Personajes de la Ciudad de Los Reyes Valle Dupar

viernes, 30 de agosto de 2013

Profesor FRANCISCO MOLINA SANCHEZ- Biografía



   



Profesor Francisco Molina Sánchez 
1908-1992

Finalizando el año 1908 un ocho de Octubre, nació en El Banco-Magdalena Francisco Molina Sánchez, fruto del hogar conformado por el momposino Marcelino Molina y la Chiriguanera Ana Joaquina Sánchez, Junto con sus seis hermanos Andrés, Adolfo, Federico, José, Ruperto, y Celestina, vivían en el apacible pueblo ribereño hasta cuando su padre decidió mudarse a Barranquilla en busca de un mejor porvenir académico para sus hijos. Allí estudió en el Colegio Barranquilla donde se graduó de bachiller con énfasis en ciencias naturales, con la aspiración de estudiar medicina en la lejana Bogotá. 

En enero del año 1.935 a bordo de vapor Pichincha partió del puerto de Barranquilla con la ilusión de convertirse en médico de la Universidad Nacional de Colombia, allí cursó 3 años de esa profesión, pero su precaria situación económica lo obligó suspenderla y le pidió el favor al Dr. Luis López de Mesa quien era su profesor de Etiología Medica, y a la vez ministro de educación, que le consiguiera un puesto para poder ahorrar unos centavos y continuar con sus estudios.

El buen samaritano, Dr. López de Mesa, le ofreció un puesto en las remotas tierras guajiras para que se ocupara de la erradicación del Paludismo que causaba estragos en la región de Fonseca y Distracción. Aceptó gustoso el cargo y sin dudarlo se desplazó hacia allí. Antes de su viaje sin retorno, fue despedirse y al mismo tiempo agradecerle a su queridísimo profesor por tan generosa ayuda; el sabio galeno le dijo estas proféticas palabras “Querido y apreciado Pachito el empleo domestica y de esas lejanas tierras el que se va no vuelve”. Y la profecía se cumplió, en esos terruños perdidos se hizo amigo de muchos personajes y entre los que nombraba con profunda nostalgia y fraternal afecto a Fermín Peralta, Piano Medina, Parodi, Borrego, el alemán Trasler y otros más quienes con su noble estirpe de buenos anfitriones le hicieron amena y fraternal su estadía en ese lugar.

Terminada la labor de desecado de los pantanos anofélicos, pasado el tiempo y ya amañado decidió un buen día venir a Valledupar a conocer esa promisoria población del Magdalena Grande, allí se encontró con la buena noticia que se iba a abrir un gran colegio para preparar a los jóvenes de la región, me refiero al colegio Nacional Loperena, allí se enroló en la noble misión del magisterio y fue nombrado como profesor de ciencias naturales, religión e idiomas por tener los conocimientos adquiridos en la universidad; luego en 1.956 fue nombrado rector de la escuela de Artes y Oficios hoy Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo. En estos planteles junto con otros apóstoles de la educación como: Enrique Pupo Martínez, Lorenzo Celedón, Alfonso Cotes Queruz, Gustavo Cotes Fernández, Francisco Chico Daza, Emilio Araos, Pedro Rafael Jaimes, Filemón Aponte, José Caratt Ospina, Heriberto Castañeda, Joaquín Ribón y Eloy Enrique Quintero y otros no menos importantes que se escapan sus nombres, se propusieron a sacar adelante a un puñado de jóvenes que llegaron a estos claustros escolares ávidos de aprender.

Transcurría el año 1.941 y en la tradicional fiesta del Corpus Cristi, se hizo una representación alegórica a las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad), en ella tres hermosas jóvenes las representaron: Delia Aguancha era La Esperanza, Margoth Gutiérrez Acosta La Caridad , y Aura Gutiérrez Sierra, La Fe. Al ver a Aura, Molina Sánchez exclamó a su amigo Cristóbal TOBA Mendoza, “esa es la mujer por la yo vendería mi libertad”.

En las averiguaciones sobre el paradero de la encantadora dama, dio con un primo de ella, Rafael Joaquín Gutiérrez Acosta, KING; quien era su alumno y sin tapujos lo abordó sin más argumentos que Cupido lo había flechado con Aura Rosa, aquel con el interés de ganarse la buena voluntad de su profesor le dio todos los pormenores e incluso se ofreció para llevarlo a su tierra natal Las Juntas –Guajira. Más tarde el día once de diciembre de mil novecientos cuarenta y dos contrajo con ella nupcias.

Recordaba con especial afecto a Consuelo Araujo Noguera ya que fue su única damita de honor y encargada de llevarle los anillos y la cola del vestido a la novia.


            



Francisco Molina era amante de la lectura, autodidacta en el aprendizaje de los idiomas, hablaba Inglés, Francés, Latín y entendía algo de Alemán, este ultimo lo trató de perfeccionar con el señor Hans Otto Gebauer, quien llegó a estas tierras a finales de la segunda guerra mundial y se estableció en Valledupar con su taller industrial “Los Alemanes” en la Calle 13C con Cra 15 de la actual nomenclatura. Allí asistía con frecuencia a recibir sus clases que gustosamente le dictaban. Como dato curioso nunca salió del país, a la parte que más lejos fue a la ciudad de San Antonio del Táchira a un encuentro de concejales colombo-venezolanos.


En el año 1.957 en sociedad con el también profesor Pedro Rafael Jaimes Morales fundó el colegio Sagrado Corazón de Jesús donde muy prontamente se ganó los afectos de los jóvenes que desde pueblos lejanos de la provincia, y del Magdalena grande, incluso del vecino país de Venezuela vinieron a recibir sus enseñanzas.

Veía la educación como un apostolado, su talante de educador lo hacía recio y estricto en sus formas de impartirla pero tenía un corazón noble y generoso. En cierta ocasión el distinguido licenciado Cesar López describió a Molina Sánchez como: “El pedagogo insigne, formador de generaciones, hombre honesto, probo y generoso, amigo de sus amigos, esposo fiel y amantísimo, padre ejemplar con muchos aplausos de sus hijos y de la sociedad que lo vio actuar”. 

Fue profesor en otros colegios de la ciudad a saber, Sagrada Familia, Prudencia Daza, Camilo Torres, Pedagógico Moderno, entre otros, donde con esmero y dedicación impartía sus conocimientos. 

Su amor por esta tierra quien lo acogió como uno más de los suyos, lo llevó a prestar otros servicios comunitarios en instituciones públicas y privadas entre otras cofundador junto con doña María Teresa Naranjo de Mejía, Calixto Mejía Castro y otras personalidades vallenatas de la “Sociedad de Mejoras Públicas de Valledupar”. Desde su claustro educativo y en sus cátedras fue un furibundo impulsor y defensor de la creación del nuevo departamento del Cesar, más tarde al lado de la primera dama del departamento doña Cecilia Caballero de López, emprendieron la arborización de las calles, carreras y parques de la ciudad que estaban recién pavimentadas. Fue miembro del Club de Leones, concejal de Valledupar en varias ocasiones, socio honorario del Club Valledupar. 

Fue objeto de distinciones y condecoraciones entre otras: María Concepción Loperena de Fernández de Castro, en categoría oro, otorgada por el municipio de Valledupar siendo alcalde su ex alumno Miguel Meza Valera; Medalla Cacique Upar, en categoría oro, concedida por la gobernación del Cesar siendo gobernador el Sr. José Guillermo Castro Castro. Banda de oro en categoría de profesor emérito del Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo de Valledupar, condecoración impuesta por la entonces gobernadora Doña Paulina Mejía de Castro Monsalvo. Placa de Honor como “El Gran Ciudadano” otorgada por La Cámara Junior - Capitulo Valledupar, año 1.991. 

Su casa no dejó de ser un faro encendido de conocimientos, ella se convirtió en sitio obligado de tertulias de distinguidos juristas, médicos, periodistas y Filósofos con quienes compartía amenamente intercambiando, debatiendo, proponiendo y planteando ideas de profundidad filosófica. Entre los contertulios más frecuentes recordamos a los doctores: Ovidio Palmera Baquero, Edilberto Monsalvo, Yin Daza Noguera, en varias ocasiones y cuando se encontraba en vacaciones en esta ciudad el distinguido galeno Psiquiatra José Francisco Socarrás Colina y en una ocasión asistió el filosofo Rafael Carrillo Lúquez, quien después de participar en la animada e interesante reunión antes de despedirse expresó: “Me he sentido tan a gusto que en esta tertulia que me parece estar en mis cátedras de la universidad de Heidelberg” . A esta expresión, con fino sentido irónico el Dr. Palmera Baquero le contestó “Eso para que se dé cuenta Dr. Carrillo que aquí también se debate con altura intelectual”. 

Los jóvenes de esa época en sus períodos de vacaciones, también asistían a su residencia y en su nivel educativo también participaban de las polémicas que allí se exponían, el profesor Molina se ubicaba en ese estadio y participaba en esas veladas. Recordamos como asistentes a: Jaime Araujo Rentería, Rodrigo Ortega Montero, Iván Morón Cuello, Valerio y Guillermo Mejía Araujo, Rodolfo Quintero Romero, Alberto Aroca Saad, Iván y William Lacouture Méndez, Raúl Gutiérrez Gutiérrez, Aníbal Raúl Martínez Martínez, José Alfonso Maestre Manjarrez, y otros más. 

Amó con profunda devoción su trabajo, se entregó sin condiciones a él y este le pagó con el mejor galardón: el cariño, respeto y admiración de todos los que lo conocieron. 

Dejó seis (6) hijos, cuatro (4) de ellos con la misma vocación: Francisco, Félix, Ruth y Judith, Ana Cecilia, y Jesús María. 

Como herencia nos dejó a todos los vallenatos, cesarences y colombianos que escucharon su cátedra sus valiosísimas enseñanzas y sus permanentes frases llenas de verdades, como algunas que se recuerdan aun entre sus ex alumnos “La pobreza no es óbice para poder salir airoso ante las adversidades de la vida”, “El trabajo fuerte y decidido todo lo vence”, “La honradez y la honestidad son hermanas del buen ciudadano”, “La dignidad No se entrega ni se vende por ningún precio” Después de Dios lo único que redime es el estudio y el trabajo” y muchas otras que se nos escapan; pero, ojalá estas oraciones que se traen a colación se recogieran y se implantaran nuevamente en los claustros educativos. 

A finales de 1.991 sufrió una Isquemia Cerebral que redujo su capacidad de movilidad, sin embargo su amor por los jóvenes que aun le visitaban lo mantuvo activo pero con ciertas limitaciones. Falleció como buen cristiano a las doce en punto después de escucharse el ángelus y el repicar de las campanas de la Iglesia la Concepción, en su amado Valledupar, el día dos (02) de Febrero de 1.992. 

Autor: Juan Carlos Castro Arias 

César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.

Nota: Al terminar la lectura de cada biografía, encontrarás el signo de google g +1.

jueves, 22 de agosto de 2013

Profesor DAGOBERTO FUENTES ZULETA -Biografía



Profesor Dagoberto Fuentes Zuleta
(1928-1987)

Su perfil humanístico coincidió con la profundidad filosófica de El Profesor, personaje creado y llevado al cine por Mario Moreno “Cantinflas”. Fue su película preferida por que en ella sintió reflejado su carácter altruista, honesto y sincero al servicio de la comunidad. 

Nació en 1928 en Los Tupes, Departamento del Cesar, hijo de Román Zuleta y Eulalia Fuentes Amaya; tercero de doce hermanos formados con rectitud y espíritu de progreso. Estudió la primaria en su pueblo natal y en San Diego, bachillerato en el Colegio Nacional Loperena y por dificultades económicas no concluyó la carrera de medicina en la ciudad de Bogotá. 

Los caminos de la vida le trazaron nuevos horizontes en su terruño, adonde regresó en 1948 para asumir el cargo de Inspector de policía por espacio de seis años. Luego se trasladó a la ciudad de Valledupar como profesor del Colegio Nacional Loperena, esta experiencia le iluminó el sendero de la docencia para más tarde fundar el Liceo cervantes en 1958 que a pesar de ser uno de los mejores colegios de la época tuvo corta existencia por carecer de aprobación oficial y aun así fue plataforma de lanzamiento de grandes personajes de la actualidad Valduparense, Dagoberto tomó camino hacia Pueblo Bello y para aprovechar las bondades del clima funda el Hotel La Esperanza para marcar huellas turísticas en esa paradisíaca población. 

En Pueblo Bello Dagoberto contrajo matrimonio con Elvia Genina Baute Araújo, excelsa mujer, estímulo de sus proyectos y madre de sus hijos Marta, Fabiola, Sandra, Dagoberto, Carlos Alberto y Boris semillas de ese mutuo amor que dios avaló. 

En 1964 regresa a Valledupar con propósitos agropecuarios, circunstancia que le permite participar en la organización del Movimiento de Renovación Liberal M.R.L., en 1968 reinicia su actividad laboral como Técnico en Educación, Director Técnico en Educación, Jefe de la sección Técnica Docente y Secretario de Educación del Cesar en ese periplo logra sensibilizar el aspecto humanístico del cuerpo docente a su cargo, después fue elegido Diputado a la asamblea departamental para el período 1974-1978, con importantes aportes al sector educativo y a las veredas del municipio de Valledupar , posteriormente asume como Secretario de Hacienda Municipal, luego toma posesión como Gerente del Instituto para el desarrollo del Cesar IDECE, seguidamente ingresa a TELECOM como Jefe de Oficina de Valledupar y exitosamente lleva esta a Gerencia Zonal del Cesar y Sur de la Guajira en dicha gestión mejoró la situación de los recursos técnicos y garantizó las comunicaciones la comunidad reclamaba. 

El Profesor Dagoberto Fuentes Zuleta fue virtuoso en las buenas prácticas de la política así como en literatura, historia, geografía y las artes plásticas en estas últimas fue heredado por sus hijos Dagoberto y Carlos Alberto actualmente vinculados como Diseñadores Gráficos a prestigiosas Casas Editoriales nacionales e internacionales, El Profesor escribió El Triángulo Rojo dedicado a su Hermano Masón Salvador Allende, Gabriela Mistral y Pablo Neruda en la cual resaltaba sus valores morales. Para el folclor caribeño dejo un hermoso legado que interpreta el sentimiento popular a través de composiciones musicales alegres y melancólicas como Canto al sabanero, Lamento del boga y Canto a la Malena. 

Fuentes Zuleta creo el Grupo de Teatro Luis Vargas Tejada en compañía del inolvidable periodista Adolfo Acuña Porras; Fundó La Cámara Junior Capítulo Valledupar y paralelamente el colegio del mismo nombre además de la Concentración Educativa Dagoberto Fuentes Zuleta; así mismo ejerció el periodismo con especial vocación como reportero gráfico, corresponsal y columnista de El Informador de Santa Marta. 

El Profesor Dagoberto con su espíritu altruista y visionario promovió algunas urbanizaciones de hecho, que más adelante ayudó a legalizar, especialmente el barrio Fuentes Zuleta. Allí sembró otra semilla de Educación colocando la primera piedra de un nuevo Colegio Liceo Cervantes que en otrora época no alcanzó a consolidar para graduar a los bachilleres soñados, hoy representados en las calidades de su hija Fabiola Fuentes Baute quien siguiendo a su padre gestiona actualmente recursos en beneficio de la educación y la comunidad Valduparense. 

Dagoberto vivió alegrías y tristezas en forma concomitantes, logró muchas de sus metas caminando con la adversidad, Genina su amada esposa perdió la visión y después de una delicada operación médica fallece en Bogotá el trece de agosto de 1985, un año más tarde muere también su progenitora Eulalia Fuentes. Presionado por los duros golpes y las deudas contraídas, a raíz de los costosos tratamientos médicos vendió una valiosa posesión carbonífera para pagarle a sus acreedores. La casta de hombre universal y luchador lo lleva a lanzar su candidatura al concejo de Valledupar, siendo elegido para el período 1986 -1988 siendo concejal fue nombrado Agente Fiscal del Cesar en Bogotá, y ejerciendo el cargo fallece tempranamente por una penosa enfermedad el 31 de agosto de 1987. 

Sus hijos no fueron inferiores a las circunstancias Marta la hija mayor lideró a los Hermanos Fuentes Baute, hoy todos intelectuales y dignos de admirar por que llevan la antorcha de la verdad y la honestidad que heredaron de sus padres. 

Por: Iván Morón Cuello 
Edición: Carlos Alberto Fuentes Baute 

César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 
Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 

Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.

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miércoles, 21 de agosto de 2013

EL OBISPO RAFAEL CELEDÓN ARIZA -Biografía.


El ilustrísimo Doctor Rafael Celedón Ariza

“El obispo poeta”

1833-1902


Su eminencia el señor Obispo Rafael Celedón Ariza, nació en la ciudad de San Juan del Cesar, Cantón Cesar,Provincia de Riohacha,República de la Nueva Granada el 3 de septiembre de 1833,bautizado el la Parroquia de San Juan Bautista de San Juan del Cesar el 5 de septiembre de 1833,ceremonia presidida por su propio abuelo el padre Miguel Jerónimo Celedón; hijo de 
Don Nicolás Ariza Basabil, y Doña María Rosario Celedón Herrera; debido a su orfandad tanto maternal como paternal,su educación estuvo a cargo de su tío el cura Agustín Celedón Herrera hasta obtener el título de abogado en la universidad del Rosario de Santa Fe de Bogotá y después toma la decisión de ponerse al servicio del Señor, llegando al cargo de obispo de la Diócesis de Santa Marta, en la que su misión pastoral termina  con su muerte el 10 de diciembre de 1902, estando en la Cruz de Abrego,Norte de Santander.

Don Rafael Celedón entre 1891 y 1902 fue obispo de Santa Marta, preconizado el 17 de Diciembre de 1891. Se dice que su tío Agustín Celedón, presbítero, había prometido costear los estudios de su pariente Luis Gutiérrez, pero habiendo muerto este en la provincia de Padilla durante la guerra civil, es elegido Celedón para ese beneficio del cual siempre estará agradecido con su tío, haciendo a su vez otro tanto con su sobrino José Barros.

El ilustre prelado don Rafael Celedón es uno de los más grandes poetas y escritores de la provincia de Riohacha. Fue ordenado sacerdote en Panamá el 23 de Septiembre de 1865. El entonces vicario de la Diócesis, monseñor Vicente Arbeláez lo invita a regresar a su tierra y lo nombra párroco de Fonseca. De allí es trasladado a Riohacha donde se dedico a evangelizar los indígenas de la alta guajira y de la Sierra Nevada, hoy territorio de la diócesis. Trabajó sobretodo con los arhuacos. En 1877 es nombrado rector del seminario. Viaja a Estados Unidos y después de su regreso se hace cargo de la parroquia de Santa Ana de Ocaña de donde saldrá obispo de Santa Marta. Como obispo dedica muchos esfuerzos a la misión de la guajira y de la Sierra Nevada.

En el año de 1867 fue nombrado Vicario Apostólico de Santa Marta, Monseñor José Romero, quien recibió la consagración episcopal en la Habana a donde había sido desterrado. En 1868 creo la denominada “Misión Diocesana” para la civilización de los guajiros, confiándole al clero Diocesano y nombrando al frente de la misma al padre Rafael Celedón, quién más tarde sería su sucesor en el obispado de Santa Marta.

“En agosto de 1892, el Obispo Rafael Celedón hace su primera visita pastoral a la provincia de Ocaña. Al igual que lo habían hecho otros personajes, El doctor Celedón ingresa a Ocaña por el Alto de la Camarona y es recibido por el pueblo católico, según nos dice J.J. Páez: “En el punto nombrado Martinete, barrio de San Agustín, se encontraba un elegantísimo altar preparado para que se revistiera el prelado; y allí, engalanado con sus vestiduras pontificales, fue recibido, en la tarde del día 14 de agosto último, por el señor vicario de esta ciudad y conducido bajo palio bordado de oro que llevaban los miembros del concejo municipal y las principales autoridades de la provincia…” Así lo expresó el Académico Luis Eduardo Páez García en la Revista de la Academia de Historia de Ocaña. 


El 11 de Junio de 1893 ordena sacerdote al sanjuanero Manuel Antonio Dávila Paredes que vivió mas de cien años y ejerció el ministerio por mas de ochenta.

El escritor colombiano doctor José Manuel Manjarrés, en su estudio sobre el doctor Rafael Celedón publicado en Bogotá (imprenta de San Bernardo) en 1917 dijo:

“Yo no puedo hablar de Rafael Celedón sino con mucho recogimiento. La evocación de su recuerdo me convida a meditar. Su memoria es reliquia sagrada para mí; en las íntimas veladas, a la luz de la lamparilla del hogar, del amoroso y dulce hogar de mis padres, oía de boca de éstos los mayores elogios y ponderaciones respecto del señor obispo de Santa Marta, de suerte que aprendí a amarle sin conocerle, a venerarle sin poder hacer cuenta de sus virtudes, a admirarle sin haber leído sus obras portentosas”.

El obispo Rafael Celedón entre sus obras publicadas tenemos: “Pastoral” Editada por J. B. Cevallos 1.892;Pío IX el Concilio Vaticano; Gramática Catecismo y vocabulario de la lengua goajira.

Paul S. Frank en el libro Cien años en el estudio del Ika dijo:

"El Monseñor Rafael Celedón (1833-1902) era natural de norte de Colombia. Estudio derecho en Bogotá; después de regresar al norte de Colombia, perdió todo lo que tenía en la guerra de 1860 y huyó a Lima, Perú donde estudió para el sacerdocio. Regresando a la península Guajira, empezó a evangelizar la gente guajira.

Aprendió su idioma y publicó su primer trabajo lingüístico, Gramática goajira en 1878. Más tarde se mudó para Santa Marta, viajó para los Estados Unidos por razones de salud, pasó un año en la isla de Santo Domingo y visitó Europa. A su regreso en 1886 se le nombró Obispo de Santa Marta y emprendió la catequización de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Celedón publicó la Gramática de la lengua Köggaba, con vocabularios y catecismo y un vocabulario Español Guamaka, Chimila y Bintukua (1886), Vocabulario de la Lengua Atanquez, y vocabulario de la Lengua Bintukua, presentado en el Congreso Internacional de Americanistas en París en 1890 y publicado en 1892.

El Vocabulario de la Lengua Bintukua contiene 630 vocablos organizados alfabéticamente por el español. La introducción al estudio solamente nota que el idioma, que él llama Bintukwa, se habla en San Sebastián, que Isaacs también identifica como el pueblo central de este grupo indígena. No hay una explicación de los símbolos usados, pero la transcripción conforma a la ortografía del español con unas excepciones. Como Isaacs, Celedón utiliza la k en vez de la c/qu del español. Se usa la ü como en el español para indicar [w] en la secuencia güi [gʷi], así que gui y gue (sin dieresis) se interpreta [gi] y [ge]. Celedón también utiliza ü para indicar [w] en palabras como küian ‘cavar’ y imüisan ‘desenvolver’ (aunque la vocal representada por üi en la segunda palabra es probablemente [ɨ]). ö parece representar [ʌ] o [ɨ]. Celedón utiliza la tilde para indicar el acento, usándola en la mayoría de los casos y, distinto a lo que hace Isaacs, sí indica el acento cuando cae en la sílaba penúltima. Unas pocas palabras tienen un saltillo ( ' en la lista de palabras que sigue), la función del cual no está clara."

En el boletín del Museo del Oro, No. 17 de agosto- diciembre de 1986, en un escrito que lleva por título “Pionero de la Antropología en Colombia: Rafael Celedón”, el doctor Carlos Alberto Uribe T, del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, expresó:
El 30 de agosto de 1876 en el pueblecito Kogi de Santa Rosa de la Nevada, el presbítero, el misionero, el protolingüista Rafael Celedón, se inspira y toma la pluma para escribir su oda a "La vida del arhuaco "

"¡Qué sosegadamente
Pasan la vida entre su verde sierra, 
Do nunca ha habido guerra, 
Estos hijos de Dios, de la corriente 
Del arroyuelo al ruido, 
Que ora parece canto, ora gemido! 
Lentamente abandonan 
(Que no les insta la ambición), el ralo 
Chinchorro, su regalo, 
Cuando lomas y oteros se coronan, 
Y ríe la pradera, 
De la alborada con la luz primera. 
Entonces, ¡ay! entonces 
Si supieran oraran ¡pobrecillos! 
Ya lo harán sus chiquillos... 
Mas al llamarlos el sagrado bronce, 
Vuelan al templo santo, 
Y oyen la Misa con visible encanto. 
Costumbre veneranda 
Sepáralos en él: a la derecha 
El varón, y quien hecha 
Fue del hueso de Adán, a la otra banda. 
¡Bendito el misionero 
Que introdujo esta práctica el primero!". 

Los méritos poéticos de la oda de Celedón pueden resultar dudosos, sobre todo vista a la luz de nuestros modelos estéticos, pero en todo caso ella nos revela facetas interesantes de su autor. La más obvia es quizás la fascinación del presbítero con la belleza incomparable del paisaje de la Sierra Nevada, esa "...excelsa Nevada,/ Que afirma el pie en la espada del Atlante, Yergue la frente límpida hasta el cielo... -, como nos la describe en una estrofa posterior. Fascinación de la que, por lo demás, tampoco escaparon otros viajeros que como el conde José de Brettes, el geógrafo alemán Wilhelm Sievers, el explorador y naturalista francés Eliseo Reclús y el poeta y novelista colomno Jorge Isaacs, también recorrieron este peculiar macizo montañoso durante las postrimerías del siglo XIX. Pero Celedón también se maravilla de la inocencia y felicidad envidiables que ve en los "arhuacos" nativos, esas almas en las que el presbítero cifra sus esperanzas cuando sean encaminadas otra vez al rebaño de Dios v se siga la obra misional va iniciada desde los tiempos de San Luis Beltrán. 

Y es que el padre Celedón continuó en el norte de la moderna Colombia esa estirpe de misioneros que desde los albores de la América Española comprendieron que su tarea debía necesariamente apoyarse en un conocimiento doble: de las costumbres de los nativos y de sus lenguas. Algunos prefirieron registrar sus observaciones sobre los modos de vida locales y relatar las gestas de los conquistadores, colonos y misioneros, y se convirtieron entonces en Cronistas. Otros, por su parte, decidieron aprender y capturar por escrito las palabras de los extraños idiomas amerindios, para verter luego los misterios y enseñanzas de la religión importada en los catecismos que debían aprender los nuevos neófitos. Estos últimos fungieron de "lingüistas de la fe; cuyos descendientes todavía se encuentran entre nosotros. En el padre Celedón confluyeron tanto el cronista como el lingüista.

El padre Celedón ocupaba en el año de 1868 el cargo de Vicario Foráneo de la iglesia de Riohacha, cuando se propuso fundar una misión con sede en esta población: "cerca de cien años habían transcurrido sin que el culto católico se manifestase en las sabanas de la región Guajira v Sierra Nevada; miles de indios denominados Guajiros unos, Arhuacos y Motilones otros, vagaban por aquellas extensas regiones como ovejas sin pastor en la más brutal gentilidad y .salvajismo" (Valencia 1924: 1). Ponerfin a esta situación fue su propósito, y el de su superior eclesiástico, el obispo de Dibona v Vicario Apostólico de Santa Marta, José Romero. Con los "caballeros más distinguidos de la ciudad", Celedón constituye el lo. de enero de 1869 la "Junta de la Misión " inicia inmediatamente un recorrido por el territorio indio de la península para buscar un lugar apropiado en donde comenzar los trabajos de conversión de los nativos. El sitio de "Marauyén", localizado en el camino que de Riohacha conducía a Maracaibo sobre la banda derecha del río Calancala (o Ranchería), fue elegido como el más apropiado. Establecida la fundación, Celedón no pierde el tiempo y comienza a estudiar la lengua de los guajiros (Archivo Diocesano de Santa Marta, tomo III, fols. 68-82, 1869). Dichos estudios serán la base (le su trabajo Gramática, catecismo i vocabulario de la lengua guajira, publicado en París en 1878 como el tomo V (le la Colección de Lingüística Americana (le la que era editor otro colombiano, Ezequiel Uricoechea. Como veremos más adelante, casta obra de Celedón suscitaría años más tarde una agria polémica entre Jorge Isaacs, Miguel Antonio Caro y el propio autor.

De la Guajira salta el diligente sacerdote a la Sierra Nevada y en 1876 1o encontramos reconociendo este último territorio. Su objetivo principal fueron los "arhuacos-kóggabas" de la vertiente norte, aun que también visitó a los "guamakas" de los pueblos de Rosario y Marocasa; a los indios de Atánquez y a los "bíntukua"de San Sebastián de Rábago -de quienes, al notar su esbeltez, anota socarronamente, "cualquiera diría al verlos que no son de la raza rechoncha de los kóggabas" : Comentario que pasa por alto en su poética oda al arhuaco:

"Entonces el Arhuaco,
Con ademán gracioso se endereza, 
Se estira y despereza; 
Y, previo de áurea coca un dulce taco, 
Que le agloba el carrillo, 
Y del poporo un cáustico sorbillo, 
Cual grave Patriarca, 
A paso lento y firme se encamina, 
Por entre la neblina 
Y el eterno verdor de la comarca, 
Hacia el arroyo o río, 
Do medra, en fértil valle, su plantío. 
¡Qué verde, qué risueño! 
¡Quién al mirarlo no se hará poeta!". 

Los materiales lingüísticos y etnográficos recolectados por Celedón en la Sierra Nevada fueron empleados para la publicación, en 1886, de su Gramática de la lengua Köggaba con vocabularios y catecismos como el tomo X de la misma Colección de Lingüística Americana.

Los trabajos misionales iniciados por el padre Celedón continuaron con muchos problemas y altibajos hasta la década de 1880. En 1886 el obispo Romero de Santa Marta, apoyado por el delegado apostólico en Colombia, monseñor Agnozzi, contacta a los capuchinos de la Provincia de España en solicitud de misioneros para proseguirlos. Seis misioneros capuchinos llegan finalmente a Santa Marta el 7 de enero de 1888 y viajan a Riohacha unos pocos días después. Allí son recibidos por los notables de la población, encabezados por el mismísimo presbítero, quien les transmite su ya larga experiencia. El territorio que les fue asignado por el obispo Romero era muy vasto: toda la península Guajira y los pueblos de San Antonio, Santa Rosa, San Miguel, Marocaso, Rosario, Atánquez, San José y San Sebastián de la Sierra Nevada -los mismos que en 1876 había recorrido Celedón (cf. Valencia 1924:5-29). Se inaugura así la segunda etapa de presencia de los capuchinos en el norte de Colombia. Ya habían acompañado al Maestre de Campo José Fernando de Mier y Guerra en la `pacificación "de los chimilas de la vertiente occidental de la Sierra Nevada y de las partes planas hacia el sur y el occidente de la antigua Provincia de Santa Marta, durante el siglo XVIII.

En el año de 1884 apareció publicado en la revista Anales de Instrucción Pública el "Estudio sobre las tribus indígenas del Estado del Magdalena, antes Provincia de Santa Marta; cuyo autor, el literato Jorge Isaacs recorrió estas tierras dos años antes como secretario de una fracasada Comisión Científica creada por el Gobierno para continuar con los trabajos de la Comisión Corográfrca. El estudio incluye además de descripciones etnográficas de los aborígenes de la Sierra Nevada, la Guajira y el pie de monte y de largas disquisiciones históricas sobre los orígenes de estos pueblos y sobre la empresa española en América, vocabularios y análisis de las gramáticas de las lenguas "businka"(ika), "guamaka"(wiwa o dumuna), chimila, motilón y guajiro. En su trabajo Isaacs critica las investigaciones lingüísticas del padre Celedón sobre el idioma guajiro, que no le inspiran mucha confianza "tanto porque no fueron hechos en el seno mismo de las tribus que hablan este idioma, cuanto porque durante nuestra permanencia entre ellas tuvimos ocasión de notar muchos errores consignados en esa obra [la Gramática del guajiro publicada por Celedón en 1878]" (Isaacs(1884)1951: 74).

La publicación de Isaacs capturó la atención de Miguel Antonio Caro, años más tarde Presidente de la República, quien escribe una violenta diatriba en contra del poeta titulada "El darwinismo y las misiones" en los tomos XII y XIII del Repertorio Colombiano (1887). Caro ante todo cierra filas alrededor del padre Celedón, a quien defiende no sólo como lingüista sino también como misionero: "el que hace la guerra a la religión es enemigo de la patria'; sentencia atronadoramente el señor Caro, Isaacs, nos informa, sólo es un poeta, ni siquiera un novelista de verdad, sin ninguna preparación científica y además carente de "lastre de principios" : En el fondo, lo que en verdad j molesta a Caro es el anticlericalismo de Isaacs, v su materialismo ("un poeta materialista es una antinomia, un imposible'), en una época en la que se daban agrios debates sobre el papel de la iglesia en la vida nacional. El materialismo al que se refiere Caro es, por .supuesto, el darwinismo aceptado por el poeta: "...nosotros, ya que hemos tenido la paciencia de leerle, o de hojearle, no podemos absolutamente tolerar que en los Anales de Instrucción Pública de una nación cristiana, se haya permitido el estampar su adhesión a la teoría de Darwin, precisamente en el punto repugnante de esa teoría, en lo que toca con el Hombre " (Caro en Isaacs 1951: 313).

Pero el señor Caro también era un antisemita. En un pasaje en el que se lamenta del poco éxito de las misiones en la Guajira adelantadas por el obispo Romero -v el presbítero Celedón, escribe: "Entretanto los judíos holandeses de Curazao se han adueñado del comercio de Riohacha, y con esta llave han monopolizado el de la Goajira, explotando a aquellos indígenas sin llevarles a cambio ningún principio de cultura social. ¡Ojalá que los daños que causan esos despiadados traficantes se redujesen a la corrupción del nativo idioma, único perjuicio que deplora el Sr. Isaacs!: (Caro en Isaacs 1951: 354). En verdad que el volumen de este comercio era bastante considerable: según el mismo padre Celedón, entre 1867 y 1868, el comercio de animales, cueros de chivo, cueros de res, dividivi y brasilete por la aduana de Riohacha alcanzó un valor de $ 52.316 y la venta directa de animales en Riohacha y Barrancas llegó a $110.782 (Archivo Diocesano de Santa Marta, tomo III, fols. 68-82, 1869). Ello sin contar con el volumen del contrabando.

Cuando el "Estudio "del señor Isaacs llegó "por una casualidad" a las manos del padre Celedón, el presbítero redactó en 1887 una cuidadosa réplica, también publicada en los Anales de Instrucción Pública. Con un mal disimulado enfado, Celedón se detiene en cada una de las objeciones que su contradictor el poeta presentó a la Gramática de la lengua goajira. Ante la sugerencia de Isaacs de que, para emplear una terminología más cercana, el "trabajo de campo "del padre no llegó hasta la propia "tribu" guajira, éste responde como lo haría un antropólogo de hoy enfrente de similar predicamento: "No queremos negar que tenga el señor Isaacs otros motivos para que no le inspiren confianza nuestros trabajos sobre la lengua goajira; pero respecto del que alega, diremos que si no podemos gloriarnos de permanencia entre las tribus, por lo menos las visitábamos con alguna frecuencia durante nueve años, como es público y notorio en la ciudad de Riohacha; y aun cuando no hubiéramos ido ni una sola vez a la Goajira, casi podríamos decir que entonces vivíamos entre las tribus, puesto que diariamente estábamos rodeados de goajiros que venían a visitarnos... " (Celedón en Isaacs 1951: 366).

La edición original de 1886 de la Gramática de la lengua kög-gaba, de otro lado, consta de varias partes. El texto que en el presente número del Boletín del Museo del Oro se reproduce corresponde a la introducción (pp. iii-xxx del original), a la que sigue la "oda", de la que se han extraído las estrofas incluidas en el presente artículo. Las otras secciones cubren la gramática de la lengua, un "catecismo histórico "en "kóggaba"y castellano, un "catecismo dogmático "también en estos dos idiomas, y un vocabulario castellano-kóggaba.

El padre Celedón escribió la introducción a su Gramática kóggaba siete años después de que anduviera por la Sierra Nevada. Buena parte de ella, indudablemente, está basada en sus memorias y anotaciones de su rápido recorrido por la región y no muestran que el autor hubiese profundizado en la vida, costumbres y creencias de los habitantes nativos, a juzgar por las numerosas imprecisiones y superficialidades que contiene. En particular, resalta el uso ligero de la noción de la "tribu "arhuaca que para él es la suma de los kóggaba, bíntukua, indios de Marocaso y el Rosario y los atanqueros, todos con lenguas más o menos afines, excepto el kóggaba y el bíntukua, que fuera de su sistema de numeración no se parecen entre sí. En cambio, el guamaka y el atanquero contienen bastantes semejanzas entre ellos, lo mismo que los idiomas kóggaba y guamaka, las cuales son atribuibles según Celedón, "al frecuente contacto entre los indios que las hablan" : Vale anotar, sin embargo, que las imprecisiones del presbítero son bien entendibles. Todavía hoy muchos usan el término "arhuaco "como un gentilicio para denominar a todos los aborígenes de la Sierra -no obstante que los ika, o bíntukua de Celedón son más conocidos con este nombre. De otro lado, la cuestión de las afinidades étnicas entre estos grupos está muy ligada a la cuestión de las afinidades lingüísticas entre sus lenguas, hecho éste del cual fue consciente el presbítero. En la actualidad, cien años después de publicada la Gramática köggaba, apenas los lingüistas están en posición de postular parentescos entre las lenguas habladas en la Sierra con base en una mejor comprensión de sus estructuras gramaticales. Según Jon Landaburu, quien lleva años trabajando el problema, el kankuama ("atanquero") y el ika, bastante relacionados, estarían en un extremo de un rango de variación escalonada, el kogi en el otro, con el dumuna (o wiwa) en una posición intermedia, todos ellos compartiendo muchos rasgos estructurales (Landaburu: comunicación personal).

En síntesis final, no cabe ninguna duda que las investigaciones del presbítero Rafael Celedón entre los indígenas del norte colombiano representan una fuente de consulta obligada para aquellos interesados en la antropología y en la lingüística de estos pueblos. No obstante la inocencia y felicidad paradisíacas con las que el misionero idealizó la vida del "arhuaco":

"Y así que de su frente
Brota y corre sudor, ¡ay! que en legado 
Nos vino del pecado, 
Y que en legado irá de gente en gente; 
El poporeo instaura, 
Mientras le enjuga con su aliento el aura. 
O váse a la cascada, 
Que con su ruido al dar de roca en roca. 
Al baño le provoca; 
Y en la corriente rauda y plateada, 
O en el azul remanso, 
Se tiende a disfrutar fresco y descanso. 
¡Qué alegre, qué festivo, 
Rebozándole el gozo por defuera, 
Retorna al que le espera 
Plácido hogar! 'Oh Yali, ved cuál vivo', 
Paréceme que dice; 
`Ved, ¡qué libre de afán! y soy felice' ". 

Introducción A la gramática de la lengua köggaba por el Pbro. Rafael Celedón.

LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

"Absolutamente aislada de las cadenas andinas por una semicintura de aluviones, y limitada de resto por el mar de las Antillas, la Sierra Nevada de Santa Marta, dice M. Onésimo Reclus, no cubre siquiera la extensión de un departamento francés de los medianos; y sin embargo sus picos helados suben a casi 6,000 metros y tal vez pasan de esa formidable altura. Ningún sólido del globo tan elevado en proporción a la superficie de su pedestal; ninguno, mirado de la base, tan grandioso".

Aislada de los Andes, si bien casi que los toca por el este (pues la Cuesta de Soldado, su extremo oriental, apenas distará dos miriámetros del ramal Andino que va á terminar én la península Goajira), la Sierra Nevada forma por su base una especie de triángulo isósceles, cuyo vértice -La Punta de la Aguja, al norte y dentro el mar- dista como quince miriámetros de los extremos de la base del triángulo que son, por el este la Cuesta de Soldado, y por el sud el Alto de las Minas. Casi en el centro de ese triángulo se levanta, entre otros, el Pico de la Horqueta, acaso á mas de 6,000 metros. En torno á ese Atalaya que anuncia desde lejos al viajero de Ultramar la proximidad de la tierra Colombiana, se asientan varias poblaciones mas ó menos distantes de las faldas del gigante. Mencionaremos á Santa Marta, Riohacha y la Ciénaga que son las principales y que respectivamente están mas ó menos próximas de los tres extremos ya nombrados; también á la Ciénaga, Dibulla y San Juan de Cesar, que ocupando los lados del triángulo, son como las puertas por donde se entra á aquel Edén, perdido hasta ahora para la inmigración, cuando pudiera ser su Tierra Prometida.

Si partiendo de Dibulla, á orillas del mar y del río á que dá ó de que toma nombre, entramos á la casi inexplorada Sierra, nos encontramos con Quebrada Andrea, en donde fracasó la colonia de Sainte Solange acometida por Mr. J. Elías Gauguet. Detengámonos un momento para derramar una lágrima del corazón, una plegaria, sobre las tumbas de Mr. Santiago Gauguet y tres de sus amados hijos, víctimas uno en pos de otro de la fiebre; y luego investiguemos los motivos que dieron en tierra con aquel primer ensayo de colonia que tantos bienes prometía, para quien lo acometió y para el país. En primer lugar, desconocidas para Mr. Gauguet y para los mismos habitantes del país, las condiciones climatéricas de las diferentes alturas de la Sierra, y halagado con la idea de la proximidad de Dibulla para proveerse de lo necesario, escogió una localidad poco á propósito para iniciar los trabajos de su colonia; porque es un estrecho pliegue de terreno casi al pie de la Sierra, expuesto á la variedad de insectos que pululan en la parte baja de ella, y no á cubierto de la influencia de los vientos del mar, tan deletérea para el Europeo no aclimatado. Agréguense á esto varias circunstancias, independientes de la voluntad de Mr. Gauguet, que le impidieron su pronto regreso de Europa, para precaver á sus colonos de aquellas causas de mortificación y muerte, con solo haberlos trasladado á San Antonio por una temporada, en donde hubieran podido producir entretanto alguna cosecha de papas, maíz y otros vegetales para el sustento, con poco gasto de tiempo y de dinero; y luego haber bajado á hacer los trabajos formales, no ya en Quebrada Andrea, sino en Santa Clara ó la Cuchilla, que son terrenos á considerable altura, casi libres de plaga, y extensos, llanos y muy fértiles. No dudamos que la constancia de Mr. Gauguet, probada en más de una ardua empresa (como puede verse en su biografía que traducida del francés hemos publicado en la "Caridad" de Bogotá), se sobrepondrá á este primer revés; y cobrando con la experiencia nuevo aliento, llevará á cabo su proyecto de colonia en la Nevada, seguido siquiera de un puñado de padres de familias honrados y laboriosos que nos vengan á enseñar prácticamente como puede extraerse en abundancia, de nuestro terreno virgen y fecundo, el oro de las mieses.

Hemos nombrado á San Antonio. Es éste el primer pueblo que se encuentra al subir á la Nevada por el norte. No se crea que de Sainte Solange á San Antonio se llega de un salto, como lo hemos hecho con el pensamiento, sino en miles, y con grave peligro de irse falda abajo. Sólo en aquellas mulas serranas, que revelan entendimiento más que instinto, pudiera uno salir ileso de entre tantos repechos, laderas, lajas, tragaderos que, gracias á la constante lluvia, se conservan en perfecto estado para resbalar. Con todo, la suavidad y frescura del ambiente, la variedad de flores que enguirnaldan el camino, la corpulencia de las árboles, cuyas ramas se entretejen por encima del viajero formando arcos triunfales ó denso palio de verdura que apenas uno ú otro rayo de sol alcanza á penetrar; la belleza en fin, de los innumerables ríos y arroyos que forman con su ruido, ya tenue, ya violento, un concierto encantador, todo esto hace que se soporte lo malo de lo hecho por el hombre (aquel como camino), y que se sienta corto el tiempo que requiere el largo viaje.

Reclinado en una de las risueñas faldas del Chirúa y teniendo en frente al ceñudo Nanú, cerro que por su forma trae á la memoria las pirámides de Egipto, el pueblo de San Antonio se eleva á 3,700' pies sobre el nivel del mar, con una temperatura primaveral en todo tiempo y una población como de 150 indígenas y algunas docenas de civilizados, mal acomodados en algunas treinta ó cuarenta casitas, varias de ellas de forma circular. En medio del pueblo está la iglesia, en frente de ésta la casa del gobierno, y entre una y otra plantada la tradicional Cruz de la Misión en medio de la plaza, como pidiendo un misionero! La casa del gobierno además de servir para el despacho del Corregidor, hace de escuela, á la que asisten una ó dos docenas de indiecitos, de los cuales hay algunos que saben leer, escribir y contar medianamente, y también rezar, gracias á la disyuntiva en que se encerraron sus padres cuando el gobierno estableció la escuela, y supieron que en ella no había de enseñarse Religión: "O aprenden rezo y letras nuestros hijos, dijeron, ó no aprenden nada; porque letras sin rezo, Arhuaco para qué".

Frente á San Antonio y casi sin mas separación que la del río, se encuentra Pueblo Viejo, que antes fue pueblo ciertamente; pero que ahora es una posesión rural que podemos llamar Quinta-modelo. Es un pequeño valle encerrado entre el río y una colina, dividido en dos tramos, uno para agricultura y otro para cría. Aquél está perfectamente cultivado de plátano, hortalizas, plantas medicinales, flores y caña. En lugar conveniente está el trapiche con sus correspondientes enseres para la molienda. Esta se hace al lento paso de los bueyes 1.; pero no por eso deja de rendir mucho, debido á lo concreto del jugo que dan las cañas de la Sierra. A veinte ó treinta pasos fuera de la labranza está la casa de habitación; y al rededor de ella se ven pastando dulce grama cuatro ó seis becerros; picando las gallinas con sus parvas de polluelos; armando alas y cola los pavos con orgullo; y en el perenne manantial que brota del pie de la colina, aleteando y bañándose los patos; y más abajo, en las pocetas, epicúreamente tendidas las marranas, mientras se divierte hozando ó retozando la piara de lechones. Ni falta allí el caballo; que á la sombra de un guayabo se ve el de silla despuntando el cogollo de la caña cortada para la molienda. ¿Y dentro de la casa? Se ve á sus dueños, -una anciana y una joven-, y casi siempre á más de un huésped; por que las puertas de ese hogar, en donde alberga la virtud, están siempre abiertas para acoger al peregrino. Aquellas dos mujeres, madre é hija, han hecho con sus propias manos manejando la pala y el machete, casi todo el trabajo que se ve allí al parecer de manos de hombre. Lo que han hecho estas laboriosas mujeres en la Nevada, da una idea de lo que podrían hacer hombres laboriosos en aquella tierra de bendición que convida á trabajar.

A partir de Pueblo Viejo, y á tres horas de andar, á manera de las olas, en un continuo sube y baja, se divisan como una bandada de torcazas, sobre un pequeño y verde llano rodeado de altos cerros, las bien alineadas casas del pueblecito Santa Rosa. Todas ellas son de un mismo porte y forma, con excepción de la iglesia que sobresale con su graciosa torre, dejando ver por debajo de su parduzco techo, la blancura de sus muros. Este pueblo, al norte de San Antonio y elevado á 3,500 pies, fue fundado en 1875 por las indígenas de Palomino, cansados de sufrir la presión que sobre ellos ejercían las autoridades de San Miguel, de donde eran vecinos. No alcanzaban á ser veinticinco padres de familias, y no obstante no haber cura, y tener que hacer sus casas, fabricaron la iglesia y reunieron quinientos pesos en dinero con que se compraron los diferentes objetos necesarios para el culto, entre otros, la imagen de la primera Santa Americana que les sirve de Patrona, cuya primera festividad me tocó en suerte celebrar. Justo es consignar aquí el nombre de Narciso Nolabita que, al frente de aquel pequeño número de indígenas, y con una energía de voluntad adecuada á la ardua empresa, la llevó á cabo en poco tiempo. De los labios de este noble indígena recogí los primeros elementos de la lengua que sirve de materia á este imperfecto ensayo.

De Santa Rosa á San Miguel que está al oeste y formando triángulo con aquel pueblo y San Antonio, habrá cuatro ó cinco horas de camino; pero ascendiendo siempre hasta llegar á la altura de 5,700 pies, después de haber pasado por el caserío de Santa Cruz, rodeado de plantaciones de caña con sus respectivos trapiches que alborotan los ecos de aquella soledad con sus lastimeros quejidos, gracias á lo mal ajustado de sus piezas. Aquí nos detuvimos un momento para dar oídos á un indiecito que se nos acercó diciéndonos lloroso: "Mi mama se va á ahorcar"-"Vamos á su casa para evitarlo", le respondimos, y ya en ella nos informó la india de lo que había pasado. El día anterior, estando ella con su hijo recién nacido en los brazos, cayó un rayo. y notó que inmediatamente se le quedó dormido el niño: acomódalo en el chinchorro hasta la mañana siguiente que lo encontró muerto con muchas pintitas negras en el cuerpo, por lo que creía que lo habían matado las cucarachas, y como su marido, que estaba ausente, era de recia condición, temía que al regreso la matara por su descuido, y antes que esto sucediera había resuelto ahorcarse. Hícele comprender lo malo de su intento; que ahorcándose no iría al cielo sino á parar á los infiernos para ser atormentada por el diablo eternamente; que la muerte de su hijo la había causado el rayo y no las cucarachas; que se conformara con la voluntad de Dios que le había quitado á su hijo para llevarlo al cielo; y por fin, que yo dejaría encargado á Barliza, padre de su esposo, para que le explicara el acontecimiento en que ella no había tenido culpa alguna. Tranquilizada con estas reflexiones, ofreció no suicidarse.

Hablando de los habitantes de esta Sierra dice D. José Nicolás de la Rosa en su Floresta: "Tienen estos indios por muerte honrosa ahorcarse, y para hacerlo no necesitan de otro motivo que perder la esperanza de sanidad el que se halla enfermo; y el modo de ahorcarse el Aurohuaco es particular, pues no se cuelga, sino que puesto al cuello un dogal delgado, tomado por el seno, se sienta en una piedra, y luego ata las dos puntas, una á cada pie, y haciendo igualmente fuerza con ellos, aprieta el lazo, y consigue la muerte por sus pies, como algunos entre nosotros por sus manos. Y si el indio enfermo, ó la india, no tuyo valor para ahorcarse, y le consideran los demás sin esperanzas de vida; luego que está inmóvil, ó en agonía, lo entierran semivivo, para que yaya á descansar, porque instruidos del demonio, tienen creído que pasa luego que muere á sentarse al nacimiento del sol, y así no dicen ellos: "Ya fulano murió sino ya caminó, esto es, ya fue á sentarse al oriente":

Colocado San Miguel en el estrecho recodo de una loma, frente á un majestuoso cerro que le oculta el sol hasta las nueve de la mañana (como se lo oculta desde las cuatro, por la tarde, la loma en cuya falda se reclina), carece este pueblo de bellas perspectivas. Mucha lluvia, sol muy, rara vez, luna casi nunca, estrellas menos, neblina casi siempre, y una abundancia de alacranes tal, que raro será el vecino ó transeúnte que no les deba algún recuerdo doloroso, he aquí lo que hace que, hoy por hoy, no haya en San Miguel un solo civilizado de vecino. Entre los 150 indígenas, poco más o menos, que habitan este pueblo, sobresale por su edad y su saber el célebre Fiscal, cuyo nombre de pila se ha hecho innecesario con aquel dictado antonomástico. El Fiscal sabe ayudar a misa, y para ayudarla se despoja del ordinario vestido, se calza unos antiquísimos zapatos que, según dice él, fueron regalo de un I Prelado, y se ajusta á las espaldas una especie de casaca, coetánea probablemente del calzado, sobre la cual tiende la poblada melena que, hasta la fecha en que la vimos, no acusaba vejez con una cana. Deseoso el Fiscal de aumentar sus conocimientos hizo ex profeso un viaje á Santa Marta, en donde aprendió ¡quién lo creyera á no contarlo él mismo! á pesar, en peso de cruz, arroz y otras menudencias y á medir aceite, con pesa y medida que trajo de su largo y laborioso viaje.

Los tres pueblos que hemos mencionado encierran la población indígena que ocupa la banda septentrional de la Nevada. Estos los Köggabas que hablan la lengua, materia de este libro. Estos, en nuestro concepto, los más antiguos habitantes de toda la Nevada, de los cuales se originan los que habitan en la banda austro-oriental. Por lo que hace á la antigüedad de los tres pueblos, sabemos que Santa Rosa apenas cuenta de existencia lo que va de 1875 para acá; que á San Miguel lo formaron en el siglo pasado los indígenas que habitaban en el pueblo de San Pedro, que fue donde hoy se llama Pueblo Viejo de que hace poco hemos hablado. Esta es tradición conservada entre los indios, y la atestigua la imagen de San Pedro que se conserva en la iglesia de San Miguel al lado de la de este Santo Arcángel. ¿Y cómo la atestigua? Con su presencia en la iglesia de un pueblo en donde no es Patrono. Observase que en cada iglesia de la Sierra no hay sino la imagen del Patrono; la de San Pedro está en la iglesia de San Miguel sin ser Patrono; luego lo fue de otro pueblo, pero de otro pueblo habitado por los ascendientes de quienes la han conservado en su iglesia al lado del Patrono. Dedúcese además que el pueblo de San Miguel no es anterior á 1741 por que en ese año escribió su Floresta D. José Nicolás de la Rosa, y en ella, hablando de las parroquias dependientes de Río hacha, dice: "La parroquia del pueblo de San Pedro, en la Sierra Nevada; de nación Aurohuacos;"y en seguida: "La parroquia del pueblo de San Antonio del Yucal, en la misma Sierra", sin que nombre allí ni en otra parte á San Miguel; por lo tanto no existía este pueblo en la fecha que hemos mencionado.

Que los Köggabas fueron los primeros moradores de la Nevada se deduce de la prioridad de origen que á éstos conceden los demás indígenas de los pueblos de que aun no hemos hablado, y de datos que hemos recogido de los labios de Don Félix Daza, indígena que habita en Sulibata, y que es el Mama principal, ó como si dijéramos, el Pontífice Máximo de toda la Nevada. Según él, todos los indígenas traen su origen de cuatro familias que habitaron en cuatro diferentes lugares de la Sierra y entre quienes pone cuatro personajes que son: Seraéra, conocedor de plantas, es decir, naturalista, quien habitó en Chirúa con la familia Zallabata; Dejanamoró, capitán ó militar, radicado en Makotama, con la familia Nolabita; San Luis Beltrán que habitó en donde hoy es San Miguel con los ascendientes del informante Mama, y Parterno, sacristán, que vivió en Takina, entre la familia Nakaogui. Antes hemos visto que Chirúa es un cerro cerca de San Antonio; y cuanto á Takina y Makotama (11,000 pies) son dos lugares de descanso entre San Miguel y la perpetua nieve. Que San Luis Beltrán estuvo en el lugar que hoy ocupa San Miguel lo prueba la cueva que hay allí con nombre de aquel santo misionero, en donde dicen se retiraba á orar. Es una gran piedra que, arqueada por debajo, se asienta sobre otra piedra plana que le sirve de pavimento. Puede la cueva dar cabida á más de veinticinco personas con holgura. Allí cada viajero que la visita deja alguna inscripción como recuerdo. AI lado de la cueva corre un bellísimo arroyuelo que desciende por una inmensa laja donde dicen están estampadas las huellas de San Luis, pero no son sino pequeños huecos formados tal vez por pedrezuelas que encontrarían obstáculo para seguir rodando á impulso de la corriente. Cuanto á Seraéra, Dejanamoró y Parterno, debieron de ser españoles cuyos nombres han perdido su verdadera pronunciación en boca de los indígenas. Estos mismos nombres que hemos escrito con ere, porque el Mama de quien los hemos oído habla en Guamaka (lengua que tiene aquel sonido,) serían Sellaélla, Dehanamolló y Paltelnoen los labios de un Köggaba que no tiene en su idioma aquella letra como inicial de sílaba, ni puede siquiera pronunciarla.

Aunque en la Sierra Nevada se hablan cuatro lenguas diferentes, basta conocer un pueblo para conocerlos todos por lo que hace á tipo, hábitos y costumbres. El Arhuaco (que tal es el nombre genérico que damos á todos los indígenas de la Nevada), es por lo regular pequeño, y aunque casi nunca obeso, regordete; de facciones toscas, ojos negros y un tanto oblicuos tirando á los del chino; tez del color de la cáscara del níspero, pelo liso y largo, tendido por la espalda; escasa barba en los que llegan á tenerla; repantigado y de andar pausado v con cierto contoneo que le da un airecillo entre señoril y afeminado. Viste calzón y una túnica, especie de dalmática, tejidos de algodón por él mismo; y, colgadas de los hombros, cruzando espalda y pecho, cuando menos dos mochilas de variados colores, tejidas por la esposa, en donde guarda el hayo, el ambiro y el poporo que le sirven para entretenerse en la mayor parte del tiempo y para saludar cuando encuentra algún amigo. Consiste el mutuo saludo en franquear las mochilas para que el saludado tome un puñado de hayo, y de ambiro una dedada, haciendo él á su vez la misma ceremonia.

La mujer es pequeña, regularmente desairada, no tanto por las gracias que le ha negado la naturaleza, sino por lo ridículo del vestido. Es éste una estrecha manta que la aforra de los hombros á la pantorrilla, ceñida á la cintura por una gruesa y ancha faja, cuyos cordones con borlas le cuelgan hasta las rodillas. Al contrario del repantigado arhuaco, la mujer anda siempre inclinada hacia adelante, gracias al peso de la mochila que, colgada de la cabeza, gravita constantemente sobre sus espaldas, llena de frutos de la roza en las de la soltera; y en las de la casada, con el fruto de su vientre, pues cargan á sus hijos á la espalda enmochilados.

Cada familia habita en doble casa, una en frente de otra, con una piedra grande en medio, que sirve como de línea divisoria entre la habitación del hombre y la de la mujer, y al mismo tiempo para sustentar la totuma que con la comida pone allí la esposa para que la tome su marido; pues ni éste puede recibir nada de aquella, ni ésta de aquél sino pasando la cosa por el suelo. Esta separación de los sexos se observa también en la iglesia y en los bailes: en aquella se colocan los varones al lado del Evangelio y las mujeres al opuesto ó de la Epístola: en los bailes de hombres, van estos en círculo tomados de las manos, batiendo con los pies a un lado y otro, al son de dos monótonos carrizos (uno macho y otro hembra, éste que hace el primo, aquél el dúo), y al compás de la maraca que gira sin cesar en la diestra del músico que modula el macho. Indefinible es la impresión que produce en el alma la suave y concertada voz de aquellos rústicos instrumentos en la noche, y más si está lloviendo: no es tristeza ni alegría, sino un algo de una y otra que si tiene nombre lo ignoramos. En el baile de mujeres anda cada una suelta y por su lado, dando saltitos admirablemente desairados, al son de un tamboril que va tocando la mas vieja, al propio tiempo que, como las otras, baila y canta. De vez en cuando, y á manera de cometa sin órbita segura, se presenta un bailador sui generis, que marchando á paso redoblado y al son del tambor que él mismo va tocando, ora rompe acá la rueda de los hombres, ora pasa allá atropellando á las mujeres, y sigue imperturbable su derrota con estoica gravedad, para volver mas tarde, cuando menos se le espere, á reproducir la ruptura y dispersión en los dos campos.

Tienen los hombres otro baile que efectúan en ciertos tiempos, principalmente en la nueva luna de Enero, en una casa redonda fuera de la población. Casa y baile llevan un mismo nombre, tanto en castellano como en Köggaba: en éste se llaman Nuchei, y en castellano, no sé por qué, Cansamaría. Para este baile, que es una de sus mayores y más arraigadas supersticiones, tienen vestidos á propósito: birretes emplumados, máscaras y adornos de oro y cornerinas. Antiguamente los Mamas se horadaban las narices para colgarse en ellas pesadas narigueras de oro. Hasta hace poco conservé una que pesaba siete castellanos, y tan admirablemente conservada, que no ha perdido una sola de las delgadísimas patitas de los sapos y aves acuáticas que le adornan la parte superior.

En ciertos días, y principalmente cuando tienen que tratar algún asunto grave, se reúnen los hombres en cabildo por la noche, sea en la casa del Mama, sea en la de algún indio importante, y allí, con los pies casi metidos en la hoguera que hay en medio, y reclinado el Mama en su chinchorro, se pasan toda la noche chupando poporo y conversando. Llaman duláshi á esta conversación nocturna, á diferencia de la del día que lleva el nombre de Zokuáshi. Los Mamas son ciertos individuos que no han probado sal en toda su vida y que hacen á la vez de sacerdotes y de médicos. Como Esculapios efectúan sus curaciones majando cuentas de vidrio y pedrezuelas cuyo polvo envuelven en hojas de mazorca, ó bien inspeccionando á solas, lejos del enfermo y con científica gravedad, bien una cornerina, bien un pedazo de cristal que, echado en el fondo de una totuma llena de agua, ha de diagnosticar, según parece, y sugerir al Mama lo que ha de recetar. Pero no solo cura; que también suele enfermar, pues con su ciencia puede introducir (valga su dicho) en las entrañas de cualquier prójimo á quien quiere perjudicar, arañas, ranas, lagartijas, y también hacérselas echar. Hubo ahora años un Mama que pretendía sangrar desde cualquier distancia á una persona ausente con solo chuparse su propio brazo en el lagarto. ¡Admirable sanguijuela! En su carácter de ministro, el Mama rebautiza, recasa y oye en confesión, Digo rebautiza y recasa, porque luego que es bautizado algún niño según los ritos de la iglesia, lo llevan al río, y allí lo lava el Mama, no sé si para quitarle el bautismo ó para complementarlo; y después de efectuado un matrimonio, toca al Mama unir de nuevo á los consortes. Difícil sería averiguar si estas prácticas supersticiosas sean una sacrílega imitación de los Santos Sacramentos, ó si hayan sido anteriores á la introducción del cristianismo en la Nevada.

Entre todos los Mamas tiene la preeminencia el que reside en Sulibaka, y que hoy se llama como se llamó su padrino (inclusive el nobiliario Don), Don Félix Daza. Este es, como hemos dicho antes, una especie de Pontífice Máximo á quien hay obligación de visitar de tiempo en tiempo, llevándole ofrendas de pescado, carne, papas y otros comestibles, y con quien hay que hacer confesión general cuando las circunstancias lo permiten.

El Arhuaco es naturalmente religioso, pero la falta de misioneros hace que esa laudable inclinación degenere en una superstición que se extiende á todos los actos de su vida. Hoy existen en la Nevada siete pueblos con iglesias y sólo hay un sacerdote, el cura del Rosario. ¿Y por qué no hay sino uno? Porque hay muy pocos sacerdotes en la Diócesis de Santa Marta; tán pocos, que no alcanzan para las parroquias de civilizados. Hay pocos que quieran ordenarse, y de estos pocos los más no tienen como hacer frente á sus indispensables gastos para entrar en el incipiente Seminario Conciliar; y éste, pobre también, no puede sostener sino un reducido número de ordenandos con sus escasos fondos. Un medio fácil se ofrece para que dentro de algunos años haya misioneros tanto en la Nevada como en la Goajira: que el Gobierno Nacional, á cuyo cargo están ambos territorios, diera oídos al Memorial que le ha elevado el Ulmo Señor Obispo de Santa Marta, Dr. José Romero, en el cual se le propone que costee en el Seminario á algunos jóvenes indígenas de la Goajira y la Nevada. Estos saldrían ó sacerdotes misioneros, si vocación tuvieran para ello, ó siquiera hombres instruidos y religiosos que pudieran difundir en sus respectivos territorios las luces que hubieran adquirido 2.

Ya que hemos nombrado al Goajiro y al Arhuaco no estará de más un lijero paralelo entre esas dos razas de indígenas que ocupan las dos más bellas porciones del Estado del Magdalena. El Goajiro, vestido á la lijera de la cintura á la rodilla con vistosa manta y faja, tejidas por las manos de su esposa, y con una á manera de corona - la Tekiára- adordanada de plumas, colmillos de caimán y uñas de fieras en la frente, es nómade y pastor en sus abiertas pampas. El Arhuaco, pesadamente vestido cual se ha dicho, y con su sombrero de alta copa y ala grande, tejido por él mismo, es sedentario y agricultor entre los verdes pliegues de sus excelsos montes: ambos con una buena dosis de indolencia para lo que es trabajo; pero indómito aquél, y tan amigo de su libertad é independencia, que hasta ahora no ha doblado la cerviz ante el yugo de la ley; mientras que el Arhuaco es sumiso hasta la abyección, y amigo de la paz á toda costa. En la Goajira no falta nunca alguna guerra entre las parcialidades, y nunca, jamás ha habido guerra en la Nevada. Rara vez se verá al Goajiro sin sus armas en la mano, símbolo de su carácter belicoso; y más rara, si cabe, las manos del Arhuaco sin que estén manejando, con un dejo y donaire para vistos, el pulillo del poporo, que simboliza su índole pacífica. En cambio es proverbial lo hospitalario del Goajiro, y no menos proverbial lo inhospitalario del Arhuaco. Cobarde éste y valeroso aquél, cuando llegan á encontrarse se estremecen ambos, no de amor sino de miedo: tiembla el Kóggaba á la vista de aquel carcax repleto de emponzoñadas rayas; y el Goajiro al ver aquella mochila de donde puede salir un sapo ú otra sabandija para alojarse en sus entrañas: De aquí la desabrida y tímida afabilidad con que se tratan; con que se tratan, digo, y no con que se hablan; porque á no saber ambos algo de español, no pasa la entrevista de una curiosa pantomima. En tal lance son armas vedadas sus respectivos idiomas, pues en nada se parecen sino en lo que les falta, como es el carecer del verbo Ser. Nas mi pebo (Yo tu amigo) sin el verbo, dice el Arhuaco entre dientes al Goajiro; y éste á aquél: Pu tanajute taya (Tu amigo yo), también sin verbo, y sin aquella arrogancia de que hace alarde en otras ocasiones. No nos parece inoportuno hacer notar aquí que la lengua Goajira carece absolutamente de b,1 y que son muy frecuentes en ella la p y la ere; mientras que en la Kóggaba son muy usadas las dos primeras letras, y pronunciadas con la mayor blandura, en tanto que las dos últimas se encuentran empleadas rara vez. Difícil, por no decir imposible, es hacer que un Goajiro pronuncie una 1 en palabra castellana; siempre la convierte en ere; y no menos difícil que un Köggaba pronuncie una erre ó siquiera ere inicial de sílaba, pues la transforma en Lana, por ejemplo, se vuelve jrána en boca del Goajiro; y Rana, se trueca en lána en la del Kóggaba. La s de la lengua goajira es casi siempre fuerte, como el soplo de la impetuosa brisa que en la mayor parte del año azota á la península Goajira; mientras que la s de la lengua Kbggaba es sumamente suave, como el aura que suspira entre las cañadas perennemente verdes de la Sierra. Zuzabánka (pronunciada muy suavemente la z como en gazon del francés), dice el Kbggaba al contemplar el arco iris suspendido por la tarde entre dos cerros, como una puerta que da al cielo; y Kassipóroin (pronunciada la doble ss fuertemente), dice el Goajiro al verlo en la mañana brillando sobre el mar. ¿Acaso provendrá esa oposición de suavidad y fortaleza en los sonidos del lenguaje, en parte por lo menos, del opuesto carácter de estas tribus; y la diferencia de carácter del terreno y atmósfera en que viven?

Partiendo de San Antonio hacia el oriente, y trasmontando el Plateado (cerro que toma nombre de su argentado aspecto), y un laberinto de ramales, como lo hicimos en 1876, se cae en la parte de la Nevada donde, á distancias casi iguales y de norte á sud, se encuentran los tres pueblos de indígenas -Marocasa, Rosario y Atánquez- que tienen su natural entrada por San Juan de Cesar, distante de ellos respectivamente 4, 2 y 3 miriámetros.

1. Por lo que hace á alturas, nos referimos á Mr. Simons, naturalista inglés.

2. El Gobierno Nacional ha dado oídos á la petición y hace ya dos años que costea en el Seminario la escuela de indígenas, formada de un joven Goajiro y cuatro Arhuacos.



Obispo Rafael Celedón Ariza



Historia del Liceo Celedón

La Asamblea Departamental del Magdalena expidió una ordenanza en 1903, autorizando su creación, la cual fue concretizada al reglamentarse por medio del decreto 118 del 24 de noviembre de 1905, sancionado por el entonces gobernador doctor Rafael de Armas.

Su nombre Liceo Celedón fue instituido en honor a la memoria del obispo Rafael Celedón, quien murió en 1902, después de dejar una huella imborrable como prelado religioso y como poeta escritor, antropólogo, filosofo, juristas, filólogo, historiador, lingüística, matemático, gramático y miembro de la academia colombiana de la lengua y rector del seminario San José de Santa Marta.

El 17 de diciembre de 1993 fueron declaradas sus instalaciones Monumento Nacional, por medio del decreto nacional 2529.

Fotografía de portada de la biografía-Rafael Celedón-Colección J.J. Herrera Biblioteca Luis Ángel Arango.


César Emilio Sánchez Vásquez

Miembro de Número de la Academia de Historia del Cesar. 

Editor del Blog:Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia. 


Esta biografía hace parte de los Personajes de la Ciudad de los Reyes, Valle de Upar y Región Caribe de Colombia, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.

Nota: Al terminar la lectura de cada biografía, encontrarás el signo de google g +1. 

MONSEÑOR VICENTE ROIG Y VILLALBA-Biografía



Monseñor Vicente Roig y Villalba 

(1904-1977)


Capuchino, misionero y obispo de Valledupar (Colombia). Nació en Guadassuar, pueblo de la Ribera valenciana, el 29 de agosto de 1904, en el seno de una familia cristiana, en la que hubo otro sacerdote, don Julio. Cursó estudios humanísticos en Massamagrell y, sintiendo deseos de ser capuchino, inició la vida religiosa el 21 de julio de 1920 en el noviciado de L'Ollería. Un año después, el 22 de julio, hizo su primera profesión religiosa. Cursó los estudios eclesiásticos en Orihuela, donde recibió la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1927. De 1928 a 1933 fue profesor del colegio de San Buenaventura de Totana y colaborador de las revistas Florecillas de San Francisco, el Propagador de las Tres Avemarías y el Mensajero de María, Reina de los Corazones.

El 21 de junio de 1933 embarcó rumbo a Colombia para ejercer su ministerio en las misiones de La Guajira, llegando por Barranquilla el día 11 de Julio de 1933. Allí fue secretario del vicario apostólico, padre Bienvenido Joaquín Alcalde Bueso. Al fallecer éste el 20 de febrero de 1943, fue nombrado por el papa Pío XII, el 15 de diciembre inmediato, obispo titular de Arad y vicario apostólico de La Guajira. El nuncio apostólico, Carlos Serena, le confirió la ordenación episcopal el 11 de marzo de 1944 en la catedral de Bogotá.

Monseñor Vicente Roig dio un notable impulso al vicariato, que el 4 de diciembre de 1952 fue dividido en dos: Valledupar y Riohacha. Este último fue confiado a la provincia capuchina de los Abruzzos (Italia). Como vicario apostólico de Valledupar, el obispo Roig lo fue consolidando como Iglesia, erigiéndose en diócesis de régimen ordinario el 25 de abril de 1969; monseñor Roig fue su primer obispo residencial.

Los arduos trabajos que tuvo que afrontar fueron deteriorando su salud. El 5 de abril de 1977 fallecía en la paz del Señor en la misma ciudad de Valledupar, a los 73 años de edad. Sus restos fueron velados en la Iglesia parroquial de la concepción, con presencia de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares. Luego se hizo una misa campal en la plaza Alfonso López, allí tomó la palabra Doña Mercedes Romero de Quintero, quién lo despidió con un emotivo discurso. Seguidamente el cortejo fúnebre salió por la esquina de la casa del balcón de los Maestre, tomando la calle grande y subió por la carrera del Cesar rumbo a la Catedral del Rosario, acompañado del pueblo y de las comunidades religiosas entre ellas: La Hermandad de Jesús de Nazareno de Valledupar, La comunidad de la Virgen del Rosario y la del Corazón de Jesús entre otras. Sus restos descansan en el crucero de la iglesia catedral que él mismo mandó construir.

Monseñor Vicente Roig con su actividad misionera cooperó generosamente a la divulgación del Evangelio en tierras de Colombia, llevando a plena madurez el amplio territorio de La Guajira. [Cf. A. Llin, Modelos de vida cristiana, 317-318].

Recibió numerosas condecoraciones a lo largo de su vida, entre otros, del gobierno del general Francisco Franco en 1946, "La encomienda Isabel La Católica" y la Gran Cruz de Boyacá que le confirió el gobierno de Carlos Lleras Restrepo en 1969.





Recibimiento del señor vicario apostólico de la Guajira, Sierra Nevada y Motilones, Vicente Roig y Villalba, 1945.


El señor vicario apostólico de la Guajira, Sierra Nevada y Motilones, Vicente Roig y Villalba, 1945.

El vicario Vicente Roig y Villalba rodeado de los primeros seminaristas de la Guajira.


Monseñor Vicente Roig y el P. Diego Pérez con los hermanos no clérigos celebrando la fiesta de San Félix en Valledupar, 18 de mayo de 1965



Monseñor Vicente Roig y Villalba con el padre Estanislao María de Guadassuar


Breve historia de los capuchinos en Colombia.

En lo que respecta a la presencia de los Capuchinos en Colombia, podemos decir que el 7 de diciembre de 1647, los Padres Misioneros Capuchinos de la Provincia de Valencia llegaron por primera vez, desembarcando en Cartagena y con destino al Darién, en el Chocó. (SECAL, Los Capuchinos en América Latina, 1996, pág. 112). En 1696 llega otra expedición de misioneros Capuchinos valencianos a la Misión de Santa Marta, los cuales incursionaron en la Península de la Guajira (REYNAL, Vicente. Los Capuchinos Valencianos en Hispanoamérica, 1994, pág. 119). En 1750 llegan los primeros Capuchinos, Padres Silvestre de Labata y Juan de Uldecona, a la Sierra Nevada. En ese año ellos fundan el pueblo de San Sebastián de Rábago (hoy Nabusímake) (SECAL, ibid, pág. 116). En 1784 llegan a Valledupar siete Misioneros Capuchinos de la Provincia de Valencia, presididos por el P. José de Finestrat (SECAL, ibid, pág. 117). El 9 de diciembre de 1777 los Capuchinos se establecen en Santafé de Bogotá, en el Hospicio de San Felipe Neri.

Al llegar la Independencia en 1810, los Capuchinos fueron expulsados y deportados a sus lugares de origen, en el año de 1818.

Después de varios años de ausencia de los Misioneros Capuchinos y de otras Comunidades religiosas, el Gobierno colombiano firma en Roma un convenio, garantizando el libre establecimiento de las Ordenes Religiosas en su territorio. Esto les permite a los Capuchinos regresar a Colombia, unos por el norte (la Guajira) y otros por el sur (Túquerres) en 1888.

En esta nueva época los capuchinos hacen presencia en Caquetá, Putumayo y Amazonas, en el sur; y la Guajira, Magdalena y el Cesar, en el norte. En 1927 llegan a las Islas caribeñas de San Andrés y Providencia. Abren presencias en Bogotá, Pasto, Cali, Medellín, Riohacha, Barranquilla y Valledupar.


Historia del Vicariato de la Guajira, Vicariato de Valledupar y Diocesis de Valledupar.

Tres momentos trascendentales hemos vivido a partir de 1905: La creación del vicariato apostólico de La Guajira, Sierra Nevada y Motilones; La creación del vicariato apostólico de Valledupar en 1952 y la erección de la diócesis de Valledupar en 1.969. Veámoslo brevemente.


Misión de la Guajira y de la Sierra Nevada de Santa Marta,Vicariato de la Guajira

El 17 de enero habían sido recibidos en Riohacha, por el Obispo Mr. José Romero, las autoridades civiles y el pueblo, los seis primeros capuchinos hispanos, que desde la expulsión de 1818, pisaban suelo colombiano. El destino era la misión de la Guajira y la Sierra Nevada de Santa Marta.

El 21 de noviembre de 1898 se encomienda a la Provincia de Valencia dicha misión, haciendo honor a su pasado misionero interrumpido por la guerra emancipadora. Para esta fecha el gobierno colombiano, por convenio firmado en Roma el 31 de diciembre de 1887, había garantizado el libre establecimiento de las órdenes religiosas en su territorio.

Por decreto del 19 de marzo de 1890, el P. Ministro General, erige la misión en Custodia, con el título de la Inmaculada Concepción. En este mismo año, en el mes de octubre llegan tres capuchinos de Valencia.

En 1894 se presentan dos misioneros al Obispo de Barranquilla en demanda de una fundación. Se funda el "Colegio de Misioneros del Río Magdalena".

Por un convenio firmado el 25 de diciembre de 1902, entre la Santa Sede y el gobierno colombiano, la misión es elevada a Vicariato Apostólico de la Guajira. El decreto está firmado el 17 de enero de 1905. Y por otro de 31 de julio Fray Atanasio Vicente Soler y Royo es nombrado Vicario Apostólico.

La nueva circunscripción se separa del territorio de la diócesis de Santa marta y comprende las provincias de Padilla (es decir el sur de la Guajira) y Valledupar. La determinación es recibida como una degradación por los habitantes de Valledupar y con tal motivo escriben una carta al general Rafael Reyes el cual la remite al obispo de Santa Marta. El obispo escribe a los vallenatos que la Santa sede no ha querido degradarlos sino suministrar al nuevo vicariato una región pujante como es el Valle del Cesar y que no debe perderse de vista que el territorio de la antigua diócesis era muy extenso y muy escaso el clero y mala la atención espiritual mientras que la creación del vicariato facilitaría probablemente la llegada de nuevos misioneros.

Sucedió en efecto tal y como el obispo había previsto: Llegan misioneros y misioneras: Las hermanas terciarias capuchinas de la sagrada familia llegan a Riohacha en 1905 y en 1918, el 9 de febrero, se hacen cargo de la misión de San Sebastián de Rabago[51]; El dos de Febrero de 1923, queriendo edificar una casa que sirviera de centro en Valledupar para todos los misioneros y misioneras, el P. Bernardo de Orihuela inicia la construcción del Colegio de la sagrada familia de Valledupar, en donde el mismo año inician labores las hermanas terciarias.

En el año 1905 funda en Riohacha el Colegio Femenino "Sagrada Familia", que lo encomienda a las Terciarias Capuchinas. Años más tarde, en 1916, inaugura el Colegio para muchachos "Divina Pastora".

En agosto de 1905 consigue el Arzobispo de Bogotá, Mr. Bernardo Herrera licencia de fundación en Bogotá. Sólo se dispone de una iglesia, la de la Concepción. El superior local, P. Eugenio de Carcagente, recaba, año 1906, la administración del Santuario de la Peña, con sus dependencias, en lasque pueda establecerse el noviciado de Riohacha.

El P. Ángel de Carcagente informa entre tanto de la creación en la Guajira de cuatro orfelinatos: San Antonio de Pancho y Nazaret, en los extremos de la diagonal guajira, y se abre el de Codazzi, destinado a los motilones.

El internado de San Antonio se trasladó a Aremasain, por orden de Mr. Vicente Roig y Villalba. Todos estos centros se convirtieron en verdaderos lugares de estudio y formación de los habitantes guajiros. En Bogotá se estableció la Procura de la misión.

Por letra Apostólica de 31 de diciembre de 1906, Pío X nombra a Fray Atanasio Soler y Royo Obispo de Citarizo.

Méritos singulares de Mr. Soler: la fundación de la revista mensual "Ecos de la misión" -1911.1952- y "Hojita Parroquial", en Riohacha. Y mérito suyo también, entrar en septiembre de 1914, en contacto con los motilones. Falleció el 21 de noviembre de 1930.
Le sucede en el cargo de Vicario Apostólico, Mr. Bienvenido J. Alcalde y Hueso, nombrado Obispo Auxiliar dé Castoría por Pío XI, el 15 de diciembre de 1931. Antes de ser nombrado Obispo había ocupado el puesto de Inspector Nacional de Instrucción, decreto 2095, de 12 de diciembre de 1930.

El 23 de mayo de 1942, un equipo de misioneros navarros viene a reforzar el grupo capuchino. Permanecen allí hasta que en los años 1949 y 1950 son trasladados a la nueva fundación del Ecuador.
Los Obispos Capuchinos del Vicariato de La Guajira, Sierra Nevada y Motilones: Fueron Mons. Atanasio  Vicente Soler y Royo, Mons. Bienvenido Alcaide y Bueso, Mons. Vicente Roig y Villalba, Mons. Eusebio Septimio Mari y Mons. Livio Reginaldo Fischione.


Memoria visual del Vicariato apostólico de la Guajira, Sierra Nevada y Motilones. 


Mons. Atanasio Vicente Soler y Royo

                                   
Mons. Atanasio Vicente Soler y Royo



De izquierda a derecha, así eran en 1921 los Ilmos. Sres. Fr. Nicasio Arellano OP, Fr. Atanasio  Vicente Soler y Royo OFM cap, Emmo. Sr. Cardenal Benlloch, Excmo. Sr. Arzobispo de Valencia Dr. Reig, Ilmos. Sres. Fr. Francisco Aguirre OP y Fr. Manuel Prat OP.

Fr. Atanasio Vicente Soler y Royo OFM cap, y los primeros niños motilones llevados al Orfelinato de San Antonio (Guajira), para instruirse.



Indígenas Motilones de la Serranía del Perijá,Expedición Gustaf Bolinder 1914-1915

Indígenas Motilones de la Serranía del Perijá, en la fotografía con el antropologo  Gustaf Bolinder 1914-1915

Indígenas Motilones de la Serranía del Perijá,Expedición Gustaf Bolinder 1914-1915

Indígenas Motilones de la Serranía del Perijá,Expedición Gustaf Bolinder 1914-1915

Indígena Motilón de la Serranía del Perijá, en la fotografía con el antropologo  Gustaf Bolinder 1914-1915

Indígenas Motilones de la Serranía del Perijá,Expedición Gustaf Bolinder 1914-1915





Fray Atanasio Vicente Soler y Royo en su juventud;inicia los estudios para la carrera sacerdotal, y pasa al seminario Valentino, aunque su vocación era la de ser Religioso Capuchino,no lo fue, hasta haber sido ordenado sacerdote. El 22 de Diciembre de 1.893, recibe el presbiterado y celebra su primera Misa de “luto” por fallecimiento de sus padres con escasos días de diferencia.

Es destinado como sacerdote coadjutor de la Parroquia de Ntra.Sra. de la Asunción en Monserrat, y coadjutor en la Parroquia de Campanar. 

El día 19 de Mayo de 1.898, se realiza su deseo de ser Religioso Capuchino, ingresando en la Iglesia del convento de la Magdalena de Masamagrell, dejando el sacerdocio secular para vestir el humilde sayal franciscano - capuchino. 

Al comenzar la vida religiosa, según costumbre de la época, cambió el nombre de bautismo, Vicente, por el de Atanasio de Manises,que es como será conocido como religioso capuchino. 

El constante trabajo, los viajes incómodos y el clima enervante,minaron la salud del Obispo Soler, y en el otoño de 1.930, ingresó en el Hospital de San José para ser intervenido en una operación quirúrgica. 

Las primeras noticias fueron que todo había salido bien, pero se complicaron y surgió una congestión pulmonar doble,de la que no pudo escapar. El día 21 de Noviembre de 1.930, fiesta de la Presentación de Nuestra Señora, a las 10 horas de la mañana, dejaba de existir en el propio Hospital de San José, de Bogotá, capital de Colombia. 

La Nación colombiana le rindió los máximos honores, incluso el Parlamento llegó a suspender una Sesión, en señal de duelo. 



El Obispo Atanasio Vicente Soler y Royo, en su despacho, 1914. 




Centro derecha: Foto tomada en 1924 en el hospital Provincial de Barranquilla, el 11 de enero

de 1924, Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo, postrado después de una caída de una caballería.




El obispo Atanaio Vicente Soler y Royo, con la mitra en los momentos posteriores a su fallecimiento,



 Velación en cámara ardiente en la ciudad de Bogotá de Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo.


Entierro del Obispo Atanaio Vicente Soler y Royo, fallecido el 21 de noviembre de 1930 en Bogotá.



Año de 1955. Carroza portando el féretro con los restos mortales de Fray Atanasio Vicente Soler y Royo, escoltada por grupos de indígenas Motilones y Arhuacos .Los venerados restos de Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo, se trasladaron de Bogotá a Valledupar, en donde se celebraron honras fúnebres. Luego se trasladaron a Codazzi, para colocarlos en la Capilla de la Misión, hasta que concluido el nuevo Templo Parroquial, que se dedica a la Divina Pastora, puede hacérsele un mausoleo, porque bien merecido lo tiene el “Apóstol de los motilones”. 



El obispo Bienvenido Alcalde y Bueso, acompañado de varias hermanas capuchinas y un sacerdote. 



El señor vicario apostólico de la Guajira, Sierra Nevada y Motilones, Vicente Roig y Villalba, 1945.



Mons. Eusebio Septimio Mari


Mons. Livio Reginaldo Fischione.





La Misión Capuchina de la Guajira.



Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo, el 24 de diciembre de  1925 envió una fuerte carta al Ministerio de Gobierno, denunciando el asesinato de indígenas wayúu inocentes.En la fotografía se aprecia a Monseñor Soler y los indígenas, al cese del conflicto.

La barbarie de la civilización

Por: TATIANA ACEVEDO GUERRERO   *Antropóloga, profesora de la Universidad Nacional 

DE CÓMO LOS INDÍGENAS WAYÚU, considerados salvajes por las autoridades locales, son arrasados por el poder coercitivo del Estado local en épocas de Pedro Nel Ospina.

En el fondo “Ministerio de Gobierno” del Archivo General de la Nación reposa la evidencia de los 12 días de guerra que, finalizando el año de 1925, en épocas de Pedro Nel Ospina, enfrentaron a miembros de la comunidad Wayúu con habitantes mestizos de las cabeceras municipales en la entonces “comisaría” de La Guajira.

Descritos por la prensa latinoamericana de mediados de Siglo XIX como dadivosos, valientes o maliciosos, los Wayúu guardaron cierta distancia física de los asentamientos urbanos de Riohacha y Barrancas. Siguiendo al pie de la letra la construcción de fronteras étnicas que de un lado tenían a la sociedad mestiza y refinada y del otro a los bárbaros, salvajes e indomables, el Estado colombiano le delegó a la Iglesia la labor de incorporar a los aborígenes al proceso de la modernidad.

Fue en este contexto que el 15 de diciembre de 1925 el alarmado diputado Nicolás Dávila denunció a las autoridades centrales la “sublevación de indígenas contra civilizados”. En su misiva Dávila alertó sobre los estragos de la “invasión indígena”, que hasta el momento habría cobrado tres vidas entre los civilizados, y exigió la presencia de un mayor número de representantes de la fuerza pública, pues la policía departamental era insuficiente para “contener los desmanes goajiros”.

La respuesta fue contundente. Tan sólo tres días después el director de la Policía Nacional, Celerino Jiménez, ordenó al comisario de la Policía en Riohacha responder a los “indígenas invasores” con todo el personal disponible. “Obre con suma prudencia, pero a la vez con energía si el caso lo requiere”, fueron las instrucciones de Jiménez. Las versiones de funcionarios y miembros de la Policía departamental lo ameritaban. Estaban todos ante “la irrupción de los salvajes”.

No obstante las versiones oficiales, otras miradas, también por escrito, plasmaron un panorama divergente. En telegrama del 17 de diciembre un consternado habitante de la ciudad de Riohacha, Juan Manuel Iguarán, preso de un “lamentable sentimiento patrio”, manifestó conocer de primera mano las causas, no de la invasión sino de la “confrontación entre aborígenes de la península y habitantes de los pueblos del interior”. Según su testimonio, los brotes de violencia se dieron en el marco de la sequía y el hambre que azotaba a la población Wayúu. Describió, también, cómo decenas de indígenas emigraban día tras días a Venezuela “buscando amparo y pan para sus hijos. Asediados por el hambre, el fuerte verano y la carencia absoluta de agua”. Y denunció, además, los excesos cometidos contra la comunidad por los temidos “resguardos de rentas”, cuerpos particulares armados hasta los dientes con el permiso del Estado, que en aquella época se dedicaban a cobrar impuestos.

El rompecabezas se completa con la esquela remitida por el obispo Atanasio Soler del Royo al Ministro de Gobierno el 24 de diciembre. En ella el miembro del clero afirma que los “acontecimientos bélicos siguen desarrollándose” y culpa a los “civilizados” de haber provocado el enfrentamiento “atacando y matando indios inocentes, robando ganados e incendiando ranchos”. Al igual que el acalorado diputado Dávila pide refuerzos del Estado, pero reitera que éste no debe burlar la mediación de los misioneros, quienes podrán a la postre “apaciguar a los indios”.

Una, dos y tres versiones sobre los mismos 12 días de violencia. Pero no tenemos el testimonio de los protagonistas de la violenta historia. Un choque, pues, entre civilización y barbarie narrado, como es usual, por la civilización. 





Un capuchino de "visita" en una ranchería.


Las Hermanas Terciarias Capuchinas Antonia y Felipa.




El padre Ángel Carcagente y una familia guajira con motivo del cuarto centenario de la fundación de Bogotá. 




Sor Elena de Barranquilla, fundadora del Colegio La Sagrada Familia de Riohacha.





Hermana Terciaria Capuchina de servicio en un hospital.




Indígenas wayúu y arhuacos rindiéndole homenaje a Bolívar en el Centenario de su muerte, Santa Marta, 1930. 


El cacique José Dolores y su esposa.




Unas wayúu con varias hermanas.



La virgen en hombros de sus fieles en la ciudad de Riohacha.




La patrona de Riohacha recorre triunfal las calles.




Procesión de la Virgen saliendo de la Catedral.



Procesión bajo la sombra de los almendros.


Procesión del Corpus en momentos de la bendición del Santísimo.



Primera piedra de la fundación de Uribia, 1935.




El capitán Eduardo Londoño y el cacique Bartola González fundan Uribia en presencia de los capuchinos.




Momentos de la fundación del nuevo poblado.



Uribia en sus primeros tiempos.


El general Gustavo Rojas Pinilla inaugurando el Hotel 13 de Junio en Uribia.

El político conservador Helión Santiago Pinedo Ríos, 1920.
          


El comerciante Darío Henríquez, 1918.




Mario Gómez, coronel liberal de la guerra de los Mil Días (Fotografía Ospina).




Los comerciantes riohacheros Gerardo García, Heriberto Sánchez, Miguel Pugliese y un desconocido en Araba.




El padre José Binalega con la familia Ariza Mestre.



Lisandro Pinedo, combatiente de la guerra de los Mil Días, 1890)


En el salón de clases, 1920-1930.



Calle con balcones, 1940




Detalle de una vieja casa colonial.




Catedral de Nuestra Señora de los Remedios, antes de las reformas del padre Tarcisio Dimeo de Ripacorvaria.



El padre Estanislao en Riohacha, 1930.



Luis Cotes Gómez, su esposa e hijo acompañados de un militar extranjero.




Hermanas y mujeres wayúu ante la Virgen. Uribia.



El general liberal Sabas Socarrás, quién participó en la guerra de los Mil Días, 1921.




El general Sabas Socarrás montando a caballo. Sendados, de izquierda a derecha: los coroneles Filemón López Morales, Leandro Cabello Frías, Laudelino Cabello López.




Helión Santiago Pinedo en su madurez.



El general conservador Francisco Daniel Pichón en su juventud.


El poderoso comerciante Luis Cotes Gómez.




La Cuadrilla Pinto.



John Christoffel Fergusson.

     


Gabriel Pinedo con un amigo.




El poderoso cacique Tupa, jefe de la casta epinayú, de las sabanas de Marañamana.




Grupo de caciques e indígenas reciben al general Rafael Reyes en Riohacha, 1909.



Luis Cotes, a la izquierda, ordenando a sus "trabajadores" wayúu.




Mujer wayúu, 1909.




El cacique con su mujer e hijos, 1942.




El capitán Eduardo Londoño posa en medio de dos indígenas.


Indígenas recogiendo leña.




Los wayúu tomando agua de uno de los primeros molinos de la Guajira.



Mestiza vestida a la usanza guajira, 1909.



Indígenas de la Alta Guajira, 1935



Una familia guajira, 1909



De visita en una ranchería, 1930.



El cacique con su hermana, 1940.




Indígenas wayúu, 1909.




Dos jinetes wayúu y varios "arijunas" de blazer.



Niños Wayúu en 1909


Una familia guajira, 1909.


El cacique Bartola González, ricamente vestido y de sombrero; con la mano en la cintura, "Ceci" y a su lado Lucila Barros, esposa de Luis Cortes Gómez. En el chinchorro Laura Bonivento, hermana del cacique.




Matrimonios católicos de exalumnos de los orfelinatos. 



Indígenas wayúu en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro

Indígenas wayúu en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro

Mujeres Indígenas wayúu en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro

Indígena wayúu con su hijo en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro.

Indígenas wayúu a caballo en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro

Indígena wayúu con arco y flecha en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro-

Indígena wayúu en 1914,expedición del antropologo Gustaf Bolinder al territorio Guajiro


Mons. Livio Reginaldo Fischione.



Fray Jesualdo María de Bañeres,1955



Fray Jesualdo María de Bañeres.




Alumnas del Colegio La Sagrada Familia.


Misioneros de la Goajira en Riohacha.El último de la derecha (de pie) es Fr. Carmelo.



Ejercicios espirituales en Valledupar. El penúltimo de la derecha Fr. Carmelo. De pie, arriba, de dcha. a izqda. P. José Pérez, P. Eduardo Reillo, P. Juan J. Pérez, Fr. Mauro Rodríguez, Fr. Carmelo, Hno. Gabriel. En el centro: P. V. Taroncher, Fr. Félix de Alacuás, P. Jesús Pérez, P. José Gómez, P. Francisco Ballesta P. Elías Portales. Sentados: P. José Martínez de Sueca, y P. José A. Mackenzie


Iglesia colonial de Codazzi, derruida el año 1958




Fr. Carmelo con el P. José Cabrera en la casa de Valledupar


Fr. Carmelo con un seminarista capuchino


Fr. Carmelo con un alumno del Colegio Buen Pastor
Misioneros en San Sebastián.El último de la derecha (de pie) Fr. Carmelo


Capuchino con niños orfelinos en San Sebastian de Rabago,Fotografía tomada en 1914-1915, por el antropólogo Gustaf Bolinder.


Capuchino  en San Sebastian de Rabago,Fotografía tomada en 1914-1915, por el antropólogo Gustaf Bolinder.


Procesión de las Tres Avemarías  en San Sebastian de Rabago,Fotografía tomada en 1914-1915 por el antropólogo Gustaf Bolinder.


Huerta de Valencia junto al orfanato de San Sebastián


Cementerio orfanato de San Sebastián de Rábago.

Indígena Ijca (Arhuaco) con su hijo  en San Sebastian de Rabago,Fotografía tomada en 1914-1915 por el antropólogo Gustaf Bolinder.

Grupo de Ijcas,en San Sebastian de Rabago,Fotografía tomada en 1914-1915, por el antropólogo Gustaf Bolinder.
Grupo de Ijcas,en San Sebastian de Rabago,Fotografía tomada en 1914-1915, por el antropólogo Gustaf Bolinder.

Esther Bolinder,esposa del antropologo Gustaf Bolinder, con dos ijcas o arhuacos,en San Sebastian de Rabago,hoy Nabusimake,Fotografía tomada en 1914-1915, por el antropólogo Gustaf Bolinde

El antropologo Gustaf Bolinder con dos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, en 1914.



Padre Capuchino con indígenas ijcas(arhuacos).

Hermana Terciaria capuchina con niños ijcas(Arhuacos).

Padre capuchino con niños y mujer ijca(arhuacos)

Fray Carmelo de la Punta



Fraternidad de Codazzi: Diego Pérez, P. José Gómez y Fr. Carmelo. Año 1963




Fr. Carmelo de la Punta




Fr. Carmelo con el P. Francisco Ballesta,Superior de Codazzi. Año 1966


Fr. Carmelo de regreso a España en el Virginia de Churruca





Fr. Carmelo y los PP. Leonardo de Picasent y Adolfo de Almudaina en la enfermería de Valencia 




Fr. Carmelo en la Magdalena con Fr. Marcelino Jiménez



Fr. Carmelo con Fr. Anselmoy el P. Ricardo Cubillos en la Magdalena


Dos padres capuchinos en el aeropuerto.




El padre "Warekú", José Agustín Mackenzie, rodeado de profesoras del Colegio Parroquial de Villanueva.




Padres capuchinos con indígenas de un orfelinato.




Hermana Terciaria Capuchina rodeada de colegialas.



Fray Luis de Bogotá rodeado de niños del Orfelinato de San Antonio.



Monseñor Manuel Antonio Dávila,sacerdote en el Vicariato de la Guajira.Ordenado por Monseñor Rafael Celedón Ariza.

El Obispo poeta Rafael Celedón Ariza, estuvo de sacerdote en  la Guajira.

Presbítero Simón José Serrano Griego
Nació en Riohacha el 28 de octubre de 1874 y murió en El Molino,La Guajira el 8 de noviembre de 1939;hijo de José María Serrano y María Concepción Griego;llegó a El Molino el 11 de marzo de 1894 para iniciar su sacerdocio en La Parroquia de San Lucas. 

Padre Vicente de Valencia.Cura Párroco de la Iglesia de la Concepción en Valledupar, desde 1923 hasta 1957.

Convento Santo Domingo en la ciudad de Valledupar.

Construcción del Palacio Episcopal, al lado todavía existía el Convento Santo Domingo

Procesión de la Virgen del Rosario,pasando por la casa de Eufemia Castilla Palmera de Vásquez,por la calle de la Nevada,hoy calle 13b entre Carreras 6 y 7 barrio del Cañaguate, en 1942

El padre José A. Mackenzie,Miguel Acuña Martinez y mujeres disfrazadas de indias el 29 de abril,fiestas de la Virgen del Rosario en Valledupar.

Iglesia de la Concepción en Valledupar, remodelada por el padre Vicente de Valencia.

Inauguración del Monumento a las Madre en la ciudad de Valledupar por el padre Vicente de Valencia.

Inauguración del Monumento a las Madre en la ciudad de Valledupar por el padre Vicente de Valencia.
El Fray Vicente de Valencia con alumnos en Mariangola-Valledupar-Colombia

El padre Vicente de Valencia,con el acólito Miguel Arroyo.

Padre Vicente de Valencia
 Fray Joaquín de Orihuela



Procesión de la Virgen del Rosario el 29 de abril en Valledupar

El capitán de la Guardia española Don Florentino Montero y el capuchino, en las fiestas de la Virgen del Rosario,día 30 de abril,"Las Cargas".

La Guardia Civil española de las fiestas de la Virgen del Rosario en Valledupar, el Capitán Don Florentino Gonzalez al centro y los soldados de la guardia, a la izquierda Ignacio Maestre y a la derecha Jacinto Viña.  


Padre Juan Bautista Segarra Tudela. misionero Valenciano, natural de Barxeta. 

Presbítero Armando Becerra Morón,cura párroco de la Iglesia de la concepción en Valledupar


Vicariato de Riohacha

La verdadera historia de la Guajira va unida a la presencia de los Capuchinos. Desde 1648, que iniciaron su labor misionera, hasta fechas muy recientes, como hemos señalado en este estudio.

El 13 de junio de 1954 se produce una transformación política y administrativa de toda la zona Guajira y alrededores. La antigua Comisaría Especial, es elevada a Intendencia Nacional de la Guajira. La capital pasa de Uribia a Riohacha. Más adelante en 1963, será elevada a Departamento. Por esos años el Nuncio Apostólico, Mr. Samoré, en visita hecha a la Guajira, comprobó la insuficiencia del personal para atender un territorio tan extenso.

Se vio la necesidad de dividir la Guajira en dos partes: la que comprende el actual departamento y la que corresponde a Valledupar. El 27 de octubre de 1951, partía para la Guajira la primera expedición de capuchinos italianos que venía a hacerse cargo del territorio. Pertenecen a la provincia capuchina de los abruzos, seis religiosos en total.

Era Vicario Apostólico Mr. Vicente Roig y Villalba. El 4 de diciembre de 1952, con el arribo de otros seis misioneros capuchinos italianos, se dividía oficialmente el antiguo Vicariato en dos: el de Valledupar y el de Riohacha.

Con la llegada de los capuchinos italianos, la Guajira recibe un nuevo y decisivo impulso hacía el progreso. Se renuevan los internados y se crean otros pequeños centros misionales.

Con fecha de 5 de noviembre de 1966, se posesiona como nuevo Obispo del Vicariato de la Guajira, Mr. Livio Reginaldo Fischione, un experimentado misionero capuchino en tierras de la Guajira, gran conocedor de la realidad sociocultural de sus gentes y convertido en el hombre providencial que supo encarnar el espíritu del Vaticano II en este árido territorio guajiro.

Si pudiéramos condensar en pocas palabras la actividad misional de Mr. Reginaldo y equipo de capuchinos italianos, deberíamos concretarla en la actividad educacional.

Amén de las obras de mejora de los internados, construcción de la curia diocesana, nuevas iglesias y colegios y nuevas empresas pastorales y sociales, a partir del 1 de enero de 1976, al poner en efecto la nueva ley de educación en Riohacha, quedaron en las siguientes condiciones de dependencia administrativa:

Educación secundaria: dos centros educativos de la iglesia, bajo contrato con el gobierno nacional.

Educación primaria: centros educativos departamentales, cinco. 
Centros educativos de la iglesia católica bajo control con el gobierno: veintisiete centros. 

Centros educativos de propiedad nacional bajo contrato de administración entre el Vicariato Apostólico y el gobierno: doce
Escuelas departamentales bajo contrato de administración entre el Vicariato Apostólico y el gobierno: veintiuna.
Amén de la educación, el culto, la catequesis y la evangelización han cobrado gran auge en todo el Vicariato. En la actualidad solamente en el perímetro urbano de la capital existen quince iglesias y capillas abiertas al culto. En los pueblos hay sacerdote fijo y atención parroquial en Barrancas, Maicao, Aremasaín, Dibuya, Uribia, Manaure, Nazaret, Carraipía y en otros tantos centros misionales desde donde se atiende el culto de los diferentes poblados y rancherías. Franciscanas, Madres Lauritas y Terciarias Capuchinas son la mano larga de la Iglesia en el campo educacional y evangelizador. 

En el año 1988, Mr. Livio Reginaldo presenta renuncia a su cargo de Obispo del Vicariato. El Papa Juan Pablo II, eleva el Vicariato a la categoría de Diócesis. 

La misión capuchina o la iglesia capuchina como gustan denominar los guajiros a su iglesia local, ha cumplido su misión. Los capuchinos italianos continuarán su labor misionera, pero desde ahora come miembros del nuevo presbiterio de Riohacha. 

Vicariato de Valledupar 

El 20 de febrero de 1943, fallece el Obispo titular de Valledupar y le sucede Mr. Bienvenido J. Alcalde y Hueso, el nuevo Vicario Apostólico Mr. Vicente Roig y Villaba, nombrado Obispo de Arad por Pío XII y consagrado en Bogotá el 11 de marzo de 1945. 

Un frescor primaveral pareció invadir colegios y residencias parroquiales. El nuevo Obispo se convierte en el primer misionero de la nueva Diócesis. A pie, a caballo y en jeep saca tiempo para visitar periódicamente cada una de las iglesias más apartadas de la nueva iglesia local. Pero donde más énfasis pone es en la creación de las nuevas iglesias de los pueblos y la capital, donde se volcará con todo e¡ ímpetu de su corazón de apóstol. 

Fray Mariano de Orihuela revoluciona evangélicamente a Valledupar con sus "Nuevas Juventudes". Los religiosos y sacerdotes seculares lo secundan. Se constituye por esos años en Pueblo Bello, la Casa de Cursillos, que se presenta como logro decisivo en el fervor cristiano del Vicariato. 

El P. Diego Pérez, con su "marcha del ladrillo" y sus charlas radiofónicas, consigue interesar a las autoridades y pueblos del Cesar y al mismo Presidente de la República en favor del "Hogar del Niño". 

En la capital del Virreinato se construye, merced a la generosidad del nuevo Obispo, el Convento de las Tres Ave Marías, con la iglesia Parroquial anexa. Era el año de 1964. 

Diócesis de Valledupar 

El 25 de Abril de 1969 con la Bula pontificia «Qui in beatissimi», Pablo VI erige la nueva diócesis de Valledupar Con una extensión de veintiocho mil kilómetros cuadrados, se le calcula una población superior a los 300.000 habitantes y nombra como primer obispo al mismo Fr. Vicente Roig y Villalba. Así narra una crónica capuchina los acontecimientos aun recientes en la memoria de los vallenatos y cesarenses que los vivieron: 

"A los 36 años de vida misionera, rayando los 25 años de su consagracion episcopal, monseñor Vicente Roig y Villalba tenia el honor y la satisfacción de presidir una nueva Iglesia, tan suya y de sus capuchinos. 

El 23 de Agosto de 1969, Monseñor Vicente, en una solemnísima ceremonia que pasara a la historia en los anales de la Ciudad de los Reyes, tomaba posesión de la nueva diócesis.
Todas las fuerzas vivas de la ciudad tomaron parte en la preparación de este acontecimiento. Habría que destacar la decisiva colaboración de las autoridades municipales y departamentales. 

Huéspedes de honor fueron tres prelados de la Iglesia colombiana, testigos de excepción en dicho acto. 

Monseñor White leyó la bula pontificia de erección de la nueva diócesis y el nombramiento de monseñor Vicente como primer obispo de la misma. 

Monseñor Germán Villa Gaviria, arzobispo de Barranquilla, de cuyo arzobispado es sufragánea la nueva diócesis, tomo el juramento eclesiástico a Monseñor Vicente". 

Monseñor Vicente había nacido en Guadasuar (España) el 29 de agosto de 1904. Curso estudios humanísticos en Masamagrell y profesó como fraile capuchino el 22 de julio de 1922. Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1927. Llegado a la Guajira fue preconizado Vicario apostólico el 15 de diciembre de 1945. 

Los misioneros capuchinos continuarán al servicio de la nueva Diócesis, por contrato entre la Provincia Capuchina de Valencia y Mr. Vicente Roig. Se firma el 1 de enero de 1970 y se ratifica en 1974. Se le garantiza al Sr. Obispo el servicio de siete nuevos sacerdotes capuchinos y de su parte el Sr. Obispo se compromete a dar un sueldo racional y a pagar los seguros sociales establecidos para el clero. 




Monseñor Vicente Roig y Villalba,con alumnas del Colegio de la Sagrada Familia en Valledupar 


Monseñor Vicente Roig y Villalba "el Obispo santo", el "hombre bueno", como todo el mundo lo apodaba, falleció en Valledupar un 6 de abril de 1977, Jueves Santo y fue sepultado en la Catedral el domingo de resurrección. La Provincia capuchina de la Divina Pastora de Bogotá continúa hasta e! día de hoy, prestando ayuda de personal a la Diócesis vallenata. A esta parcela dieron su aporte numerosos religiosos capuchinos, en duras y largas jornadas entre Motilones, Arhuacos, pueblos de la cordillera y en la mismísima capital. Dios sabrá compensarlos.

Segundo Obispo de la Diócesis de Valledupar



Monseñor José Agustín Valbuena Jauregui



Sucedió a Monseñor Vicente el Obispo José Agustín Valbuena Jauregui, actual Obispo emérito, nacido en Facatativá (Cund.) el 20 de Mayo de 1927, tras 8 meses de sede vacante y perteneciente al clero de la Arquidiócesis de Ibagué. Fue preconizado Obispo el 14 de septiembre de 1977 y ordenado obispo el 25 de Octubre del mismo año. Tomo posesión de la Diócesis el 10 de diciembre de 1977. Grandes acontecimientos jalonaron la vida diocesana durante el gobierno de Monseñor Valbuena: La década de los setenta que se caracterizo por una terrible crisis vocacional fue para Valledupar la de una fuerte campaña vocacional ejemplar para toda la Costa Caribe. En 1987, con la visita del papa Juan Pablo II a Colombia, el antiguo programa pastoral de Ministerios Laicales se encauzaba hacia la formación de Pequeñas Comunidades Eclesiales Diocesanas que se constituyeron en columna vertebral de la pastoral diocesana. En 1994, con motivo de la celebración de los 25 Años de vida diocesana se vio honrada la diócesis con la visita del señor Nuncio Apostólico de su Santidad, Monseñor Paolo Romeo. Los 25 años se abren con la erección del Seminario Juan Pablo II, obra que se había empezado precariamente en 1990 y se había ya consolidado en 1992 cuando se funda el seminario Mayor.

Tercer Obispo de Valledupar

Monseñor Oscar José Velez Isaza.


Sucedió a Monseñor Valbuena, el actual Obispo, Monseñor Oscar José Vélez Isaza quien se posesiono el 23 de agosto de 2003. En sus tres años cumplidos de gobierno, monseñor Velez, ha organizado pastoralmente la Diócesis, implementando el plan global diocesano a cinco años, dando un itinerario formativo a las Pequeñas Comunidades Eclesiales Diocesanas y a otras realidades iniciadas por el anterior obispo como las comunidades de parejas y procurando los recursos para la construcción de nuevas parroquias en los barrios periféricos de Valledupar y en otras parroquias de la Diócesis.

El año pasado (2005) al crearse la nueva Diócesis de El Banco, nuestra diócesis cedió las parroquias de Chimichagua y Astrea a la nueva jurisdicción.

A continuación los datos biográficos de Monseñor Oscar José Velez, tal como fueron dados a conocer a los diocesanos el día de la publicación de su nombramiento como tercer Obispo de Valledupar.
Monseñor Oscar José Vélez Isaza, nació el 4 de Noviembre de 1951 en Pensilvania (Caldas). Obtuvo el grado de bachiller en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá en 1968. Comenzó sus estudios eclesiásticos en el seminario Mayor Arquidiocesano de San José, de la Arquidiócesis de Bogotá, donde curso todo el ciclo filosófico y el primer año de teología (1969-1972). Se vinculo posteriormente a la comunidad de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (claretianos) y tras concluir el noviciado termino la formación teológica, en el Teo logado claretiano en Manizales (Caldas) y en la Estrella (Antioquia) (1974-1975).

Hizo su primera profesión religiosa el 2 de Febrero de 1974 y los votos perpetuos en Diciembre de 1975. Fue ordenado sacerdote el 14 de Diciembre de 1975. En el Instituto Superior de Vida Religiosa, adscrito a la Pontificia Universidad de Salamanca, obtuvo la Licencia en Teología de la Vida Religiosa y en el Instituto Superior de Ciencias Morales de esa misma ciudad, adscrito a la Pontificia Universidad de Comillas, la Licenciatura en Teología Moral. A su regreso a Colombia obtuvo la Licenciatura en Educación y Ciencias Religiosas en la Universidad de San Buenaventura de Cali.

Ha desempeñado los siguientes oficios: Auxiliar del Maestro de Novicios (1975-1978); párroco del Inmaculado Corazón de María en Medellín (1978-1984); ecónomo local y profesor del Colegio Claret de Cali (1984); rector del mismo colegio Claret (1985-1987).
Al regresar de sus estudios de especialización en Europa fue nombrado párroco de Nuestra Señora del perpetuo Socorro de Cali (1990-1992) y colaboro simultáneamente como profesor de Teología Moral en el Seminario Mayor Arquidiocesano de la misma ciudad.

En 1992 fue nombrado rector del Colegio Santa Dorotea de Cali y al mismo tiempo se desempeño como ecónomo de su provincia claretiana (1992-1995). Desde 1995 hasta ser preconizado Obispo fue elegido por tres veces consecutivas Superior Provincial de la Provincia Claretiana Occidental. Al mismo tiempo y junto con su cargo de provincial fue rector del Colegio Santa Dorotea de Cali.

César Emilio Sánchez Vásquez
Miembro de la Academia de Historia del Cesar.

Esta biografía hace parte de los Personajes de la ciudad de los Reyes Valle Dupar, publicación de la Academia de Historia del Cesar, recuperando la memoria histórica.

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