Personajes de la Ciudad de Los Reyes Valle Dupar

jueves, 11 de septiembre de 2014

Guillermo Quintero Calderón-Biografía


GUILLERMO QUINTERO CALDERÓN
PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE LOS CINCO DÍAS
(PUERTO NACIONAL, GAMARRA, 1832 – BOGOTÀ, 1819)

Cuando la historia habla de presidentes costeños, solo menciona a Rafael Núñez y a José María Campo Serrano. Pero hubo un “gobierno de cinco días”, presidido por un hombre nacido en el Cesar, aunque la historia no lo reconoce como hijo de esta tierra.

Se trata de Guillermo Quintero Calderón, nacido el 3 de febrero de 1832, en el pueblo ribereño de Puerto Nacional, ubicado a orillas del Río Magdalena, hoy corregimiento de Gamarra; el cual durante la Colo-nia se había conocido como Puerto Real de Ocaña y actualmente después que el río cambió de cause y dejó solo un brazo por donde fue su viejo recorrido, se llama Puerto Viejo.

La historia del puerto de Gamarra está íntimamente ligada a la de la provincia de Ocaña desde los orígenes mismos de esta ciudad, en la se-gunda mitad del siglo XVI, al fundarse Ocaña, en 1568, como señala José Nicolás de la Rosa, “en un llano de tierra doblada, circundado de serranías, que se divisan con algunas abras”[i]. En medidas de la época, Ocaña se encontraba a 150 leguas de la capital de la provincia, en esos momentos Santa Marta, de las cuales 125 correspondían a la navegación por el río y 25 al camino por tierra. Para llegar al río era necesario reco-rrer una ruta “doblada de serranías, desde el puerto llamado común-mente de Ocaña, que está a las orillas del dicho Río Grande, donde tiene almacenes para hospedar pasajeros y asegurar sus haciendas”[ii]

Las condiciones de localización de Ocaña, calificada por Antonio Julián como “la mejor ciudad de la Provincia” de Santa Marta, rápidamente mostraron la necesidad de una vía que la desembotellara y le permitiera comunicarse con el resto del país[iii]. El historiador ocañero Jorge Meléndez, en su obra sobre la Aguachica colonial, señala que “la solución estuvo, para el siglo XVI, con la fundación del Puerto Real de Ocaña, en 1570, y con su traslado posterior, en los años ochenta, cerca de Aguachica”[iv], con lo cual la montaña se acercaba al río y se solucionaba un problema de estabilidad de los caminos.

La capitulación de Francisco Fernández de Contreras, en su calidad de fundador, contenía todos los privilegios de un fundador. Actuó como encomendero y repartidor de los indios hacaritamas, cimitariguas y torcoromas, se adjudicó las tierras ubicadas al occidente de la ciudad y adquirió los derechos sobre el Puerto Real.

En razón de lo anterior, el Puerto Real quedaba adscrito a la ciudad de Ocaña y todos los transeúntes que por allí pasaban tenían que pagar derechos de alcabala, cuantificables por el peso en arrobas de la mercan-cía introducida por el puerto; el producido se repartía entre el rematador del puerto y la renta de propios para el cabildo, con la cual se construían y mantenían los caminos. De ese impuesto o peaje estaban exentos los habitantes de Ocaña, privilegio concedido por el fundador en recompensa por los servicios, sacrificios y gastos de la conquista.

Debido a esta condición, Quintero Calderón aparece como nacido  Ocaña, cuando sus primeras luces las vio en el puerto, llamado Puerto Nacional después de las guerras de independencia. Allí, sus padres, después de haber emprendido un viaje hacia Bogotá, en donde tenían planeado radicarse, y viendo las posibilidades que el Puerto ofrecía en ese momento –en que la navegación a vapor era introducida en el país– instalaron un próspero negocio comercial. En el viejo puerto, al lado de su padre, el ilustre personaje se inició en las primeras letras y en los conocimientos de la actividad productiva de la familia. Posteriormente fue enviado a la ciudad de Mompox, epicentro cultural y académico del río Grande, en donde se hizo bachiller del Colegio Pinillos, y posterior-mente se marchó a Bogotá en donde se graduó en Leyes en el Colegio Mayor del Rosario.

Desde muy joven demostró grandes habilidades para la política, la milicia y el comercio, actividad en la cual ayudó mucho a su padre, un comerciante del puerto, a quien le hacía todas las transacciones desde Mompox, mientras estudiaba el bachillerato y, posteriormente, administraba sus negocios en Salazar de las Palmas y San José de Cúcuta.

En la política, fue uno de los grandes hombres con que contó la región durante la segunda mitad del siglo XIX. Asistió al Congreso como Representante a la Cámara y Senador, y fue elegido constituyente en dos opor-tunidades, en 1886 y 1910. En la primera ocasión, participó en la constituyente que dio al país la constitución más famosa que ha tenido, en la cual fue el promotor de la eliminación definitiva de la pena capital en la Constitución Nacional, como una huella fecunda que aún perdura.

Admirable por sus ejecutorias políticas, por el prodigio de su personalidad y el carácter de hombre probo en todo el sentido de la palabra, el escrutinio nacional le otorgó reconocimientos y honores políticos que lo llevaron a ocupar altas dignidades en el Estado colombiano como consejero de Estado, ministro de gobierno y de guerra, designado (1892-1896), candidato presidencial en dos oportunidades y presidente de la República por el término de una semana; además de general y comandante en jefe del ejército de la República. Su carrera militar la había iniciado muy joven al lado de Tomás Cipriano de Mosquera, combatiendo la dictadura del general José María Melo. Después de participar en varias guerras civiles fue nombrado, en 1888, gobernador del departamento de Santander; alcanzó el rango de general en jefe del ejército de la República el 14 de enero de 1891 y posteriormente fue elegido representante a la Cámara y senador de la República.

A la más alta dignidad de la nación llegó el 12 de marzo de 1896, siendo la suya una de las más breves presidencias en la historia del país. Miguel Antonio Caro estaba encargado del poder ejecutivo en calidad de vicepresidente, desde su posesión en 1892, debido al marginamiento político del presidente Rafael Núñez y su posterior muerte en 1894. Por razones que nunca fueron precisadas, Caro pidió licencia para retirarse del poder y la persona constitucionalmente habilitada para sucederlo era el General Guillermo Quintero Calderón, quien había sido elegido designado el 12 de agosto de 1892, cuando se desempeñaba como Coman-dante General del Ejército, y reelegido en 1894.

Al entregarle el cargo Caro le expresó en una carta a Quintero Calderón:

Prestará Ud. por tanto, al encargarse del Poder Ejecutivo, un gran servicio a la causa pública, y a mí personalmente, pues me permite retirarme honorablemente y con ánimo tranquilo, quedando las riendas del gobierno en las manos del hombre leal, del ciudadano benemérito que dos veces consecutivas ha merecido la confianza del Congreso Nacional.[v]

Acompañado del vicepresidente y el gobernador de Cundinamarca, el designado Quintero Calderón tomó posesión del cargo, ante la Corte Suprema de Justicia, el 12 de marzo de 1896 a la una de la tarde, pronunciando un breve discurso de unidad nacional sin promesas ni pompas, que tuvo la mayor acogida entre la prensa de los diversos matices políticos y también en el partido de gobierno, pues en él tranquilizaba a las mayorías nacionalistas y llamaba a los diversos sectores a la conciliación, al determinar como programa de su administración el cumplimiento de las leyes y el logro de la concordia; además, señalaba su compromiso de hacer respetar la religión católica como elemento esencial del orden social y afirmaba que sobre esta base adelantaría sus políticas educativas y de administración pública. A los conservadores disidentes y a los liberales, los animaba anunciando una política de acercamiento y conciliación, lo cual se reflejó en el gabinete que nombró y en la rectificación de la política económica aplicada por Caro.

Pero Miguel Antonio Caro venía de ser uno de los protagonistas del pesado ambiente de la política nacional de finales del siglo XIX, generado por la intransigencia y la imposición propias del período de la Regeneración, que se caracterizaba por una política del exclusivismo y la intolerancia, con la cual se recortaron los derechos civiles y se reprimió toda manifestación de la crítica venida de quienes se consideraban contrarios a los postulados católicos y conservadores. Su primera víctima era el liberalismo y, posteriormente, lo fueron los disidentes conservadores que a partir de 1891 se iban apartando de los conservadores nacionalistas en el poder; la oposición conservadora fue ganando terreno, aprovechándose de los errores del gobierno de Caro, hasta formalizar su separación definitiva en un documento de enero de 1896, conocido como el “Manifiesto de los 21”, el cual, además de condenar la manera arbitraria y personalista como se manejaba el conservatismo, concluía con un llamado a renovar su dirigencia y reformar la Constitución.

Por la misma época en que Quintero Calderón asumía el poder, Caro se encontraba de descanso desde hacía algunos días en la población de Sopó, en el norte de Bogotá, con el propósito de retirarse de la vida política. Este retiro le duró poco, ya que el discurso de posesión de Quintero y la designación del nuevo gabinete, hecha con criterio independiente y sin atender sus intrigas y consejas, debió inquietarlo bastante, especialmente por su intención de rectificar la política económica. Por eso, como señala Bayona[vi], “su anhelo de concordia nacional tropezó con la ambiciosa y teatral actitud de Caro”.

Refiriéndose al discurso del nuevo presidente y al nombramiento del nuevo gabinete, compuesto por tres conservadores nacionalistas y dos históricos, la prensa de la época señalaba:

Se ha limitado en la presente ocasión a frases sencillas, escasas de promesas, que ni define un programa político, ni da asidero a las ilusiones o las esperanzas de ningún partido. En cambio, habiendo hecho dimisión el Ministerio anterior, los nombramientos para llenar el gabinete pueden servir como indicante de la política que se propone seguir el nuevo Magistrado...[vii]

Y en una circular publicada en El Republicano, los líderes oposicionistas de la época manifiestaban: “Nombramiento señor Abraham Moreno para Ministro de Gobierno, acrecen confianza garantías del sufragio y libertad de la prensa [sic]. Esperamos que esto aumentará la decisión de los liberales para concurrir a las urnas”.[viii]

Por eso, la piedra que rompió el cristal, golpeó cuando Caro se enteró de que Quintero había nombrado como Ministro de Gobierno a Abraham Moreno un conservador histórico, sector que acababa de publicar sus motivos de disidencia con Caro. Esta designación despertó la expresión de beneplácito de los liberales, quienes llevaban diez años de exclusión política. Moreno se había opuesto al cierre de la prensa por parte del gobierno conservador, como una manera de permitir la prensa libre y respon-sable para criticar y combatir los actos de la administración. Caro inició ingentes esfuerzos para conseguir que Calderón revocara el nombramiento, de Abraham Moreno, como ministro de gobierno, aludiendo que había tenido un cargo secretarial en el gobierno de Marceliano Vélez, su rival en Antioquia; su argumento consistía en que:

[...]es un gran error creer que se apacigua al enemigo trayéndolo a los primeros puestos. Se les ensoberbece, y los leales se resisten con justicia... la unidad de los elementos cristianos no se obtiene nombrando cardenales protestantes... Esos señores pueden venir al poder cuando tengan mayoría para ganar las elecciones o fuerza para ganar batallas.

Caro había anunciado que si Quintero se empeñaba en mantener el nombramiento de Moreno, reasumiría el mando. Pero Quintero, hombre de reconocido carácter, con un claro programa de unificación y concordia dentro del partido regenerador, se mantenía en su decisión y, resaltando las virtudes personales y políticas del ministro Moreno, buscaba un acercamiento a los sectores marginados de la administración pública, lo cual dejaba claro en la circular que había enviado a los gobernadores el mismo día de su posesión, en la cual solicitaba trabajar por la concordia, el saneamiento fiscal y la moralidad en el manejo de los recursos públicos, procurando la amortización del papel moneda y el restablecimiento de la circulación de la moneda metálica, así como controlar el gasto público, proteger la industria, fomentar la libertad económica garantizando las libertades públicas, y promover la instrucción pública, la educación del ejército y el respeto a la Religión Católica. Muchos de estos principios reñían con la política despótica de Caro.

Quintero defendía su posición basado en el principio de que “la patria está por encima de los agravios” y de que su idea era la reconciliación de Caro y Vélez, Reyes y Roldán y de todos los amigos de la Constitución. No obstante su ánimo, estas decisiones tropezaban con las ambiciones sectarias de Caro, quien el día 17 de marzo reasumió el poder desde Sopó, y reformó el gabinete, nombrando como Ministro de Gobierno al General Manuel Casablanca, a quien trasladó las tareas del gobierno, antes regresar a Bogotá el 10 de abril siguiente. Además, consiguió facultades para declarar la capital en estado de sitio en caso de que hubiera manifestaciones contrarias al cambio de gobierno, debido a los rumores callejeros de que habría oposición armada a su retorno al poder.

Los motivos expuestos por Caro para reasumir el poder quedaron expresados en el telegrama que, fechado el 17 de marzo, dirigió a todos los gobernadores del país, en el cual les manifestaba:

Participo a V. Sª que por motivos graves y cumpliendo el más penoso de los deberes, he reasumido hoy el ejercicio del Poder Ejecutivo, como Vicepresidente de la República.

Al enterarse el general Quintero de la decisión de Caro, aceptó callada-mente su derrota y salió del palacio presidencial seguido de un solo sirviente que en un coche conducía el baúl con sus pertenencias, hacia su humilde vivienda localizada en el Puente de Lesmes, a donde llegaron posteriormente muchos conservadores a vitorearle, sin que él se dejara ver. De esa manera se frustraba al país de un promisorio futuro de unión nacional, que traslucía prosperidad y paz republicana, y que tendría que esperar casi cuatro décadas más para iniciar.

La prensa capitalina registró el “Gobierno de los cinco días”[ix] con mucha benevolencia, así como la hombría, carácter y rectas intenciones del nuevo gobernante, al tiempo que deploró el triste retorno de Caro al poder.

Sobre este acontecimiento y particularmente sobre la actitud del Presi-dente Caro, el escritor ocañero Félix Bayona Lázaro, comentaba que con ello Caro sólo alcanzó a truncar “un futuro promisorio de unión nacional, que traslucía prosperidad, como fruto de la paz republicana que en sus sueños había” [x]. Y acerca de la actitud de Quintero, el periódico El Republicano, del 21 de marzo de 1896, señalaba: “Un gobernante que llega al poder a su pesar, que lo ejerce según los dictados de su conciencia, y sereno ante la tormenta que suscita su honradez, desciende inmediatamente de él sin amargura y con la tranquilidad del deber cumplido”.

Caro concluyó el mandato en medio de la crisis política desatada por la radical división entre conservadores nacionalistas e históricos, acentuada con la campaña presidencial para el período 1898-1904; además, a pesar de haber participado durante dicha campaña, en 1987 los liberales continuaban preparándose para la guerra. A la situación política se agregaría la económica, debida a la caída de los precios del café y el deterioro de las importaciones y el erario público en general, con un consecuente retraso en los sueldos públicos, y el freno a las obras públicas. Todo ello llevó al gobierno a asumir medidas impopulares como el monopolio en la producción de cigarrillos y fósforos.

Mientras tanto, las luchas de la oposición contra Caro, la crisis política de la Regeneración, y el episodio del gobierno de los cinco días habían dado a Quintero Calderón un prestigio tal, que este se mantendría en el escenario de la política como una prominente figura del conservatismo histórico. Era así como, al acercarse el debate electoral, se agitaba la vida política a finales de 1896. Los conservadores republicanos se preparaban para participar con sus mejores hombres en la contienda y poder derrotar a los nacionalistas continuadores de la obra de Caro. La junta de notables republicanos o históricos, reunida en Bogotá el 12 de marzo de 1897, designó por unanimidad a Quintero Calderón como director de ese partido, lo cual suscitó la adhesión de muchos copartidarios en toda la República.

Quintero asumió la responsabilidad asignada y en la campaña para el período presidencial de 1898-1904, se dedicó inicialmente a apoyar la candidatura presidencial del general Rafael Reyes, en cuya fórmula él había sido postulado como candidato a la vicepresidencia. En ese momento Quintero simbolizaba para el país el patriotismo, el honor y la valentía, y para sus copartidarios la unidad y la fraternidad conservadora. Por el otro lado, Caro, que se había inhabilitado para ser candidato, buscaba el modo de seguir gobernando y para ello lanzó la fórmula de Manuel Antonio Sanclemente a la presidencia y José Manuel Marroquín a la vicepresidencia. Aspiraba con ello que el anciano presidente, imposibilitado para gobernar, se excusara de venir a Bogotá y pudiera gobernar el vicepresidente, a quien esperaba poder manejar a su manera. Por su parte, los liberales, que no tenían ninguna posibilidad de ganar, presentaron la fórmula de Miguel Samper y Foción Soto.

Caro logró imponer su fórmula y el 7 de agosto, mientras Sanclemente permanecía de reposo en Buga, Marroquín asumió el poder ejecutivo, teniendo rápidamente que sortear la primera crisis política desatada por sus decisiones. Esta situación llevó a Caro a maniobrar nuevamente, solicitándole a Sanclemente que hiciera presencia en Bogotá. Este asumió el mando el 3 de noviembre, pero rápidamente se enfermó y se retiró a Anapoima y con él gran parte del gabinete, dejando la concentración del gobierno en el ministro de Gobierno Rafael María Palacio, quien firmaba por el presidente. El país entró entonces en un caos político y financiero, acompañado de censura de prensa, persecución a los líderes liberales, corrupción y desgobierno, dando origen a la guerra que estalló el 18 de octubre de 1899. El gobierno declaró turbado el orden público en todo el país, la contienda se generalizó, y la miseria se apoderó de campos y ciudades.

La actitud de Quintero Calderón al enfrentar a Caro en las elecciones de 1898 una de las más duras batallas que logró enfrentar en su vida política, demostró su reciedumbre de carácter, su fortaleza de espíritu y su incólume voluntad de libre pensamiento, que se manifestaron aún después de sucumbir altivo y enhiesto frente a las maquinarias oficiales y las poderosas fuerzas del clientelismo corrompido, que desde entonces se imponía en el país, orquestado por quienes, audaces y soberbios, detentaban el poder para sí. Fue tanta la grandeza que demostró en esa ocasión, que muy pronto desechó rencores y en procura del bienestar nacional y el futuro de la patria, al decir de Lucio Pabón Núñez, “prescindió erguidamente de sus resentimientos contra el humanista”[xi].


Sin declinar en su accionar político y a pesar de haber llegado a la edad de 68 años, Quintero junto con otros republicanos, entre quienes se encontraban los generales Jorge Moya Vásquez y los hermanos Martínez Silva, decidieron asestar el golpe de Estado contra Sanclemente, com-prometiendo al vicepresidente Marroquín, con el apoyo de los liberales, mediante negociaciones hechas con Aquiles Parra. Aprovechando la derrota de las fuerzas del gobierno en Sibaté el 31 de julio de 1900, el general Moya Vásquez marchó sobre Bogotá y, apoyado por ciudadanos conservadores, se apoderó sin ningún tropiezo de los cuarteles, con excepción del cuartel de San Agustín, hacia el cual se dirigió Quintero Calderón a disputar el mando al Ministro de Guerra, General Casablanca, al tiempo que comprometían al vicepresidente Marroquín para que se encargara del poder.

Con el argumento de que las fuerzas y el público exigían un cambio de gobierno, Marroquín se dirigió de inmediato a palacio, en donde asumió el poder; esa misma noche designó a Moya comandante en jefe del Ejército, a Carlos Martínez Silva en el Ministerio de Relaciones Exteriores y a Quintero Calderón en el Ministerio de Gobierno, cargo del cual renunció Quintero para protestar por el nombramiento del conservador guerrerista Arístides Fernández como Ministro de Guerra, pues este había hecho modificar las intenciones conciliadoras inicialmente manifestadas por Marroquín.

Quintero Calderón antes de retirarse del gobierno, junto con Carlos Martínez Silva y Miguel Abadía Méndez, habían iniciado conversaciones de paz con los rebeldes, representados por Aquiles Parra; sin embargo, dichas conversaciones fueron interrumpidas por intrigas de Fernández que provocaron la desautorización de Marroquín. Todo ello acabó con las negociaciones cuyo objeto era poner fin a la guerra.

El retiro de los conciliadores del gabinete de Marroquín llevó al traste las negociaciones de paz y dejó el camino expedito a los guerreristas que se afianzaron en el poder. La guerra, que en gran parte se había apaciguado, se recrudeció; el gobierno declaró la guerra a muerte a los rebeldes y estos transformaron sus ejércitos regulares en guerrillas, con el fin de evitar caer en manos del gobierno.

Quintero permaneció en el Ministerio del Gobierno durante 17 meses, en los cuales suscribió diversas determinaciones fuertes y represivas que buscaban detener el impulso feroz de la rebeldía alzada en armas, no obstante ser partidario de un armisticio con los rebeldes y de reformas que permitieran poner fin a la guerra. Pero la tendencia guerrerista que comenzaba a cobrar fuerza en el gobierno lo llevó a presentar su renuncia el 12 de diciembre de 1901, cuando en carta dirigida al Presidente Marroquín argumentaba que estaba “persuadido íntimamente de que es inútil para el bien público mi cooperación con el gobierno”[xii] y que, por tanto tenía el deseo absoluto de retirarse de todo cargo público.

Temeroso de que Quintero fuese a engrosar las filas de la oposición, Marroquín no aceptó su renuncia; pero al negarse aquel a autorizar el nombramiento de Arístides Fernández como Ministro de Guerra, por considerarlo inoportuno para la política de moderación y diálogo que hasta ahora venían desarrollando, decidió aceptar su retiro y le ofreció un cargo en el Consejo de Estado. Ante tal ofrecimiento, Quintero le replicó, en una carta del 11 de enero de 1902, en la cual demuestra el talante de su personalidad y la solidez de sus principios, diciéndole:

Mi retiro de todo empleo público y de la política militante a que ellos me obligan, obedece a escrúpulos de mi propia conciencia, que yo, el primero, tengo que respetar en todo cuanto pueda menoscabar mi probidad política y personal.[xiii]

Con la renuncia al Ministerio de Gobierno y al Consejo de Estado, ter-minaba una etapa de 50 años de servicios a la patria en la más variada gama de cargos públicos, cuyos méritos reconoció el gobierno de Marroquín, al concederle a Quintero, el 3 de diciembre de 1902, una pensión vitalicia de mil quinientos pesos.

Sin embargo, a pesar de ser ya septuagenario, después de pensionarse Quintero Calderón volvió a tener una activa vida política y en 1903 fue elegido senador por la Provincia de Ocaña, en cuya calidad fue designado miembro de la Junta Consultiva del Gobierno, llevando una vida apacible entre el Congreso, cuya presidencia llegó a ostentar para esta época, y las tertulias bogotanas de entonces. Al agitarse la nueva campaña electoral y dado el prestigio político que había consolidado, Quintero Calderón fue señalado por el Nuevo Tiempo como posible candidato presidencial, junto con Rafael Reyes y Marceliano Vélez. Pero el prudente anciano, ya despojado de los ímpetus de guerrillero que lo caracterizaron en las décadas de los sesenta y setenta, más bien se había vuelto amigo de la concordia y el progreso, viendo con horror los errores gubernamentales, por lo cual desistió de participar en la contienda.

El 7 de agosto de 1904, Rafael Reyes se posesionó como Presidente de la República intentando desde un principio una apertura hacia el liberalismo, que se había abstenido de participar en la contienda electoral. Reyes nombró ministros liberales y fue combatido por sus intentos progresistas. En 1905 el Gobierno entró en conflicto con el Congreso, el cual, ante los rumores de una guerra civil, dejó de sesionar y convocó a una Asamblea Nacional. Quintero Calderón se ubicó en la oposición, endilgándole a Reyes el calificativo de dictador, criticando su política fiscal y acusándolo de propiciar la penetración norteamericana; al mismo tiempo fustigó a la Iglesia Católica por contemporizar con el gobierno de Reyes.

Quintero Calderón condensó sus experiencias legislativas en la obra Bosquejo de enmiendas políticas[xiv], en la que además realizó algunas apreciaciones sobre administración y derecho constitucional, proponiendo reformas políticas de carácter utópico, y comenzó a pensar como el verdadero jurista que se había formado y que los agites de la vida pública no le habían permitido desarrollar.

El tratado con Estados Unidos sobre Panamá precipitó la crisis del gobierno de Reyes, quien había logrado prolongar su período a cinco años; una ola anti americana empezó a recorrer el país y surgió la Unión Republicana, que congregaba a líderes de diferentes matices liberales y conservadores, en medio de una gran confusión política en el país. El 7 de junio de de 1909, Reyes encargó a Jorge Holguín de la Presidencia, desde el municipio de Gamarra tierra natal de Quintero Calderón y viajó al exterior. El 20 de julio, el Congreso eligió para el cargo de Primer Magistrado del país, para concluir el período presidencial, al vicepresidente Ramón González Valencia, a quien Reyes, temeroso de una conspiración similar a la de Marroquín, suspicazmente había hecho renunciar. González Valencia no se consideraba en capacidad de sacar adelante al país y, como él mismo señaló en una carta dirigida a Luis Martínez Silva, “Sólo el deber me obligó a ocupar el puesto, y este solamente me hará continuar en él para el período de mi elección, que afortunadamente es corto”[xv].


El acto más importante de su mandato, fue la convocatoria en 1910 de una Asamblea Nacional Constituyente. Quintero Calderón, quien en ese momento había integrado con entusiasmo las filas del partido republicano, el cual se enfrentaba con el partido conservador, y pese a su avanza-da edad de 78 años, fue elegido nuevamente como constituyente para reformar la Constitución de 1886, de cuyo Consejo Nacional de Delegatarios también había hecho parte, para lo cual fue nombrado el 24 de septiembre de 1885 como primer suplente del General José Santos quien, a su vez, había sido nombrado en representación del Estado de Santander.

La participación de Quintero en el Consejo de Delegatarios de 1885 había sido reconocida por el mismo cuerpo legislativo, cuando en sesión del 30 de septiembre de 1885, al resolver una solicitud de licencia pre-sentada por él, expresó:

No se concede licencia que se solicita. El Consejo Nacional estima en cuanto valen el patriotismo e inteligencia con que el H. Delegatario Quintero Calderón presta sus servicios al país en esta Corporación, sin perjuicio de que continúe prestándolos como jefe militar, con la abnegación, que le constituye uno de los más merecedores hijos de la República.[xvi]


La participación histórica de Quintero Calderón en la Asamblea Constituyente reformadora de la Constitución del 86 dio como resultado de sus esfuerzos nada menos que la aprobación que consiguió para abolir definitivamente la pena de muerte por cualquier delito, aunque su madurez política y su sapiencia jurídica le permitieron aportar luces en las demás reformas sustanciales que recibió la Carta en esa ocasión, muchas de las cuales se mantuvieron vigentes hasta su reemplazo en 1991.

Después de su participación activa en la Constituyente de 1910, el deterioro de su salud lo fue alejando poco a poco del trajín de la política; no obstante, al comenzar la Primera Guerra Mundial realizó una intervención pública para aconsejar a sus copartidarios el respaldo a los aliados, a quienes consideraba “defensores de los principios y anhelos de libertad democrática, enfrentados al despotismo y a la tiranía”.

Su muerte le llegó diez días después de haber cumplido 87 años, en la fría tarde bogotana del 14 de febrero de 1919, en medio de la escasez y en la soledad, ya que por dedicar todas las energías de su vida a la actividad pública, había descuidado sus bienes, sus pertenencias e incluso a su propia familia, ya que no pudo asistir a los funerales de su esposa, padres y hermanos. Quienes de él se beneficiaron material o intelectual-mente, lo abandonaron en la recta final de su vida, incluido su amigo personal el presidente conservador Marco Fidel Suárez, quien por celos políticos se negó a asistir a los funerales y delegó en el Ministro de Gobierno la firma del decreto de honores para el ilustre personaje.

Solo gente humilde y jóvenes estudiantes se acercaron a rendirle tributo de admiración en sus funerales. Y Jorge Eliécer Gaitán, en representación de las juventudes liberales pronunció un lírico discurso en el cual se destacan las siguientes palabras, que manifiestan claramente la admiración que despertaba este hijo ilustre de la tierra cesarense entre sus contemporáneos:

Antes que claveles y lágrimas, siemprevivas y laureles regados sobre el mármol bruñido del sepulcro que os ha de dar glacial abrigo, quisiera oír el voto solemne de imitaros en el amor a las ideas, hoy ante vuestro cadáver...[xvii]





[i] De la Rosa José Nicolás. Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta. Banco Po-pular, Bogotá, 1975, p. 213.

[ii] Ibid.

[iii] En: La Perla de América. Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 1985

[iv] Meléndez Sánchez, Jorge. La tierra de don Antón. Estudio sobre Aguachica colonial. Bogotá: Universidad Pedagó-gica nacional. S. f. p. 51.

[v] Banco de la República. Los constitu-yentes de 1886. Juan de Dios Ulloa, Guillermo Quintero Calderón, Antonio Carreño. Tomo 2. Banco de la Re-pública, Bogotá, 1986, p. 259.

[vi] Bayona, Félix J. “Guillermo Quintero Calderón”. En: Boletín Hacarita-ma, Ocaña, s.f.

[vii] Editorial del periódico El Derecho, del 13 de marzo de 1896, que con la autoría de Valentín Aldana, fue titulado ¿Política nueva?

[viii] Ver: Circular de beneplácito del Co-mité Eleccionario del Partido Liberal, publicada en el periódico El Republicano, el 16 de marzo de 1896. Fir-mada por Parra (Aquiles), Camacho (Salvador), Ezquerra (Nicolás), Ro-bles (Luis Aurelio), Mendoza y Uribe y suscrita por Espinosa como Secre-tario.

[ix] Aguilera, Mario. “Cien años del gobier-no de los cinco días. Guillermo Quinte-ro Calderón y Miguel Antonio Caro”. En: Revista Credencial Historia, Nº 82, Bogotá, octubre de 1996.

[x] Bayona, op. cit.

[xi] Citado por Bayona Lázaro, Félix. En: Guillermo Quintero Calderón, Boletín Hacaritama. Ocaña, S. f.

[xii] Quintero Calderón, Guillermo. Carta dirigida al Presidente Marroquín, 12 de diciembre 1901. Consultada en: Ban-co de la República, op. cit., p. 269.

[xiii] Ibid. p. 269.

[xiv] Quintero Calderón, Guillermo. Bos-quejo de enmiendas políticas. Bogotá. s. e. 1908.

[xv] Columna editorial “El General Quin-tero Calderón y el Partido Republica-no”. Publicada por El Tiempo. Enero 21 de 1915.

[xvi] Diario Oficial, Nº 6513, 12 de noviem-bre de 1885.

   [xvii] Figuereido, Alberto. Documentos para una biografía. En los funerales del General Guillermo Quintero Cal-derón, colección Jorge Eliécer Gaitán, tomo 1. Bogotá: Centro de Documen-tación Jorge Eliécer Gaitán, 1949. pp. 81-84.

Autor de la Biografía: Simón Martinez Ubárnez

BIBLIOGRAFÍA


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-          Meléndez Sánchez, Jorge. La tierra de don Antón. Estudio sobre Aguachica colonial. Bogotá, Universidad Pedagógica nacional. S. f.

-  Moxas diplomáticas. Barcelona, Imprenta Henrich y Cª en Comandita. Córcega, 348, 1911.

-   Disyuntiva parlamentaria. Anales del Congreso Bogotá, (Imprenta Nacional), 1916.

-          Ocampo López, Javier. “Las guerras civiles en Colombia”. En: Historia de Colombia, tomo 6. Bogotá, Salvat, 1987.

-          Planeta Editores. Nueva Historia de Colombia (6 Vol.). Bogotá, Planeta, 1989.

-          Pombo, Manuel Antonio y Guerra, José Joaquín. Las constituciones de Colombia (6 vol.) Bogotá, Banco Popular, 1986.

-          Quintero Calderón, Guillermo. Bosquejo de enmiendas políticas. Bogotá. s. e. 1908.

-          Rosa, José Nicolás de la. Floresta de la santa iglesia catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta. Bogotá, Banco Popular, 1975.


-          Striffler, Luis. El río Cesar. Relación de viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta en 1876. Cartagena, Gobernación de Bolívar, 2000. 

Imágenes del presidente Guillermo Quintero Calderón


General Guillermo Quintero Calderón en traje militar.
Fotografía de la Colección J.J. Herrera, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá

 Guillermo Quintero Calderón y Miguel Antonio Caro como Senadores en 1903.

Dibujo de Alberto Urdaneta, 
mayo 15 de 1884. Biblioteca Nacional, Bogotá.

Guillermo Quintero Calderón
Oleo de Silvano Cuellar,1904,Museo Nacional de Colombia,Bogotá.

Otros datos Biográficos

El presidente Guillermo Quintero Calderón es hijo de Don Idelfonso Quintero Rizo y de Doña Dolores Calderón; Se casó con Doña Josefa Peinado Guerrero con quién tuvo cuatro hijos: Octavio Quintero Guerrero, Libia Quintero Guerrero, Elías Quintero Guerrero y Orsina Quintero Guerrero.

Libia Quintero Guerrero se casó con Ángel Ovalle y  de esa unión nació Ricardo Ovalle Quintero, quien contrajo matrimonio con  Clara Rizo de Pompo.

Orsina Quintero Guerrero se casó con Gastón Charles Raphael Julien Lelarge y de dicha unión nació Rafael Lelarge Quintero quién se casó con Soledad Mesa y  procreó a dos hijos: Rafael Lelarge Mesa y Lucía lelarge Mesa.

Rafael Lelarge Mesa se casó con Luz Gómez Olarte y de dicha unión nacieron 4 hijos: María Claudia Lelarge Gómez, Mauricio Lelarge Gómez, Andrés lelarge Gómez y Mónica Lelarge Gómez.

Lucía lelarge Mesa se casó con Humberto Linares, teniendo dos hijos: Santiago Linares Lelarge y María de Los Ángeles Linares Lelarge.

De los hijos varones del General Guillermo Quintero Calderón, Octavio y Elías Quintero Guerrero, no se le conoce descendencia.

Tomado de Genealogía Colombiana, Familiares y Parentela de los Presidentes de la República de Colombia. Presidente Guillermo Quintero Calderón (1896).-Elaboró Julio Cesar García Vásquez (Sept. 2011).

La Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica de los personajes del caribe colombiano, publica esta biografía-Ilustres Desconocidos. Protagonista de su Tiempo, GUILLERMO QUINTERO CALDERÓN, Presidente del Gobierno de los Cinco Días (Puerto Nacional, Gamarra, 1832 – Bogotá),de la autoría del doctor Simón Martínez Ubárnez, Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar.


César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.

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miércoles, 10 de septiembre de 2014

Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes .- Biografía.


Monseñor Manuel Antonio 
Dávila Paredes
1870-1974

Nació Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes el 1o. De noviembre de 1870 en San Juan del Cesar, La Guajira, Colombia y murió en la misma ciudad el día 25 de noviembre de 1974; Fueron sus padres Don Daniel Dávila y Doña Rosa Paredes de Dávila. En aquel hogar cristiano aprendió los modales que le inculcaron en su infancia sus padres, más tarde a los siete años Manuel Antonio deja el hogar y lo llevan a la escuela donde aprende las primeras letras. Le cupo el honor al destacado abogado de Valledupar Doctor Bernardo Araujo Herrera desarrollar los dotes intelectuales de este joven con quién cursó sus estudios primarios y secundarios en esta su tierra natal. Una vez terminado sus estudios en el famoso colegio regentado por el doctor Araujo se sintió llamado al sacerdocio y fue cuando voluntariamente pide consentimiento a sus padres para irse al Seminario. Manuel Antonio viaja con el sacerdote Rafael Celedón Ariza, Sanjuanero también, quién era entonces Rector del Seminario Conciliar de Santa Marta, siendo Obispo José Romero. 

Con feliz éxito llega a la cima deseada y pide ordenación. Tocó al Ilustrísimo Monseñor Rafael Celedón Ariza, siendo obispo de Santa Marta y al padre Vicente Rizo, Rector del Seminario Conciliar de Santa Marta, fijar la fecha de ordenación de Manuel Antonio Dávila la cual tuvo lugar en la ciudad de Riohacha el 11 de junio de 1893.

El nuevo sacerdote se trasladó a su tierra San Juan del Cesar y el 24 de junio de 1893 cantó su primera misa aprovechando las fiestas del Santo Patrono, San Juan Bautista.

Sus primeros años de ministerio sacerdotales, los ejerció en Valledupar durante dos años en La Parroquia de La Inmaculada Concepción. Después en el año de 1895 fue destinado a la Parroquia de San Juan Bautista, conformada por Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva. Como es de imaginarse, aquellos tiempos fueron arduos y difíciles para el nuevo sacerdote, puesto que no existían los medios de comunicaciones y transporte existentes hoy, no habían carreteras, sino caminos de herradura y todo se hacía a lomo de mula, caballo o a píe. En todas estas regiones implantó con su convincente palabra, la Fe de un Dios redentor. El padre Dávila ha sido y será pararrayos de San Juan del Cesar, un pueblo progresista y espiritual.

En la guerra de los Mil días se vio obligado a huir a La Sierrita, hasta terminada dicha guerra, quedando al frente de la parroquia el Padre Simón José Serrano Griego. En la mencionada guerra el padre Dávila fue capellán del ejército dirigido por el General José de Jesús Arjona, en el combate de Corazúa- Terminada la guerra, vuelve a regentar su Parroquia en San Juan del Cesar.

Muy pocas veces salió de San Juan del Cesar. En el año de 1905 viajó a Europa como secretario del Obispo español Francisco Simón y Rodenas, Obispo de la Diócesis de Santa Marta. Este fue el cargo que más lo enorgulleció en su vida. Visitó España e Italia y en Roma escribió un pequeño diario; era sumo Pontífice, el papa Pio X.

En el año de 1910 funda el colegio “Liceo Bolívar” acompañado de los hombres más destacados de San Juan del Cesar, señores: Melquiades Fernández, Carlos Freyle, y Luis Gregorio Chapel. Dicha institución contaba con enseñanza primaria y secundaria, destacándose como el único y mejor colegio de toda la región donde recibieron educación una pléyade de jóvenes llegando a ser muchos de ellos baluartes de la patria ocupando cargos importantísimos.

En el año de 1918, San Juan del Cesar se manifiesta por primera vez, celebrando con gran entusiasmo las Bodas de Plata del Padre Manuel Antonio Dávila. A finales de 1919, funda el prestigioso periódico “El Cesar”, con una publicación quincenal. En ese año aparece la hojita parroquial, también dirigida por él.

En el año de 1927 fue nombrado Camarero supernumerario por S.S. Pio XI, nombramiento que fue renovado cada vez que moría un pontífice.

En el año de 1943 celebró sus "Bodas de Oro Sacerdotales"; en 1954 coloca al servicio de la feligresía, La Iglesia Parroquial de san Juan del Cesar, Monumento de su esfuerzo y celo, que deja al pueblo Sanjuanero.

El 15 de enero de 1952 con el auxilio de Monseñor Vicente Roig y Villalba, trae para la formación y educación de la mujer, a las Reverendas Hermanas Carmelitas que llegan desde la madre España. Fundado el colegio, quedó de Capellán del Plantel.

En el año de 1968 celebró sus "Bodas de Diamantes Sacerdotales" y en 1970 cumplió 100 años de vida; en la trayectoria de su vida sacerdotal no deja nada que desear; fundó las congregaciones de Hijas de María; Corazón de Jesús; Hermanos del Carmen; Las Carmelitas; Las Madres Católicas; organizó y sostuvo La Hermandad del Santísimo Sacramento.

Construyó el cementerio católico, el Templo Parroquial y la casa cural. Con las aguas del bautismo han visto la luz de la Fe, más de 25.000 almas y ha unido en matrimonio más de 10.000 parejas.

Murió el 25 de noviembre de 1974 a las 4:50 de la tarde de 104 años.

El padre Dávila después del obispo Rafael Celedón, representa la más alta y memorable figura de la iglesia católica en la historia de esta región. Un sacerdote arraigadamente conservador, severo y diligente que impuso en San Juan del Cesar todo un código de moral acatado por la población. Ni Escalona se salvó de sus anatemas, como lo muestra la canción “La lengua sanjuanera”. Era de esos curas que imponía desde el púlpito unos férreos principios que moderaban el comportamiento de su parroquia. Por su particular obra pastoral, fue protagonista de la novela “San Tropel eterno” de la autora guajira Ketty Cuello Lizarazo, llevada por Caracol a la televisión, con interpretación destacada de Carlos Muñoz como el padre, según revelaciones publicadas por Pepe Castro.

Hace pocos años, a propósito del inventario de bienes muebles de interés cultural en el departamento, se descubrió el gran legado que había dejado Manuel Antonio Dávila, ya no en lo espiritual sino en lo patrimonial: una biblioteca que es un arcón que atesora grandes joyas bibliográficas por su valor histórico, los cuales reposan en la que fue su casa de habitación, convertida actualmente en casa de la cultura y biblioteca Municipal de San Juan del Cesar. Allí también se encuentra lo que fue su habitación personal, a manera de museo; su indumentaria religiosa, objetos litúrgicos y personales, que parecen evidenciar la presencia permanente de tan emblemático personaje para los guajiros.

Esta antigua casa del padre Manuel Antonio Dávila Paredes, fue erigida Patrimonio Cultural de la Nación, según la ley 835 del 2003.

Parte de estos datos e información, fue tomado de la reseña biográfica realizada por el profesor Carlos Ariza Molina.

Agradecemos la colaboración de Don Obdilio Mendoza Gámez, Director de la Casa de la Cultura del Municipio de San Juan del Cesar, La Guajira.

Imágenes que ilustran la vida de Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes:

 El padre Manuel Antonio Dávila Paredes en su juventud.

  El padre Manuel Antonio Dávila Paredes en su juventud.

 Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes

  Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes

El Padre Davila y el Padre Armando Becerra Moron.

  Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes

Sentados:Monseñor Manuel Antonio Davila Paredes y su excelencia el Nuncio de su santidad.De pie; El ilusrtre notario Nelson Urbina Daza ,Francisco Mendizabal (Padre Pachito), doña Rosita Davila de Cuello y el joven Jorge Molina Gonzalez.

  Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes

 Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo,primer Vicario de la Goajira.

  Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo,primer Vicario de la Goajira.

 Monseñor Rafael Celedón Ariza
Manuel Antonio Dávila viaja con el sacerdote Rafael Celedón Ariza, quién era entonces Rector del Seminario Conciliar de Santa Marta, para iniciar su carrera sacerdotal.

 Monseñor Vicente Roig y Villalba,Vicario de la Goajira.

Padre Simón José Serrano Griego,párroco de San Lucas de El Molino y quién reemplazó al padre Dávila,cuando huyó a La Sierrita, en la Guerra de Los Mil días.


César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.


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jueves, 4 de septiembre de 2014

Presbítero Simón José Serrano Griego-Biografía

Simón José Serrano Griego

1874-1939

El sacerdote,el maestro,el hombre. 



Nació el 28 de octubre de 1874 en Riohacha, La Guajira y murió en El Molino el 8 de noviembre de 1939; hijo de don José María Serrano y doña María Concepción Griego. Había llegado al pueblo de El Molino, después de terminar sus estudios eclesiásticos el 11 de marzo de 1894. El excelentísimo señor Rafael Celedón,oriundo de San Juan del Cesar, a la sazón prelado diocesano de Santa Marta, le había asignado para iniciar su sacerdocio, la parroquia de San Lucas, de El Molino. 



El padre Simón José Serrano egregio sacerdote de la Región Caribeña, fue gloria y prez de nuestro país, principalmente en la Guajira. Según nos expresa el profesor Ricardo González Herrera, en su obra Huellas en el sendero, lo siguiente: “Había llegado al pueblo por el año de 1894.Era aún muy joven, frisaba en los 24 años. El lugar señalado para iniciar sus actividades eclesiales, le abría amplio campo de acción. ¡Cuánto interés debió suscitar en el pueblo la llegada del nuevo sacerdote para asumir el mando parroquial!. Lo acompañaba su madre, doña concepción Griego y su tía Salvadora Griego, quienes habían llegado de Riohacha, su tierra natal, para acompañar al joven levita en su llegada al pueblo que lo recibió con grandes muestras de júbilo y alegría…Se cumplía así un viejo anhelo en el lugar, de tener en forma permanente su propio guía espiritual. Los asuntos pertinentes a la administración de la parroquia a la llegada del padre Serrano, eran atendidos, en calidad de encargado, por el padre Silvestre Daza, cura párroco de Villanueva. 

Fácil es comprender el impacto que debió causar en el pueblo la llegada de quien había sido nombrado para regir su propio destino en los asuntos religiosos. Aún se conserva vivo el recuerdo entre los que han sobrevivido a esa época, de la celebración de aquella su primera Misa, rodeado de la feligresía molinera, que observaba con regocijo oficiar al joven sacerdote. Su voz penetrante, su solvente vitalidad y su oratoria sagrada hacían más atrayentes sus pláticas y sermones desde el viejo púlpito colonial que dominaba el templo. 

Como cantor fue siempre admirado por cuantos les escuchaban, lo que daba mayor realce a las celebraciones solemnes que presidía. Tal fue el acervo con el cual se destacó entre sus feligreses, con esa fluidez de palabra con que solía cautivar la atención de sus oyentes. Rasgos estos que hacían contrastes con su lozana juventud, su trato afable y Cortés, su recia personalidad, su andar pausado, sombrero forrado de felpa y sotana color oscuro. Encontrábase en esa edad cuando aún resplandece en la lejanía del horizonte la sonrosada estrella que ilumina y embellece como un salmo de esperanza, los caminos de la vida en el transcurrir del hombre por este mundo. 

Pasadas ya aquellas primeras impresiones de su llegada, todo iba tomando su ritmo natural en medio de la expectativa y el interés creciente por los asuntos de la iglesia, lo que se reflejaban un mayor entusiasmo y alegría en los feligreses.” 

El Sacerdote, su influencia, perfil humano. 

“Eran la vida y las costumbres de la época, tranquilas y apacibles que compartían entre si todos los moradores, dentro de una gran solidaridad humana. Tiempos propicios en que podían fructificar fácilmente las enseñanzas impartidas por el clérigo, como fiel operario en aquella pequeña porción de la viña del Señor. 

El padre Serrano se iba destacando como la figura central en la vida del pueblo, con el respeto y consideración que todos le profesaban, movidos tal vez por la costumbre y tendencia de la época de ver en el sacerdote un ser mítico dotado de atributos superiores. 

De carácter alegre y entusiasta, cuán difícil le debió ser sustraerse a los halagos y placeres de la juventud. Cuantas luchas espirituales debió librar en un medio que, desprovisto por mucho tiempo de la influencia de un sacerdote de carácter permanente frente a la parroquia, se veía cometido dada su prestancia y sus calidades humanas, a las más variadas incitaciones personales, propias de la temprana edad, que tienden a doblegar la voluntad, en abierta oposición a los más nobles y elevados intereses del espíritu. De un natural afable, seguía siendo el hombre pobre y sencillo que lo caracterizó siempre.”

Es de anotar que este gran sacerdote tenía una serie de anécdotas que lo hicieron aún más famoso. Citaremos algunas de su colección: El cura tenía un alambique de su propiedad ubicado en la carrera tercera barrio centro, cercano a la iglesia. Temprano en la mañana, los domingos se tomaba un par de tragos de chirrinchi y se encaminaba hacia la iglesia. El sacristán lo esperaba en la puerta de la Ermita, le colocaba la sotana y el cura daba su santa misa, pero con un canto y oratoria nunca visto y oído por feligrés alguno. Es decir, algo divino. Al terminar la misa el padre serrano entregaba la sotana al sacristán y en la puerta exclamaba, ahora si soy un hombre ¡No joda!.

El Gigante de la acequia de El Molino.-

Siendo rector de la Escuela Vocacional Agrícola, hoy día Institución educativa Ismael Rodríguez Fuentes, en reunión de padres de familia, el señor Carlos Oñate (ya fallecido) manifestó que debajo de los ceibotes que están en la acequia del pueblo, frente al patio de Rumelia Argote, salía un gigante y buen día se pusieron de acuerdo unos cuantos jóvenes para capturar al citado gigante.

Se ubicaron cada uno en sitios estratégicos con una pila de piedras al lado, ocultos en la maleza y cuando llegó la hora esperada, más o menos las 7 a 8 de la noche llegó el padre Serrano con un envoltorio debajo del brazo y se colocó de bajo del árbol, luego comenzó a alzar un armazón y él se metió en compañía de una muchacha y eso determinó la existencia del famoso y temeroso gigante de la acequia del pueblo.(Versión escrita de Rafael González Maestre).

El padre Serrano había sido trasladado a otros pueblos del Cesar y de la Guajira, para ocuparse de sus oficios religiosos y su salud lo abandonaba.

Continua su relato el profesor Ricardo González Herrera: “Ya en plena madurez su salud era cada vez más precaria. La necesidad de sentirse bien atendido lo hacía pensar más en la tierra de sus recuerdos. En tales circunstancias siempre se anhela sentirse entre unos brazos cálidos de afecto y de ternura capaces de mitigar las más duras pruebas. Son los cuadros que la vida ofrece en los trances difíciles, cuando el alma debe encontrar un derrotero hacia el destino final a que ha sido llamada. Su pasado lo había confiado en manos de Dios y solo debía ocuparse en sus relaciones con el Altísimo. Sus facultades mentales se conservan latentes, aunque la memoria empezaba a fallar. Se requería un reposo y ningún lugar más apropiado que la tierra donde aún conservaba sus afectos".

Su traslado al Molino. La salud se deteriora.-

“Por esa época no existía ningún centro asistencial en la región y tuvo que ser trasladado al Molino con su salud muy deteriorada. Fue alojado en casa de familia bastante allegada. Allí estuvo rodeado del aprecio y atenciones del pueblo, donde día a día iba consumiéndose a la vista de todos. La esperanza de recuperación era muy incierta… ¡Cuantas y cuan variadas ideas debieron pasar por aquella mente abrazada por la fiebre, con la clarividencia que da la proximidad de la muerte! ¡Como seguiría resonando en su mente las palabras que marcaron su vida: Tú eres sacerdote para siempre.!

Muchas personas se veían desfilando a presenciar la última enfermedad del sacerdote y a expresarle de esa manera, su último adiós. Monseñor Manuel Antonio Dávila, de la parroquia de San Juan del Cesar, encargado de la parroquia de El Molino, visitaba frecuentemente al sacerdote. En una de esas visitas le preguntó si quería que le llamara al obispo de Riohacha para que lo confesara. El padre Serrano ya sin fuerzas, alzó con dificultad la mano, abrazado por la fiebre, señalando hacia el cielo. Parecía indicarle que se acogía a la justicia divina que prevalece sobre la tierra.

En aquel instante debió pasar por su mente el pasaje del libro de Isaías: “Venid pronto y estemos a cuenta. Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí vendrán a ser como blanca lana”. ¡Oh maravilla de la grandeza de la fe cristiana. Cuan insondable son sus designios.! En su pálido rostro se reflejaba la calma que precede a la proximidad de la muerte. Nunca estamos más cerca de Dios que cuando, despojados de todo lo que hizo grata la vida, es más inminente el tránsito a lo desconocido, cuando el alma, como en un lejano atardecer, ve descorrerse el velo misterioso en los umbrales de la eternidad.

Los últimos momentos.-

La fiebre aumentaba y todo hacía pensar que el fin estaba próximo. La lucha con la muerte se hacía más patética; su semblante expresaba una calma y una serenidad profunda que iluminaba su rostro, señal inequívoca, de que se acercaba la hora del fatal desenlace. ¡Que hermosa es la muerte del cristiano, considerada esta como la más bella de todas las aventuras. La despedida de los seres amados, en el viaje final, es a la vez, la más dulce y la más conmovedora de todas las despedidas. Corazones partidos, pero iluminados con los destellos de las dulces esperanzas inmortales.

Deudos y amigos rodeaban el lecho del moribundo. La respiración se iba haciendo más entrecortada y al amanecer del 8 de noviembre de 1939, a la edad de 69 años, en casa de su gran amigo Manuel Jiménez Granadillo, expiraba el padre Simón José Serrano Griego;(La casa de Manuel Jiménez estaba ubicada en la esquina donde está hoy el Palacio Municipal de El Molino. Es de anotar que la madre del Padre Serrano, doña María Concepción Griego, le acompañó en sus últimos momentos. Profunda conmoción se notaba entre los que presenciaban los postreros momentos del que había sido pastor, compañero y amigo por más de 39 años.

“El cuerpo sin vida fue trasladado al templo donde tantas horas memorables presidió en medio de su grey. Allí permaneció en cámara ardiente. Un copioso aguacero nublo la tarde y toda la noche; el pueblo acompañó los despojos mortales con muestras del más hondo dolor, Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes, encargado de la Parroquia, se hizo presente desde San Juan del Cesar con otros acompañantes, para las honras fúnebres. El pueblo acompañaba el sepelio, en medio de un profundo silencio contemplativo.

El sacerdote musitaba sus oraciones fúnebres hasta la llegada al cementerio. Un sencillo panteón estaba dispuesto para recibir el venerado despojo del padre Serrano. Monseñor Dávila pronunció con la majestad de su investidura, sin ocultar la emoción que lo embargaba, su despedida que conmovieron aún más a todos los concurrentes en el luctuoso acto, haciendo énfasis en el siguiente epilogo: “No permitáis, queridos molineros, que sobre esta tumba se cumplan las palabras del poeta: “Dios mío que solos y tristes se quedan los muertos…”. De los ojos del clérigo se desprendieron algunas lágrimas y entre los asistentes en las honras fúnebres había sollozos entrecortados!

Corrió el tiempo, la intensidad de aquellos días seguía siendo tema de meditaciones y sobre la fría losa que cubría los despojos mortales, el visitante que allí se detenía podía leer, no sin que un sobrecogedor suspiro detuviera la respiración en un suspenso del alma.”

El padre Simón José serrano Griego, antes de su muerte ocurrida el 8 de noviembre de 1939, en El Molino ya había dejado para la posteridad numerosos y prestigiosos descendientes que han hecho honor a la tierra que los vio nacer.

Con la señora Juana Bautista Amaya, tuvo los siguientes hijos: Josefa Elvira Serrano Amaya y María Concepción Serrano Amaya.

Josefa Elvira Serrano Amaya se casó con Alfredo Celedón Martínez, procreando los siguientes hijos: Servelión, Cristina (Cheve), Josefa Bautista (La mona), Georgina del Rosario (La zona), Simón Alfredo (Paye), Dolores Elvira Celedón Serrano (La rica).

Con la señora Eladia Vence, tuvo a los siguientes hijos: Luisa Elena Serrano Vence,Pedro Simón Serrano Vence y Luis Antonio Serrano Vence.

Luisa Elena Serrano Vence es la madre de: Arturo Elías, Elsa Cristina, Álvaro de Jesús, Luis Rafael, Ismael y Eladia Rodríguez Serrano.

Con una señora apellido Jiménez, tuvo a: Ceilia Agustina Serrano Jiménez, quien se casó con Luis Gregorio Jiménez Vence; de esta unión nacieron: Remedio, Simón José, Miguel, Segunda, Herminia, Delimiro, Víctor y Rosa Serrano Jiménez.

El presbítero Simón José Serrano, es también el padre de Isabel Catalina Serrano.

Imágenes de los prelados que influyeron en la vida del padre Simón José Serrano Griego.

 El obispo Rafael Celedón Ariza,prelado que influyó en la educación religiosa del padre Simón José Serrano.
Monseñor Manuel Antonio Dávila Paredes,prelado que presidió las honras fúnebres del sacerdote Simón José Serrano.



Autor de la biografía: Azael de Jesús Ramirez Sánchez,Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar.

César Emilio Sánchez Vásquez
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.


Apéndice de la Biografía

La Academia de Historia del Cesar, presenta a continuación el escrito de Arnoldo Mestre Arzuaga, sobre el padre Simón J. Serrano,titulado "Ministro que dice misa", de fecha 19 de julio de 2013.



"Ministro que dice misa"

Escribir sobre este personaje se convirtió en una obsesión. A las personas a quien acudimos buscando información les notamos un cierto hermetismo y recelo.

Resolví entonces viajar a varias poblaciones del vecino departamento de la Guajira, donde también encontramos la misma situación. Gracias a unos amigos molineros residenciados en esta ciudad, logramos hacer contacto con ancianos de esa localidad.

Por tratarse de un sacerdote de la región, quiero aclarar a sus familiares que mi único talante es resaltar a un personaje que, en su paso por la vida terrenal, engalanó una página más de nuestra historia, al igual que enriqueció a la tradición oral con sus actos. De modo que nadie debe darse por aludido.

Pedro Simón Serrano (el Padre Serrano) nació en Riohacha a comienzos del primer lustro de 1860, ofició su primera misa en la población de El Molino en 1895, ganándose desde entonces el respeto y admiración de todos sus habitantes, convirtiéndose así, en líder espiritual y Cacique liberal. Gozaba de una portentosa voz que le permitía predicar sin necesidad de altavoces, también tocaba el armonio y cantaba con una voz tan melodiosa que enloquecía de amor a muchas damas que asistían a la iglesia.

Este siervo de Dios era un hombre común y corriente: sentía sed, hambre y, desde luego, deseos por una hermosa mujer, así que su único pecado fue romper el celibato que le impuso su iglesia y tomarse sus traguitos cuando la ocasión lo ameritaba.

Heroína Araujo fue la primera mujer que se le conoció, con ella no tuvo descendencia a pesar de que vivieron públicamente por muchos años. Eladia Vence, quien era una mujer casada, si le dio cuatro hijos, tres varones y una hembra, logramos en nuestra investigación sólo conocer el nombre de tres: Pedro Simón, Luis Antonio y Luisa. Al igual que su padre, Luis Antonio tocaba muy bien el armonio, de modo que ir a misa era un espectáculo. Mientras Luís Antonio tocaba el armonio con una maestría heredada de su progenitor, el padre predicaba y sus mujeres cantaban en coro.

El padre Serrano tuvo catorce hijos en El Molino, y uno en La Paz, cuando fue trasladado por sus superiores, por quejas de algunos maridos despechados, anteriormente sus superiores le habían ordenado quitarse la sotana, a lo que respondió, que no se la quitaba, porque él la compró con su plata.

En asocio con su hijo mayor Pedro Simón, tuvo un alambique donde destilaba chirrinchi (alcohol) para el comercio y para su consumo personal, en una ocasión el resguardo de Riohacha, llegó de sorpresa y le decomisó los utensilios, fue así que el monstruo del acordeón de entonces, Chico Bolaños, le compuso el famoso merengue “El Padre Serrano”, donde una de sus estrofas dice:

“Lo dice el Padre Serrano
Ministro que dice misa
Bastante palo en el monte
Para reponer las pipas”.

Ya viejo, enfermo y añorando sus amores prohibidos, pide que lo trasladen de nuevo a El Molino, donde muere en 1940. Cuentan que el día anterior de su muerte, en las afueras del pueblo, el guacaó cantó largo y triste, y por la noche la palomita de la muerte no cesó de cantar. El ambiente húmedo y sombrío atisbaba una gran tormenta, de tal manera que, cuando llegó el momento final, Luis Suarez, el loco del pueblo, comenzó a gritar y a tocar de puerta en puerta: “Se murió el Padre Serrano, se murió el padre serrano…” y comenzó a caer el aguacero más grande que se haya conocido en la región. Los caños y los ríos crecieron tanto que, todavía en algunos árboles viejos, se nota la zona por donde llegó el agua.

A su sepelio llegó gente de toda la provincia de Padilla, y el cortejo fúnebre fue acompañado por la banda del profesor CILIÉ, procedente de Riohacha.

Después de la muerte del padre Serrano, el obispo de santa Marta castigó al pueblo de El Molino, dejándolo sin sacerdote por más de diez años, por haber accedido sus mujeres a las pretensiones prohibidas para un clérigo. Solamente en casos especiales, iba el padre Dávila de San Juan del Cesar, hasta que Monseñor Roy y Villalba nombró como párroco al padre Rafael Antonio Sierra.

El día de su llegada, el ramal del camino fue arreglado de lado y lado con matas y flores, y se designó al profesor Ricardo Gonzalez (Q. e. p .d.) para abrir el evento con un discurso de recibimiento. Sus palabras se refirieron a la parte espiritual: “Reverendo Padre Sierra, los Molineros esperamos que continuéis con la magna obra del padre Serrano”. Entre el público se encontraba Chayo Núñez acompañada de dos nietas adolecentes, e inmediatamente exclamó “¿Qué está diciendo ese hombre?”. Luego, dirigiéndose a sus nietas, les dijo: “Lo que es, a ustedes me las llevo de aquí, porque yo sé lo que va a pasar de aquí pa´lante”

Autor: Arnoldo Mestre Arzuaga
La responsabilidad sobre este escrito:"Ministro que dice misa," es exclusiva de su autor.

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martes, 1 de julio de 2014

General Vicente Sebastián Mestre Socarrás-Biografía


General Vicente Sebastián Mestre Socarrás
1858-1919



Nació en la Ciudad del Valle de Upar el 10 de enero de 1858, hijo legitimo del Don Vicente Sebastián Mestre de Oñate y Doña Juana Francisca Socarras; sus abuelos paternos el Presbítero Valentín Maestre y María Dominga de Oñate; abuela materna la señora Dolores Socarras, sus padrinos los señores Rafael María Hurtado y Margarita Fernández de Castro.Son sus hermanos:Clementina Mestre Socarrás,María Dominga Mestre Socarrás,Cornelia Cipriana Mestre Socarrás,Clementina de Los Santos Mestre Socarrás,Valentín Camilio Mestre Socarrás,Cristobal José Mestre Socarrás y Hubertrudis Mestre Socarrás.

El señor padre del General,Don Vicente Sebastián Mestre de Oñate, fue Senador por la provincia del Valle de Upar, y en calidad de tal, hizo parte del Congreso que expidió la Constitución de La Nueva Granada el 20 de mayo de 1853.



EDUCACION:



La educación secundaria y profesional la recibió en Europa. Su carrera militar también es de Escuela, hablaba varios idiomas, lo cual le sirvió para desempeñarse en misiones en el exterior; por eso, gran parte de su vida transcurrió en el extranjero, lo cual aprovechó para seguir formándose intelectualmente; fue rector de la Universidad San Marcos, de Lima.


El General Vicente Sebastián Mestre Socarrás, fue militar de escuela y un prolifero escritor de más de 35 obras, sobre varios temas: Estrategia Militar, política, geografía, filosofía, arqueología, literatura, derecho internacional, civismo, ética pública; editadas en Bogotá-Colombia, España, Bruselas, Curazao, Caracas, Barcelona y Trinidad.

OBRAS PÚBLICADAS:

- Cartera de Campaña.

- Plano Topográfico de la ciudad de Caracas.

- Cuestionario de Derecho de la Guerra.

- Dictados del Derecho de la Guerra.

- Defensa de la América Latina.

- Decreto Ejecutivo sobre Táctica Militar (Un Volumen de 300 páginas den 8 que el General. Joaquín Crespo, siendo Presidente de Venezuela publicó como propio, adornándolo con su retrato).

- El fusil Mauser, su tratamiento y conservación.

- Revista Científico Militar (Fundador y Redactor de éste antiguo periódico de la ciudad de Caracas).

- Cartilla Militar para la Instrucción del Soldado Venezolano.

- Granítico

- Disyuntiva nacional.

- Impúribus

- Desiderátum.

- Comprobación de la Superchería.

- Argumentos Rutilantes.

- En Defensa de Colombia.

- Lucubraciones sobre Hermenéutica.

- La perfección Moral o sea el Arte de Vivir Dichoso según Benjamin Franklin.

- Moxas Diplomáticas.

- Deontología Militar.

- La Bandera de Colombia y el Escudo Nacional.

- Disquisiciones Militares.

- La calidad Nacional.

- En Preservación de Colombia.

- Gestiones Patrióticas.

OBRAS INÉDITAS:

- Cartera de Campaña (Considerablemente aumentada para otra edición).

- Memorándum Militar

- Noticias Históricas (Diario Político de 26 años en volúmenes).

- Moral Militar.

- Indicaciones Rudimentarias sobre la Táctica de las Armas Separadas.

- Geografía Militar de Venezuela.

- Los Grandes Caminos Estratégicos de Colombia.

- Estratografía.

- Etnografia.

- Proyecto de Código Militar (siete volúmenes de manuscritos redactados en presencia de la Legislación Militar de Europa y América, usurpados por el General Joaquin Crespo, siendo Presidente de Venezuela).

- Cartera Cientifico Militar. (obra valiosa de que el autor fue despojado oficialmente en Caracas).

- En completa Desnudez.

- Huellas Invisibles de la Peregrinación.

- La Hiena Perfumada.

- Discurso Forense.

- A Quia.

- Còdigo de Policia Maritima para las Costas de la República de Colombia y sus Mares Adyacentes.

MEMBRESIAS:

- Miembro correspondiente de la Societé Neolatine de Carcassonne.

- Miembro Correspondiente de O Instituto de Vezeu.

- Miembro de Honor de la Societé de Sauvetage de la Nievre.

- Presidente Honorario del Intitul Du Mindi de Francia.

- Miembro de Honor de la Asosiation Des Sauveteurs Du Haunt Rhin.

- Miembro del Institut de Sauvetage de la Mediterranée.

- Miembro correspondiente de la Societé de Geographic de Berne.

- Caballero Hospitalario de los de San Juan Bautista de España.

-Socio corresponsal de la Sociedad Economica Graciense de España.

- Socio correspondiente de A Sociedades de Geographia de Lisboa.

- Miembro de Honor de la Societé Unión Fraternalle de Francia.

- Socio corresponsal de la Sociedad Geografica de Madrid.

- Socio corresponsal de la Asociación Artistico Arqueologica Barcelonesa.

- Miembro honorable de la Real Diputación Arqueologica y Geografica del Príncipe Don Alfonso de Almeira.

- Socio Corresponsal de la Real Sociedad Economica Montillana de Amigos del País.

- Miembro Efectivo de la Sicieté D’ Archeologie de Bricelas.

- Miembro correspondiente de Honor de la Reale Academía la Stella D’ Italia.

- Presidente Honorario de las Academía Internacional de Francia.

CONDECORACIONES:

- Con la medalla de oro de la Cruz Roja de España.

- Con la Cruz de Comendador de la Orden de Malta.

- Con la Cruz de Comendador de la Orden del Mérito Civil de Francia.

- Con la Cruz de comendador la Real y Distinguida Orden Militar del Cristo de Portugal.

- Con la Gran Placa de Honor de la Cruz Roja de España.

- Con la Gran Cruz de comendador de la Real Orden de Santa Catalina del Monte Sinaí.

- Con la medalla de plata de Alonso XIII.

El General Vicente Sebastián Mestre Socarrás fue hombre de gran fortuna,entre los  bienes que contaba, estaba su casa de residencia en Caracas, la que le fue expropiada para ser utilizada como sede del Gobierno de Venezuela,conocida hoy con el nombre de Palacio de Miraflores.  

En el año de 1897 estuvo secuestrado en la Rotunda de Caracas(Prisión); primero porque se había negado a hacer el papel de Coroliano, invadiendo a su patria Colombia como caudillo de una revolución, que al estar vencedora, debía pagar los elementos de guerra recibidos, con la declaratoria de nulidad del laudo español, que terminó el litigio de límites entre Colombia y Venezuela; y segundo por no haber consentido la usurpación que había hecho de su obra inédita denominada “Proyecto de Código Militar” el general Joaquín Crespo, presidente de Venezuela. 

El General Cipriano Castro Presidente Constitucional de Venezuela, mediante decreto presidencial de fecha 4 de abril de 1908, ordenó la expulsión del territorio venezolano, del General Vicente Sebastián Mestre por considerarlo notoriamente perjudicial al orden publico.

De Venezuela salió para Puerto España en la Isla de Trinidad y allí escribió su obra en defensa de Colombia que hizo imprimir en dicha isla bajo los auspicios del Cónsul coronel Luis Jiménez Vélez.

Llegó a Barranquilla Colombia el 16 de mayo de 1908, siendo recibido por el Gobernador del Departamento, Insignares Sierra.

El diario local de dicha ciudad “Rigoleto”,en su editorial de fecha 17 de mayo de 1908, dijo:”Procedente de Trinidad llegó ayer a esta ciudad el General don Vicente Sebastian Mestre, colombiano de altos meritos que durante su larga ausencia del país ha trabajado sin descanso en defensa de Colombia. Largos años ha residido el General Mestre en Caracas, donde acaba de ser expulsado por el presidente de Venezuela, causa por el cual se ha visto obligado a trasladarse a su patria con la intención de seguir a Bogotá”.

El General Vicente Sebastián Mestre Socarrás solicitó al Estado de Colombia la pensión de jubilación, por sus servicios prestado en la milicia, misiones diplomáticas etc, la cual le fue negada, decepcionado y en protesta de ello, se suicidó en las afueras del Capitolio Nacional (Sede del Congreso de la República de Colombia).No dejó descendencia.

Bibliografía:

-Lucubraciones sobre Hermenéutica-Vicente S. Mestre.

-Disquisiciones Militares- Vicente Sebastián Mestre. 

-“El Padre Valentín, genealogías Vallenatas” del académico Alfredo Mestre Orozco, Miembro correspondiente de la Academia de Historia del Cesar, primera edición 2005, Graficas del Comercio-Valledupar.

“Los Hijos de los Curas”, Alfredo Mestre Orozco, Miembro correspondiente de la Academia de Historia del Cesar.

General Vicente Sebastián Mestre Socarrás



Las fotografías de esta biografía, hacen parte de las obras del General Vicente Sebastián Mestre Socarrás "Deontología Militar",”Disquisiciones Militares” y “Lucubraciones sobre Hermenéutica,” las cuales reposan  en la Biblioteca de la Academia Nacional de Historia.

La ciudad de Valledupar, El departamento del Cesar y Colombia están en mora de levantar una estatua a este intelectual, y estratega militar, General Vicente Sebastián Mestre Socarrás,como un justo reconocimiento por sus servicios prestado a la patria.



César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar.
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia.

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.



Nota: Al terminar la lectura de cada biografía, encontrarás el signo de google g +1.