Misael Pastrana Borrero. 

Cómo he valorado este acto del doctor Pastrana Borrero, cómo he afirmado conciencia de la obligación que esto conlleva, cómo he meditado en la rigidez que debo imprimirle a mis actos, cómo he premeditado mi acción de gobierno para encauzarla con acierto. Dentro de esta Sala del Tribunal Superior de Justicia del Cesar, yo comprometo, señores de la audiencia, la claridad de mi vida, mi franqueza y mi carácter, que son el arreo de mi modesta existencia.” 

Para los tiempos de su creación la jurisdicción del Cesar no era consecuente con la realidad. El presidente Rafael Núñez fue reiterativo en el concepto de que la “ley debe ser un trasunto de la realidad natural”. En un sentido amplio este concepto abarca la geografía, la idiosincrasia, las condiciones sociales y económicas, la historia, la situación étnica y cultural, etc. Ayer este pensamiento nuñista era más válido que hoy cuando la cultura de la globalización, las comunicaciones y el mestizaje afortunado superan las diferencias, cada vez, más coyunturales. 

Visto así, el Cesar al momento de su fundación fue parcialmente lógico, que no, en su totalidad. Más lógico fue el proyecto presentado en 1.962 por el representante Alfonso Araújo Cotes porque sus límites comprendían los municipios de Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva pertenecientes a la intendencia de La Guajira y además los municipios ubicados entre Valledupar y Tamalameque inclusive. Es decir, la históricamente conocida como provincia del Valle de Upar. 

No obstante su apoyo al proyecto cesarense, los municipios llamados del sur: Aguachica, Gamarra, González y Río de Oro y algunos de los llamados del centro: Curumaní y Pailitas, se consideraban más identificados en todos los aspectos con los santanderes que con la provincia de Valledupar. Acusaban, además, en común con Chimichagua, Chiriguaná, La Gloria y Tamalameque, fuerte prevención político-administrativa frente a un nuevo, eventual y excluyente centralismo. 

El gobernador Cuello consciente de lo dicho, desde el inicio de su administración privilegió las posibilidades de satisfacer con obras de impacto social y económico las expectativas de esos municipios y también sus aspiraciones a cargos departamen- tales de responsabilidad política y financiera. 

La fuerza electoral del conservatismo del sur y centro era mayoritaria y desde esta perspectiva condicionó, también, la gestión del gobernador que al principio de su gobierno había advertido: “orientaría la acción oficial de sur a norte”. Así lo cumplió y ese conservatismo le fue consecuente en sus campañas políticas posteriores convirtiéndolo en el político conservador con amplias mayorías y respaldo electoral en el departamento. 

Esa decisión político-administrativa fue la pertinente para estimular la cohesión departamental, ausente en los inicios de la nueva entidad territorial. Con los años la moderna civilización de las comunicaciones ha integrado positivamente al departamento. 

Desde su comienzo el gobierno tuvo amplio respaldo político. Contó siempre con el apoyo de los sectores dirigidos por Aníbal Martínez Zuleta, Alfonso Araújo Cotes y Adalberto Ovalle. El grupo liberal conducido por los doctores Murgas y Villazón de Armas a veces sí, a veces no. 

En el Partido Conservador siempre lo respaldó el ospino- pastranismo y el sector (Movimiento de Salvación Nacional) dirigido por José Manuel – Ney – Daza. 

El conservatismo federado fundado y orientado por el doctor Luis Rodríguez Valera por más de dos años hizo frontal oposición. Finalmente, con olfato político y gallardía, por documento fechado el 1 de febrero de 1.973 resuelve “otorgar reconocimiento a la importante obra de gobierno” y en consecuencia apoyarla”. 

Cuando en agosto de 1.974 el gobernador Cuello hace entrega del cargo al gobernador designado doctor Luis Roberto García, se encontraba rodeado del respaldo político de los Partidos Liberal y Conservador en su integridad. 

Como acción primera de gobierno se impuso la meta de lograr el saneamiento fiscal para hacer viable los programas en obras. El 31 de diciembre de 1.971 el departamento se encontraba al día en sus obligaciones. La asamblea dio aprobación a los presupuestos correspondientes a las vigencias de 1.972, 1.973 y 1.974. Al hacer entrega del gobierno el departamento no tenía deudas vencidas y gozaba de superávit. 

El aporte financiero de la lotería La Vallenata permitió una muy significativa inversión en infraestructura de salud. Las gerencias de Guillermo Baute Pavajeau y Carlos Vidal Brugés ubicaron a La Vallenata en alto nivel de prestigio y eficiencia. 

En las elecciones de 1.970 diversos populismos aprovecharon habilmente el descontento social. El presidente Pastrana Borrero se percató de ello y captó el mensaje. Concibió como lema de su gobierno: “Frente social: objetivo, el pueblo” que concretó en las Cuatro Estrategias, su plan de gobierno, elaborado con la asesoría del tratadista y maestro de las ciencias económicas Lauchlin Currie. 

En las elecciones de 1.972 los partidos tradicionales consiguieron un total triunfo electoral. La demagogia fue ampliamente derrotada. Muchos años después en una de múltiples charlas con Rodrigo Llorente Martínez ministro de hacienda del gobierno Pastrana Borrero, le indagué sobre cuál fue el factor determinante para que se diera el colapso electoral del populismo en el breve lapso de dos años. Me contestó: la aplicación de la doctrina de la “revolución de las pequeñas cosas”. 

La administración departamental fue consecuente con la inquietud social del gobierno nacional. En la elaboración de sus planes de inversión ella fue su consideración básica. 

En el volumen memorias de gobierno – administración departamental – junio de 1.971 a junio de 1.974 – aparece la relación detallada de las obras en centros de salud, hospitales, mataderos, escuelas, colegios, hogares para niños campesinos, acueducto, centros de capacitación, parques, arreglo de calles, redes eléctricas, reparación de templos, cementerios, cuerpo de bomberos, casas de la cultura, granjas agrícolas. 

Para 1.971 el departamento carecía de la maquinaria y los equipos necesarios para la construcción y mantenimiento de vías. Con un crédito de 15 millones de pesos se adquirieron: buldóceres, volquetas, motoniveladoras, retroexcavadoras, cargadores y demás equipos necesarios para la apertura de los caminos y carreteras que unieron las veredas y corregimientos con las cabeceras municipales. A las zonas agrícolas de la Cordillera Oriental se llevaron vías de penetración. Las zonas cafeteras del Plan y de Manaure debidamente comunicadas con Valledupar aumentaron el potencial comercial cafetero de la capital. 

La crisis energética era general en todo el departamento. Con excepción de González y Río de Oro, los municipios vivían en la oscuridad. 

Río de Oro y González, cercanos a Ocaña, se encontraban interconectados con Centrales Eléctricas del Norte (Santander del Norte). Con sentido común el gobierno gestionó la conexión de Gamarra y Aguachica a esa red. Hechos los estudios se firmaron los documentos del caso y a los pocos días se iniciaron los trabajos que, en poco tiempo, culminaron satisfactoria- mente. 

Para los demás municipios la solución se percibía más lejana pues dependía de la interconexión nacional. Se hizo, entonces, la gestión con la presidencia de la república. El presidente Pastrana dispuso la donación de 8 plantas que fueron instaladas por el departamento en: El Copey, Chimichagua, Chiriguaná, Curumaní, La Jagua de Ibirico, La Gloria, Tamalameque y Pailitas. Así quedó solucionado el problema energético en las cabeceras municipales, excepto Valledupar. Con recursos departamentales se ubicaron plantas eléctricas en casi todos los corregimientos. 

Por su inmediato impacto social, estimo que tres obras merecen especial consideración: 

En el poblado indígena de Las Cuevas, ubicado cerca de Pueblo Bello, en estribaciones de la Sierra Nevada, se levantó, con recursos nacionales y departamentales, el llamado Centro Educativo y de Capacitación para atender la población nativa. El Centro comprendía un puesto de salud. El departamento lo construyó por administración directa bajo la dirección del arquitecto Francisco Ramos Pereira, secretario de planeación. La dotación se hizo con recursos departamentales. 

La Casa del Abuelo o Ancianato. A instancias del padre Diego Pérez y de doña Rosita Dávila, se logró que la comunidad Hermanitas de los Pobres asumiera la administración de la institución. La obra concebida por la primera dama la hizo realidad el gobierno departamental. 

El Centro de Capacitación para Adultos destinado a la preparación de personas mayores en diversos artes y oficios. Las i nstalaciones se construyeron con r ecursos departamentales. La dirección técnica y dotación la hizo la Fundación Konrad Adenauer. En la presidencia de Belisario Betancourt por conducto del Instituto Colombiano de Construcciones Escolares – ICCE – bajo mi dirección nacional, se lo dotó de talleres de mecánica, carpintería, fundición, cocina, elementos de física y química, etc. Llegó a ser, en su género, la institución mejor dotada del país. 

A esta obra dedicó, también, especial empeño doña Rosita. De hecho la comunidad le puso su nombre. El gobernador se negó rotundamente a formalizar la decisión. Meses después, don Efraín Quintero Araújo, como gobernador encargado por varios días y en ausencia del titular expidió el decreto por el cual se denominó a la institución Centro de Capacitación para Adultos Rosita Dávila de Cuello. 

En materia de educación la obra más trascendental fue la creación del Instituto Técnico Universitario del Cesar – ITUCE 

–. Su primer rector fue el doctor Parménides Salazar y Gloria Castro Maya la secretaria general. Luego sería rector el doctor Alonso Fernández Oñate. 

El doctor Jaime Murgas Arzuaga, siendo representante a la cámara, presentó un proyecto de ley por el cual se elevó el ITUCE al rango de universidad. Así nació la Universidad Popular del Cesar. 

Se crearon colegios para educación secundaria como el José Eugenio Martínez, los agropecuarios de El Copey y de Pailitas y los de bachillerato de Aguas Blancas, San Diego, Patillal y El Paso. 

El edificio de la gobernación lleva el nombre del exgobernador y expresidente Alfonso López Michelsen. Durante la administra- ción Cuello por permuta con la nación se adquirió el lote; se hicieron los planos; se adjudicó la licitación y al finalizar el gobierno se encontraba en su totalidad hecha la obra negra. En la segunda administración del doctor Araújo Cotes se ejecutó la obra gris y en la del doctor Murgas Arzuaga se hicieron los acabados para quedar al servicio de la administración, la nueva sede gubernamental. 

En la Sierra de Mariangola habitaba y deambulaba una significativa y dispersa población campesina. La disgregación dificultaba la prestación de los servicios públicos y negaba las ventajas de la vida en comunidad. El gobernador intuyó un eventual problema social y humano con posibles repercusiones en el orden público. Resolvió solucionar el problema y para ello el departamento adquirió un predio rural de 40 hectáreas. Se trazaron las calles y la plaza, se loteó, se construyeron el puesto de salud y la escuela, las instalaciones para la policía y para la autoridad civil. Finalmente se ubicaron los campesinos dispersos en la zona. Años después la comunidad llamó al pequeño caserío “Villa Germania”. 

La Acción Comunal bajo la dirección del profesor Víctor Meza Bornachera prestó ayuda imponderable en la ejecución y puesta en marcha de los programas culturales, de obras civiles y de desarrollo de la conciencia comunitaria. 

En el libro Mis Recuerdos, luego de dialogar sobre la vocación social del gobierno Pastrana Borrero, yo le pregunté sobre el origen de su aprecio por la inversión y los programas de fines básicamente sociales. Me respondió, así: 

“A mí me llenan de mucha complacencia y satisfacción las obras de contenido y fines sociales. Es así por las circunstancias en que transcurrieron los años de mi infancia y de mi juventud en comunidades marginadas y carentes de los medios para un buen vivir”. 

Finalmente, sobre la administración de don Manuel, es de resaltar, las armoniosas y constructivas relaciones con la asamblea departamental de los períodos 1970 a 1972 y de 1972 a 1974. 

Los resultados electorales del 19 de abril de 1970 llevaron a la conformación de una asamblea políticamente adversa al gobierno integrada por tres pastranistas, seis sourdistas y seis anapistas. 

No obstante en 1971, la asamblea, aprobó por unanimidad y por primera vez el proyecto de presupuesto presentado por el gobierno para la vigencia fiscal de 1972. 

El 16 de abril de 1972 se llevaron a cabo “elecciones de mitaca”. La asamblea quedó conformada por seis liberales, cinco conservadores, tres anapistas y uno de Unidad Popular. Al comparar los resultados de 1970 con los de 1972 se observa un evidente triunfo de los partidos tradicionales y una irreversible decadencia de la oposición. Así fue en el Cesar y, en general, en todo el país.

Manes de la “revolución de las pequeñas cosas”. 

En abril de 1974 se celebraron las elecciones presidenciales para el período 1974-1978. Fueron candidatos los doctores Alfonso López, Álvaro Gómez y doña María Eugenia Rojas. En El Cesar, como en todo el país, el electorado favoreció ampliamente al doctor López Michelsen. A don Manuel satisfizo el triunfo electoral del doctor López, el amigo siempre cálido y afectuoso. 

El doctor Luis Roberto García fue designado como nuevo gobernador y a él hizo don Manuel, siendo el decano de los gobernadores, transmisión del mando en agosto de 1974. 

Al salir del gobierno se involucra de lleno en la actividad política. 

Pastrana Borrero luego de la presidencia fue asumiendo prudentemente, poco a poco, la jefatura del conservatismo. Álvaro Gómez Hurtado fue su contradictor. Pensador ilustre por muchos títulos, es el único colombiano que sin haber sido presidente era tratado y distinguido como tal; fue portador de extensa y profunda cultura. 

Pastrana fue dirigente de acción y pensamiento. Como tal, desde la tribuna conservadora, abogó por lo social y por la ecología. En “Mis Recuerdos” consigné la siguiente opinión sobre su inclinación ideológica: “Durante más de treinta años él proclamó, desde una perspectiva humanística, su oposición a la distorsión ocasionada por el culto al crecimiento económico sin fines sociales. Luchó porque la economía y la técnica estuviesen al servicio y a la escala del hombre inspirado básicamente en las encíclicas papales, valorando la ecología, el enriquecimiento del recurso humano por la educación y la salud, la utilidad de la descentralización y la autonomía regional”. 

En favor de esas convicciones convenció al partido de adoptar una posición ideológica consecuente con ese acervo doctrinal. Fue la época del Partido Social Conservador. 

En 1.993 una junta de parlamentarios conservadores tomó la decisión política e históricamente absurda y torpe de suprimir la connotación social en el nombre del partido. En mi condición de secretario general del Partido Social Conservador fui testigo presencial de esa barbaridad y en mi intervención en la junta de parlamentarios dejé constancia de ello. 

Don Manuel inicia una nueva etapa en su vida política, siempre con la dirección nacional de Pastrana y consecuente con la inclinación social de su gobierno departamental y de la administración nacional del expresidente. 

Al reiniciar su actividad política y electoral su meta era el congreso. No era inquietud nueva. Siendo, aún, estudiante acompañé a don Joaquín Campo Maya y a don Manuel como delegados que fuimos a la convención departamental conservadora celebrada en Santa Marta en diciembre de 1965. Hicimos algunas aproximaciones tendientes a concretar la aspiración, del conservatismo vallenato, a la cámara. No fue posible porque cuando la convención se instaló ya todo estaba convenido. 

Como ya está dicho su meta era las elecciones nacionales de 1.978. Estando en esas, un grupo de jóvenes conservadores, entre ellos: José Alfonso Martínez, Alais Habib Molina, Álvaro Toscano Salas, José Manuel Aponte Martínez y Roberto Martínez Torres con deseos de participar activamente en la política departamental, me expusieron la inquietud de pedirle a don Manuel que prestará su nombre como bandera para las elecciones próximas a celebrarse para elegir nueva asamblea departamental. Mi opinión fue que ellos, directamente, tenían que abordarle el tema a don Manuel. Así lo hicieron y él con el ánimo de ayudar a esa juventud aceptó con la condición de que uno de ellos fuese su suplente. Escogieron a Álvaro Toscano que actuó de 1976 a 1977; luego actuó el principal. 

Así, sin proponérselo, fue diputado luego de ser gobernador. 

En 1978 se realiza su aspiración al congreso. Es elegido al senado de la república en alianza con el sector alvarista o Movimiento de Salvación Nacional. Su suplente fue don Jorge Dangond Daza. 

En 1982, al final del período, su decepción con el trabajo parlamentario era total. En “Mis Recuerdos” manifiesta expresamente: “Definitivamente, mis costumbres y cultura laborales fueron incompatibles con el estilo imperante en el congreso”. 

Con su apoyo y en representación del sector pastranista presenté mi candidatura al senado. Una alianza del Conservatismo Federado y el Movimiento de Salvación Nacional respaldó la prestigiosa aspiración de Luis Rodríguez Valera. Ambos fracasamos en el intento electoral. Fueron elegidos por el conservatismo, a la cámara, Alfonso Campo Soto y Jaime Murgas Arzuaga. 

En 1986 Alfredo Cuello y Alfonso Campo Soto son electos a la cámara de representantes. 

En las elecciones posteriores de 1.990, 1.991, 1.994 y 1.998 Alfredo Cuello es reiteradamente electo a la cámara por el pastranismo. 

En 1.990 fue la última vez, hasta ahora, que el conservatismo cesarense elige senador. En ese año no obstante su expresa y reiterada negativa don Manuel se ve precisado a aceptar la candidatura al senado insistentemente ofrecida por la voluntad mayoritaria del partido. Accede para superar la división conservadora al senado que garantizaba la derrota. Alfonso Campo Soto, como suplente, es su compañero de fórmula. 

Ese congreso elegido en 1.990 es revocado por la constituyente de 1.991. 

Su nieto Alfredo Ape Cuello Baute es elegido representante en los comicios de 2.002 y reelegido en las elecciones de 2.006. El 20 de julio de ese año la cámara lo designa como su presidente. 

En la administración pública también han figurado sus nietos: María Isabel Campo Cuello, Manuel Guillermo Cuello Baute y Adela María Maestre Cuello. María Isabel fue secretaria general del ministerio de Desarrollo y del ministerio de Comercio, Industria y Turismo, además cónsul en Sídney (Australia); Manuel Guillermo se desempeñó como Superintendente Nacional de Notariado y Registro y Adela María fue comisionada en la Comisión Nacional de Televisión, cónsul en Santiago de Chile y actualmente es la embajadora de Colombia en la república del Paraguay. 

En 1.990 se retira del protagonismo directo y personal pero conserva su activismo político brindando orientación y apoyo al conservatismo y sus candidatos. Fue así como en 1.990 apoyó la candidatura presidencial de Rodrigo Lloreda Caicedo; en 1.991 la lista del Partido Social Conservador para la constituyente encabezada por Misael Pastrana Borrero y luego la lista al Senado encabezada por Andrés Pastrana y posteriormente sus candidaturas presidenciales en 1.994 y 1.998. Para el período 2002-2006 el conservatismo no tuvo candidato a la presidencia, don Manuel apoyó, entonces, a Álvaro Uribe Vélez. 

Se interesó más y directamente en asuntos de carácter local. Formó parte de varias juntas directivas, entre ellas, Banco de la República, Empodupar y Caja Agraria. Volvió a la actividad leonística. 

Con rigurosa constancia se hizo columnista de El Pilón. Semanalmente trataba temas muy variados: históricos, políticos, sociales, gremiales, económicos, éticos, etc. Sus escritos se han editado en un libro, patrocinado por Comfacesar, que con el título de “Testimonios” se presentó al público lector para conmemorar los cien años de su nacimiento. 

En esta época de su más tranquilo retiro tres hechos luctuosos contradijeron su satisfactoria existencia: 

El 21 de agosto de 1997 fallece en Bogotá Misael Pastrana Borrero. Al tiempo con el pesar causado por la partida del amigo surgen, en él, añoranzas por aquellos momentos alegres, de satisfacciones y de triunfos y hasta de contrariedades que constituyen los acaeceres de su apreciada actividad pública y política. 

Los otros dos hechos fueron la muerte de Armando Maestre y la de su entrañable Rosita. A ellos se refiere en “Mis Recuerdos” de la siguiente manera: 

“El 7 de octubre de 1995 un grupo de delincuentes, en la vía Valledupar – Las Raíces, emboscó y asesinó a mi yerno Armando Maestre Pavajeau. Este hecho me produjo una gran tristeza y un fuerte dolor e inconformidad que aumentaban en la medida en que percibía el sufrimiento de Gloria y de mis nietos….”. 

“Rosita falleció el 19 de marzo de 2002, día de San José el santo de su gran devoción. Su muerte marca un quiebre en mi vida. El recuerdo de su amor, de sus virtudes y de su abnegación cubren, casi en su totalidad, las vivencias de mi existencia presente. Vivo con el cariño y el cuidado de los hijos que ella me dejó. Sin ella no hubiera alcanzado lo que en la vida he logrado”. 

En 1.999 Jaime García y Ligia se trasladan a Valledupar. Fijan su residencia haciendo compañía a don Manuel y a Chita, brindándoles protección y cariño en sus últimos años. 

Don Manuel fue distinguido con más de treinta condecoraciones, entre ellas: Caro y Cuervo del Partido Social Conservador, al Mérito Agrícola y Pecuario del departamento del Cesar, la Hernando de Santana del municipio de Valledupar, Club de Leones, Orden de Santa Bárbara del Ejército Nacional, 450 años del municipio de Valledupar, María Concepción Loperena del municipio de Valledupar, Honor y Mérito de la Policía Nacional, Orden de la Democracia Simón Bolívar en los grados de Comendador y Gran Cruz del Congreso de la República. 

En momentos que se dirigía al periódico El Pilón para hacer entrega de la que sería su última colaboración fallece, por falla cardíaca, el 15 de noviembre de 2006.


Don Manuel y Doña Rosita

Don Esteban Cuello y doña Margarita con sus hijos.


Don Manuel Germán y doña Rosita con sus hijos

Don Manuel y doña Rosita con sus hermanos Armando y María Elisa, Esteban y Sonia.

Don Manuel y doña Rosita con su hijo Alfredo Cuello Davila. 

Don Ney Daza, presidente Pastrana Borrero, don Manuel y doña Rosita

Alfonso Araújo, Aníbal Martínez, don Manuel y don Jorge Dangond.



Los exgobernadores Pepe Castro y Manuel Germán Cuello. 

De izquierda a derecha Luis Rodriguez Valera,Gobernador departamento del Cesar;Manuel German Cuello Gutièrrez,Senador de la República;Afranio Restrepo Cordoba,Alcade de Valledupar;Gonzalo Mindiola,Vicepresidente del Concejo de Valledupar;Cèsar Emilio Sànchez Vàsquez,Presidente del Concejo Municipal de Valledupar y Hernando Riaño Araujo, Secretario del Concejo Municipal. Fotografía captada en el Recinto del Concejo municipal de Valledupar, año de 1983.


Jaime Calderón Brugès
Autor de la Biografía.

Referencia bibliográfica: 

“Mis Recuerdos”: Diálogos de Manuel Germán Cuello con Jaime Calderón Brugés. 

César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.