Simón José Serrano Griego
1874-1939
El sacerdote,el maestro,el hombre.
Nació el 28 de octubre de 1874 en Riohacha, La Guajira y murió en El Molino el 8 de noviembre de 1939; hijo de don José María Serrano y doña María Concepción Griego. Había llegado al pueblo de El Molino, después de terminar sus estudios eclesiásticos el 11 de marzo de 1894. El excelentísimo señor Rafael Celedón,oriundo de San Juan del Cesar, a la sazón prelado diocesano de Santa Marta, le había asignado para iniciar su sacerdocio, la parroquia de San Lucas, de El Molino.
El padre Simón José Serrano egregio sacerdote de la Región Caribeña, fue gloria y prez de nuestro país, principalmente en la Guajira. Según nos expresa el profesor Ricardo González Herrera, en su obra Huellas en el sendero, lo siguiente: “Había llegado al pueblo por el año de 1894.Era aún muy joven, frisaba en los 24 años. El lugar señalado para iniciar sus actividades eclesiales, le abría amplio campo de acción. ¡Cuánto interés debió suscitar en el pueblo la llegada del nuevo sacerdote para asumir el mando parroquial!. Lo acompañaba su madre, doña concepción Griego y su tía Salvadora Griego, quienes habían llegado de Riohacha, su tierra natal, para acompañar al joven levita en su llegada al pueblo que lo recibió con grandes muestras de júbilo y alegría…Se cumplía así un viejo anhelo en el lugar, de tener en forma permanente su propio guía espiritual. Los asuntos pertinentes a la administración de la parroquia a la llegada del padre Serrano, eran atendidos, en calidad de encargado, por el padre Silvestre Daza, cura párroco de Villanueva.
Fácil es comprender el impacto que debió causar en el pueblo la llegada de quien había sido nombrado para regir su propio destino en los asuntos religiosos. Aún se conserva vivo el recuerdo entre los que han sobrevivido a esa época, de la celebración de aquella su primera Misa, rodeado de la feligresía molinera, que observaba con regocijo oficiar al joven sacerdote. Su voz penetrante, su solvente vitalidad y su oratoria sagrada hacían más atrayentes sus pláticas y sermones desde el viejo púlpito colonial que dominaba el templo.
Como cantor fue siempre admirado por cuantos les escuchaban, lo que daba mayor realce a las celebraciones solemnes que presidía. Tal fue el acervo con el cual se destacó entre sus feligreses, con esa fluidez de palabra con que solía cautivar la atención de sus oyentes. Rasgos estos que hacían contrastes con su lozana juventud, su trato afable y Cortés, su recia personalidad, su andar pausado, sombrero forrado de felpa y sotana color oscuro. Encontrábase en esa edad cuando aún resplandece en la lejanía del horizonte la sonrosada estrella que ilumina y embellece como un salmo de esperanza, los caminos de la vida en el transcurrir del hombre por este mundo.
Pasadas ya aquellas primeras impresiones de su llegada, todo iba tomando su ritmo natural en medio de la expectativa y el interés creciente por los asuntos de la iglesia, lo que se reflejaban un mayor entusiasmo y alegría en los feligreses.”
El Sacerdote, su influencia, perfil humano.
“Eran la vida y las costumbres de la época, tranquilas y apacibles que compartían entre si todos los moradores, dentro de una gran solidaridad humana. Tiempos propicios en que podían fructificar fácilmente las enseñanzas impartidas por el clérigo, como fiel operario en aquella pequeña porción de la viña del Señor.
El padre Serrano se iba destacando como la figura central en la vida del pueblo, con el respeto y consideración que todos le profesaban, movidos tal vez por la costumbre y tendencia de la época de ver en el sacerdote un ser mítico dotado de atributos superiores.
De carácter alegre y entusiasta, cuán difícil le debió ser sustraerse a los halagos y placeres de la juventud. Cuantas luchas espirituales debió librar en un medio que, desprovisto por mucho tiempo de la influencia de un sacerdote de carácter permanente frente a la parroquia, se veía cometido dada su prestancia y sus calidades humanas, a las más variadas incitaciones personales, propias de la temprana edad, que tienden a doblegar la voluntad, en abierta oposición a los más nobles y elevados intereses del espíritu. De un natural afable, seguía siendo el hombre pobre y sencillo que lo caracterizó siempre.”
Es de anotar que este gran sacerdote tenía una serie de anécdotas que lo hicieron aún más famoso. Citaremos algunas de su colección: El cura tenía un alambique de su propiedad ubicado en la carrera tercera barrio centro, cercano a la iglesia. Temprano en la mañana, los domingos se tomaba un par de tragos de chirrinchi y se encaminaba hacia la iglesia. El sacristán lo esperaba en la puerta de la Ermita, le colocaba la sotana y el cura daba su santa misa, pero con un canto y oratoria nunca visto y oído por feligrés alguno. Es decir, algo divino. Al terminar la misa el padre serrano entregaba la sotana al sacristán y en la puerta exclamaba, ahora si soy un hombre ¡No joda!.
El Gigante de la acequia de El Molino.-
Siendo rector de la Escuela Vocacional Agrícola, hoy día Institución educativa Ismael Rodríguez Fuentes, en reunión de padres de familia, el señor Carlos Oñate (ya fallecido) manifestó que debajo de los ceibotes que están en la acequia del pueblo, frente al patio de Rumelia Argote, salía un gigante y buen día se pusieron de acuerdo unos cuantos jóvenes para capturar al citado gigante.
Se ubicaron cada uno en sitios estratégicos con una pila de piedras al lado, ocultos en la maleza y cuando llegó la hora esperada, más o menos las 7 a 8 de la noche llegó el padre Serrano con un envoltorio debajo del brazo y se colocó de bajo del árbol, luego comenzó a alzar un armazón y él se metió en compañía de una muchacha y eso determinó la existencia del famoso y temeroso gigante de la acequia del pueblo.(Versión escrita de Rafael González Maestre).
El padre Serrano había sido trasladado a otros pueblos del Cesar y de la Guajira, para ocuparse de sus oficios religiosos y su salud lo abandonaba.
Continua su relato el profesor Ricardo González Herrera: “Ya en plena madurez su salud era cada vez más precaria. La necesidad de sentirse bien atendido lo hacía pensar más en la tierra de sus recuerdos. En tales circunstancias siempre se anhela sentirse entre unos brazos cálidos de afecto y de ternura capaces de mitigar las más duras pruebas. Son los cuadros que la vida ofrece en los trances difíciles, cuando el alma debe encontrar un derrotero hacia el destino final a que ha sido llamada. Su pasado lo había confiado en manos de Dios y solo debía ocuparse en sus relaciones con el Altísimo. Sus facultades mentales se conservan latentes, aunque la memoria empezaba a fallar. Se requería un reposo y ningún lugar más apropiado que la tierra donde aún conservaba sus afectos".
Su traslado al Molino. La salud se deteriora.-
“Por esa época no existía ningún centro asistencial en la región y tuvo que ser trasladado al Molino con su salud muy deteriorada. Fue alojado en casa de familia bastante allegada. Allí estuvo rodeado del aprecio y atenciones del pueblo, donde día a día iba consumiéndose a la vista de todos. La esperanza de recuperación era muy incierta… ¡Cuantas y cuan variadas ideas debieron pasar por aquella mente abrazada por la fiebre, con la clarividencia que da la proximidad de la muerte! ¡Como seguiría resonando en su mente las palabras que marcaron su vida: Tú eres sacerdote para siempre.!
Muchas personas se veían desfilando a presenciar la última enfermedad del sacerdote y a expresarle de esa manera, su último adiós. Monseñor Manuel Antonio Dávila, de la parroquia de San Juan del Cesar, encargado de la parroquia de El Molino, visitaba frecuentemente al sacerdote. En una de esas visitas le preguntó si quería que le llamara al obispo de Riohacha para que lo confesara. El padre Serrano ya sin fuerzas, alzó con dificultad la mano, abrazado por la fiebre, señalando hacia el cielo. Parecía indicarle que se acogía a la justicia divina que prevalece sobre la tierra.
En aquel instante debió pasar por su mente el pasaje del libro de Isaías: “Venid pronto y estemos a cuenta. Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí vendrán a ser como blanca lana”. ¡Oh maravilla de la grandeza de la fe cristiana. Cuan insondable son sus designios.! En su pálido rostro se reflejaba la calma que precede a la proximidad de la muerte. Nunca estamos más cerca de Dios que cuando, despojados de todo lo que hizo grata la vida, es más inminente el tránsito a lo desconocido, cuando el alma, como en un lejano atardecer, ve descorrerse el velo misterioso en los umbrales de la eternidad.
Los últimos momentos.-
La fiebre aumentaba y todo hacía pensar que el fin estaba próximo. La lucha con la muerte se hacía más patética; su semblante expresaba una calma y una serenidad profunda que iluminaba su rostro, señal inequívoca, de que se acercaba la hora del fatal desenlace. ¡Que hermosa es la muerte del cristiano, considerada esta como la más bella de todas las aventuras. La despedida de los seres amados, en el viaje final, es a la vez, la más dulce y la más conmovedora de todas las despedidas. Corazones partidos, pero iluminados con los destellos de las dulces esperanzas inmortales.
Deudos y amigos rodeaban el lecho del moribundo. La respiración se iba haciendo más entrecortada y al amanecer del 8 de noviembre de 1939, a la edad de 69 años, en casa de su gran amigo Manuel Jiménez Granadillo, expiraba el padre Simón José Serrano Griego;(La casa de Manuel Jiménez estaba ubicada en la esquina donde está hoy el Palacio Municipal de El Molino. Es de anotar que la madre del Padre Serrano, doña María Concepción Griego, le acompañó en sus últimos momentos. Profunda conmoción se notaba entre los que presenciaban los postreros momentos del que había sido pastor, compañero y amigo por más de 39 años.
“El cuerpo sin vida fue trasladado al templo donde tantas horas memorables presidió en medio de su grey. Allí permaneció en cámara ardiente. Un copioso aguacero nublo la tarde y toda la noche; el pueblo acompañó los despojos mortales con muestras del más hondo dolor, Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes, encargado de la Parroquia, se hizo presente desde San Juan del Cesar con otros acompañantes, para las honras fúnebres. El pueblo acompañaba el sepelio, en medio de un profundo silencio contemplativo.
El sacerdote musitaba sus oraciones fúnebres hasta la llegada al cementerio. Un sencillo panteón estaba dispuesto para recibir el venerado despojo del padre Serrano. Monseñor Dávila pronunció con la majestad de su investidura, sin ocultar la emoción que lo embargaba, su despedida que conmovieron aún más a todos los concurrentes en el luctuoso acto, haciendo énfasis en el siguiente epilogo: “No permitáis, queridos molineros, que sobre esta tumba se cumplan las palabras del poeta: “Dios mío que solos y tristes se quedan los muertos…”. De los ojos del clérigo se desprendieron algunas lágrimas y entre los asistentes en las honras fúnebres había sollozos entrecortados!
Corrió el tiempo, la intensidad de aquellos días seguía siendo tema de meditaciones y sobre la fría losa que cubría los despojos mortales, el visitante que allí se detenía podía leer, no sin que un sobrecogedor suspiro detuviera la respiración en un suspenso del alma.”
El padre Simón José serrano Griego, antes de su muerte ocurrida el 8 de noviembre de 1939, en El Molino ya había dejado para la posteridad numerosos y prestigiosos descendientes que han hecho honor a la tierra que los vio nacer.
Con la señora Juana Bautista Amaya, tuvo los siguientes hijos: Josefa Elvira Serrano Amaya y María Concepción Serrano Amaya.
Josefa Elvira Serrano Amaya se casó con Alfredo Celedón Martínez, procreando los siguientes hijos: Servelión, Cristina (Cheve), Josefa Bautista (La mona), Georgina del Rosario (La zona), Simón Alfredo (Paye), Dolores Elvira Celedón Serrano (La rica).
Con la señora Eladia Vence, tuvo a los siguientes hijos: Luisa Elena Serrano Vence,Pedro Simón Serrano Vence y Luis Antonio Serrano Vence.
Luisa Elena Serrano Vence es la madre de: Arturo Elías, Elsa Cristina, Álvaro de Jesús, Luis Rafael, Ismael y Eladia Rodríguez Serrano.
Con una señora apellido Jiménez, tuvo a: Ceilia Agustina Serrano Jiménez, quien se casó con Luis Gregorio Jiménez Vence; de esta unión nacieron: Remedio, Simón José, Miguel, Segunda, Herminia, Delimiro, Víctor y Rosa Serrano Jiménez.
El presbítero Simón José Serrano, es también el padre de Isabel Catalina Serrano.
Imágenes de los prelados que influyeron en la vida del padre Simón José Serrano Griego.
El obispo Rafael Celedón Ariza,prelado que influyó en la educación religiosa del padre Simón José Serrano.
Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes,prelado que presidió las honras fúnebres del sacerdote Simón José Serrano.
Autor de la biografía: Azael de Jesús Ramirez Sánchez,Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar.
César Emilio Sánchez Vásquez
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia.
Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.
Apéndice de la Biografía
"Ministro que dice misa"
Escribir sobre este personaje se convirtió en una obsesión. A las personas a quien acudimos buscando información les notamos un cierto hermetismo y recelo.
Resolví entonces viajar a varias poblaciones del vecino departamento de la Guajira, donde también encontramos la misma situación. Gracias a unos amigos molineros residenciados en esta ciudad, logramos hacer contacto con ancianos de esa localidad.
Por tratarse de un sacerdote de la región, quiero aclarar a sus familiares que mi único talante es resaltar a un personaje que, en su paso por la vida terrenal, engalanó una página más de nuestra historia, al igual que enriqueció a la tradición oral con sus actos. De modo que nadie debe darse por aludido.
Pedro Simón Serrano (el Padre Serrano) nació en Riohacha a comienzos del primer lustro de 1860, ofició su primera misa en la población de El Molino en 1895, ganándose desde entonces el respeto y admiración de todos sus habitantes, convirtiéndose así, en líder espiritual y Cacique liberal. Gozaba de una portentosa voz que le permitía predicar sin necesidad de altavoces, también tocaba el armonio y cantaba con una voz tan melodiosa que enloquecía de amor a muchas damas que asistían a la iglesia.
Este siervo de Dios era un hombre común y corriente: sentía sed, hambre y, desde luego, deseos por una hermosa mujer, así que su único pecado fue romper el celibato que le impuso su iglesia y tomarse sus traguitos cuando la ocasión lo ameritaba.
Heroína Araujo fue la primera mujer que se le conoció, con ella no tuvo descendencia a pesar de que vivieron públicamente por muchos años. Eladia Vence, quien era una mujer casada, si le dio cuatro hijos, tres varones y una hembra, logramos en nuestra investigación sólo conocer el nombre de tres: Pedro Simón, Luis Antonio y Luisa. Al igual que su padre, Luis Antonio tocaba muy bien el armonio, de modo que ir a misa era un espectáculo. Mientras Luís Antonio tocaba el armonio con una maestría heredada de su progenitor, el padre predicaba y sus mujeres cantaban en coro.
El padre Serrano tuvo catorce hijos en El Molino, y uno en La Paz, cuando fue trasladado por sus superiores, por quejas de algunos maridos despechados, anteriormente sus superiores le habían ordenado quitarse la sotana, a lo que respondió, que no se la quitaba, porque él la compró con su plata.
En asocio con su hijo mayor Pedro Simón, tuvo un alambique donde destilaba chirrinchi (alcohol) para el comercio y para su consumo personal, en una ocasión el resguardo de Riohacha, llegó de sorpresa y le decomisó los utensilios, fue así que el monstruo del acordeón de entonces, Chico Bolaños, le compuso el famoso merengue “El Padre Serrano”, donde una de sus estrofas dice:
“Lo dice el Padre Serrano
Ministro que dice misa
Bastante palo en el monte
Para reponer las pipas”.
Ya viejo, enfermo y añorando sus amores prohibidos, pide que lo trasladen de nuevo a El Molino, donde muere en 1940. Cuentan que el día anterior de su muerte, en las afueras del pueblo, el guacaó cantó largo y triste, y por la noche la palomita de la muerte no cesó de cantar. El ambiente húmedo y sombrío atisbaba una gran tormenta, de tal manera que, cuando llegó el momento final, Luis Suarez, el loco del pueblo, comenzó a gritar y a tocar de puerta en puerta: “Se murió el Padre Serrano, se murió el padre serrano…” y comenzó a caer el aguacero más grande que se haya conocido en la región. Los caños y los ríos crecieron tanto que, todavía en algunos árboles viejos, se nota la zona por donde llegó el agua.
A su sepelio llegó gente de toda la provincia de Padilla, y el cortejo fúnebre fue acompañado por la banda del profesor CILIÉ, procedente de Riohacha.
Después de la muerte del padre Serrano, el obispo de santa Marta castigó al pueblo de El Molino, dejándolo sin sacerdote por más de diez años, por haber accedido sus mujeres a las pretensiones prohibidas para un clérigo. Solamente en casos especiales, iba el padre Dávila de San Juan del Cesar, hasta que Monseñor Roy y Villalba nombró como párroco al padre Rafael Antonio Sierra.
El día de su llegada, el ramal del camino fue arreglado de lado y lado con matas y flores, y se designó al profesor Ricardo Gonzalez (Q. e. p .d.) para abrir el evento con un discurso de recibimiento. Sus palabras se refirieron a la parte espiritual: “Reverendo Padre Sierra, los Molineros esperamos que continuéis con la magna obra del padre Serrano”. Entre el público se encontraba Chayo Núñez acompañada de dos nietas adolecentes, e inmediatamente exclamó “¿Qué está diciendo ese hombre?”. Luego, dirigiéndose a sus nietas, les dijo: “Lo que es, a ustedes me las llevo de aquí, porque yo sé lo que va a pasar de aquí pa´lante”
Autor: Arnoldo Mestre Arzuaga
La responsabilidad sobre este escrito:"Ministro que dice misa," es exclusiva de su autor.
Nota: Al terminar la lectura de cada biografía, encontrarás el signo de google g +1.
Por eso nosotros los hombres descedientes del padre serrano no comemos de cuento comemos gallinas salimos muy pero muy buen gallo...
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